El Comité de Disciplina de la Conmebol todavía no se expidió sobre este punto, pero el presidente del organismo, Alejandro Domínguez, ya dio el gesto político. La final, se anunció, será el 8 o el 9 de diciembre, pero en el exterior. Boca y River, el partido más emblemático del fútbol argentino, exégesis de la porteñidad, no se puede jugar en la Argentina. Será en Paraguay, Estados Unidos o Abu Dhabi, pero no en la Argentina. Un fracaso parecido ocurrió el mes pasado cuando Newell’s y Central tuvieron que irse de Rosario para jugar a solas un partido por Copa Argentina.La renuncia de Martín Ocampo como ministro de Seguridad de la Ciudad de Buenos Aires, a cargo del operativo el sábado, el que terminó con el micro de Boca apedreado y con jugadores lastimados, le aflojó las tuercas al poder de Angelici y a la vez le dio argumentos a River sobre su responsabilidad en el asunto. Si se tuvo que hacer cargo un funcionario, la culpa no la tiene el club, dicen.
Pero Angelici asegura que está dispuesto a recurrir al Tribunal Arbitral del Deporte, el TAS. La advertencia augura nuevos capítulos para la final más larga del mundo, la que tuvo cuatro días, mil horarios y sólo noventa minutos de fútbol. El presidente de Boca juega a fondo mirando su 2019, las elecciones que tendrá el año que viene en el club, donde pretende que algún delfín mantenga el cargo por el que ya no puede ser reelegido. Angelici tira de la cuerda aunque su credibilidad entre los socios está dañada. Después de dormir poco, el domingo desayunó enterado de que la principal tendencia en Twitter era el hashtag #AndateAngelici.Por eso insiste casi con desesperación que el partido no se puede jugar, lo que cambia la idea “jugar en igualdad de condiciones” que se planteó el fin de semana. Y que cambia incluso su propia idea de la noche del gas pimienta.
Hace un tiempo, en una entrevista en TyC, dijo que la eliminación por un episodio de ese tipo era injusta porque podía llevar a que haya infiltrados en filas rivales para ganar una serie. Enfrente, Rodolfo D’Onofrio, que todavía no dio explicaciones contundentes y creíbles sobre cómo llegaron trescientas entradas a manos del jefe de la barra brava de River, se muestra acaso con más astucia. Una derrota en el escritorio de la Conmebol no afecta su frente interno.
Para el Gobierno, otro actor que juega sus fichas, esto ya es una derrota. Mauricio Macri, que una mañana se levantó con la idea de que el partido se juegue con hinchas visitantes, ya ni siquiera tendrá el partido en la Argentina.Todo, sin embargo, perdió sentido. Incluso para los hinchas. Hasta la Conmebol, dañada también en su credibilidad, publicó un comunicado casi sin ganas, impreciso, casi modificable. Ya aprendimos que con este partido nunca se sabe.