En el Casino de Oficiales de la Policía, diez hombres se preparan para el Mundial de hockey sobre patines de San Juan 1978. Falta un mes y medio. Ejercicios ergonómicos, estudios médicos, psicólogos y hasta pedicuros para los jugadores, que nunca habían concentrado. Quince días antes del debut el plantel viaja a Mendoza. En un hotel del centro, César Luis Menotti les dice que confíen en sus condiciones: «Si se preparan a conciencia, no teman». El 11 de noviembre, en el estadio Parque de Mayo, cinco meses después del título del fútbol en la Copa del Mundo de Argentina, la selección de hockey sobre patines vence 3-1 a España, la potencia que necesitaba un empate para salir campeón. Se cumplen 40 años de aquel primer título.
Las Fuerzas Armadas donaron la Copa Fair Play al «juego limpio». El trofeo fue entregado por Clarín, parte de la organización. Hubo televisación de todos los partidos de la selección. José María Muñoz, el relator afín a la dictadura, transmitió la final. Al día siguiente, los campeones visitaron la redacción del diario Clarín. Pasearon en autobomba por Buenos Aires. Jorge Rafael Videla los recibió en la Casa Rosada: «La conquista del máximo galardón constituye un motivo de orgullo y un valioso aporte al ya ganado prestigio del deporte nacional». El Mundial en San Juan, capital argentina del hockey sobre patines, fue el tercero en el país en 1978 (el primero fue el de hockey sobre césped entre marzo y abril en Buenos Aires, y luego el de fútbol).
«Todo el aparato propagandístico del régimen se puso en pos del Mundial de hockey sobre patines, que generaba, como todos los deportes cuando hay una camiseta argentina de por medio, una expectativa y entusiasmo innegable, pero que no paralizaba al país», dice el periodista Matías Bauso, autor de la enorme investigación 78. Historia oral del Mundial, donde cita a ese otro Mundial: el de hockey sobre patines. «Fue un pequeño boom –explica Bauso–. Todos empezamos a conocer a los hermanos Martinazzo, a Agüero, el goleador, que era el Kempes. Los triunfos fueron masajeando el ego nacionalista, y tanto fue así que fue tapa de El Gráfico y de Gente. La dictadura intentó reproducir la alegría colectiva, pero cada intento estaba condenado al fracaso y a convertirse en una triste mueca».
El goleador Agüero es hoy vicepresidente de Concepción Patín Club. Tiene 61 años. Aún juega al hockey sobre patines. En los 70 estudiaba Educación Física en la Universidad Tecnológica de Mendoza. «Se tapó mucho y después se destapó todo, esa cantidad de atrocidades que se cometieron. En el deporte nosotros estábamos en una cajita de cristal, muy concentrados en el Mundial», recuerda Agüero. «No lo vivimos tan fuerte como en Buenos Aires o Córdoba, pero San Juan estaba intervenida y tuvimos varias visitas de los militares a la concentración. Me acuerdo de los militares recorriendo las calles, de ese temor a que te pegaran una paliza sólo por estar a la noche. Me he ligado algunos cachetazos. El clima era feo, pesado. Tal vez eso empujó mi salida a Europa después del Mundial. Le pudimos dar una alegría en ese momento al país, que lo necesitaba».
Ese año, Daniel Martinazzo, figura del Mundial, le ganó el Olimpia de Oro a Mario Kempes. Fue el primer jugador amateur que pasó al profesionalismo europeo. Ese año también recrudeció el conflicto por el Canal de Beagle con Chile. Al arquero Julio César Briones lo comparaban con el Pato Fillol. Briones trabaja ahora como coordinador de las inferiores de Andes Talleres. Estudió, como Agüero, Educación Física. «Tomamos la posta del Mundial de fútbol. Gracias a eso, de rebote, nos vistieron con la misma ropa, la de la AFA –cuenta Briones–. Siempre me preguntan por la dictadura cada vez que vamos a una charla. La verdad es que estábamos lejos de Buenos Aires y teníamos la cabeza en el Mundial, estábamos concentrados. Después nos enteramos, ni sabíamos lo que pasaba». La mayoría de los jugadores, desde entonces, dijeron que no hablaron de la represión y que tampoco les hablaron. Eso dijo Martinazzo. Jorge Andino, otro de los campeones, admitió que nunca vivió más tranquilo y con mayor seguridad como en aquellos años de la dictadura. Pero Briones y Agüero, no.
La mirada crítica también llegó desde el exterior. «La policía anda tras los jugadores, que no pueden salir a la calle. A San Juan le queda grande el Mundial. Hay muchos fallos», escribió Francisco Riojo, el periodista enviado por 4-2-4, diario deportivo catalán. Cuando regresó a Barcelona, fue sacado en andas del aeropuerto de El Prat por sus compañeros de redacción, quienes lo esperaron con estas pancartas: «Por un hockey democrático, dimisión directiva fascista» y «Por la libertad de expresión, 4-2-4«. Se refería a un conflicto con el presidente de la Federación Española de Patinaje, Antonio González. España dejaba atrás el franquismo. Cuatro décadas después en la Argentina, Agüero, a quien le decían que era el Kempes del hockey sobre patines por su clase y empuje, recuerda que años más tarde del Mundial su madre colgó en su casa un cuadro con la foto de la visita de la selección a Videla, y que se lo hizo bajar.