Cuando era chico, y cuando no había un mango en la casa de Villa Fiorito, Diego Maradona soñaba con un regalo en sus primeros cumpleaños: una bicicleta. Porque la pelota ya formaba parte de su cuerpo, porque jugaba con la de los otros, porque había nacido con el presagio de la estrella. En el primer cumpleaños después de la muerte, el 25 de noviembre de 2020, el fútbol argentino –y más allá también, con epicentro en Napoli– vivió una jornada de homenajes y recuerdos. Cuesta creerlo: ayer, sábado 30 de octubre de 2021, Diego habría cumplido 61 años.
Si en los partidos de la fecha se paró todo a los diez minutos para aplaudir durante un minuto y escuchar “La mano de Dios”, de Rodrigo, en cada club de barrio se lo recordó con una nueva pintura, un nuevo mural, un nuevo póster. Si los capitanes de los equipos del fútbol argentino lucieron un brazalete maradoniano con su imagen y el fondo celeste y blanco, muchos hinchas se tatuaron en las pieles un distintivo de Diego. En Santa Clara del Mar, por elegir un punto del mapa, se descubrió un monumento a Maradona de 13 metros de altura. El retrato lleva el nombre de “Amada mía”. Hasta una criptomoneda fue bautizada en su honor: el Maradólar.
En la cancha de Argentinos, cuna de Maradona, allí donde debutó como futbolista a los 15 años y con el número 16 en la espalda, se jugó ayer un partido entre Los Cebollitas, el equipo que integró de chico, y los campeones del mundo y excompañeros de la Selección argentina. En las camisetas se leyó la leyenda “Pelusa eterno”.
También lo recordaron presidentes actuales y pasados –como Alberto Fernández, Evo Morales y Nicolás Maduro–, dirigentes y partidos políticos e incluso Pelé le dedicó «el mundo te dio su amor» en su cuenta de Instagram. Su familia se pronunció en las redes. «Feliz cumple al cielo. Sé que todo lo ves», escribió Claudia Villafañe, el amor de su vida. Dalma puso en palabras su tristeza, Gianina evocó uno de los tantos abrazos que se dieron y Diego Jr. fantaseó un encuentro con su viejo.
Acaso como una señal desde algún lugar, este primer 30/10 sin Maradona unió a Boca y Gimnasia por la fecha 19 de la Liga Profesional. Miles de hinchas llegaron a La Bombonera con pelucas para imitar el pelo del Diego. Fue apenas una imagen de la fiesta con algunos puntos de contacto con lo que había ocurrido el 7 de marzo de 2020. Ese día volvió a pisar la cancha como técnico de Gimnasia en medio de ovaciones y homenajes.
En cada cancha, en cada potrero, en cada estadio, en cada plaza, cada partido fue para él. Fue parte de una consigna, un hashtag que se viralizó en las redes con videos y mensajes. Bajo el #1000PartidosPorEl10, se multiplicaron las imágenes de afecto. En Mendoza, con la Cordillera de fondo, en un partido amateur y con algunos jugadores con pecheras fluorescentes para completar el equipo, se cantó el “Maradooo, Maradooo” a los diez minutos de juego.
“Cuando en su homenaje dijo ‘la pelota no se mancha’, ahí hubiese sido el momento para escuchar sus últimas palabras. Esa sí que hubiera sido una muerte gloriosa”, dijo por estas horas Fernando Signorini, su histórico preparador físico, amigo íntimo de Diego. “Durante los 25 años que jugó al fútbol una única cosa permaneció inalterable: el Diego como máquina de cumplir sueños y regalar dicha popular. Porque los momentos más felices del último medio siglo fueron maradonianos”, escribió también el sociólogo Pablo Alabarces. Osvaldo Soriano lo había dicho muchos años atrás, cuando a Diego le cortaron las piernas en el Mundial de Estados Unidos 94: “Maradona es el gran relato de este país. Un gran relato que todavía no terminó. Nosotros estamos viéndolo ahora en la inmediatez. Porque lo que le pasa al sujeto de nuestro amor no puede sernos ajeno”.
Aun sin Diego en la Tierra, ese amor perdura y crece. Las muestras sobran, se esparcen, se multiplican, crecen.
La última aparición pública de Maradona, se recuerda, fue en el estadio de Gimnasia La Plata, cuando regresó el fútbol después del parate por la pandemia. Fue en su cumpleaños, el último en una cancha. Era el entrenador de Gimnasia. Sin embargo, a pesar de estar de vuelta en el fútbol argentino, lucía cansado, triste y con la cicatriz en el cuerpo por la muerte de Doña Tota y Don Diego, sin poder ya caminar. Fue un aviso de lo que ocurriría 26 días más tarde. La muerte, lo que nunca creíamos, y el vacío y la ausencia.
A Diego no le gustaba que lloraran por él. “No hay que llorar, no me gustan que lloren, no me gustan las despedidas, ni siquiera voy al aeropuerto”, dijo alguna vez. De alguna manera, Dalma recordó ese pedido en sus redes: «En un cumple tuyo, hace mucho, nos pediste que siempre siempre siempre el 30/10 sea una fiesta, estés o no estés vos. Ese día te dijimos que te callaras, que vos ibas a estar siempre. Hoy se me hace muy difícil cumplir tu deseo de festejar».
Este sábado del primer cumpleaños sin él, resultó una tarea imposible abrazarse solo a los festejos. Y no llorarlo.