El martes por la tarde, cuando el Comité Ejecutivo de la AFA decidió enterrar la discusión sobre las sociedades anónimas, los números no cerraban. La idea era que estuviera en el orden del día de la asamblea del 29 de noviembre. Eso no ocurrirá. «La orden de sacarlo llegó desde arriba», relataba por esas horas un dirigente. Dicho desde el domicilio de Viamonte 1366, «desde arriba» es un domicilio a unas 15 cuadras, Balcarce 50, Casa Rosada. El gobierno, que en las últimas semanas había acelerado para tener antes de fin de año un nuevo modelo de clubes en el fútbol argentino, no pudo avanzar. El fútbol es un territorio de resistencia para Mauricio Macri, toda una paradoja para alguien que construyó su carrera política desde un club.
Desde que asumió como presidente, Macri activó todo el dispositivo estatal para dominar al fútbol. Primero liquidó Fútbol para Todos, intervino la AFA, jugó con el dinero para forzar decisiones y hasta puso en la cancha a la Inspección General de Justicia cuando hizo falta. A su favor, en diciembre de 2015 todavía había una disputa abierta por la herencia política de Julio Grondona. Fue el momento del 38-38, cuando Daniel Angelici, presidente de Boca y uno de los delegados del macrismo en el fútbol, intentó frenar la llegada de Marcelo Tinelli a la presidencia de la AFA apoyando a Luis Segura. Que todavía se librara una lucha por el poder le permitía a Macri entrar por esas hendijas. Ambos, tanto Tinelli como Macri, supieron en este tiempo que el fútbol tiene sus propias lógicas. Que se puede controlar un club, pero la AFA es otra cosa. Claudio «Chiqui» Tapia llegó a la presidencia aliado con Angelici. No era el candidato que el macrismo quería, pero era el que tenía los votos.
«Este gobierno ha intervenido quizá mucho más que el anterior», dijo el año pasado Matías Lammens, presidente de San Lorenzo, el club que más resistencia impuso a las sociedades anónimas. Hay en eso casi una tradición, una historia de la que el 30 de noviembre se cumplirán 18 años. En 2000, una asamblea del club frenó el intento de gerenciamiento de ISL, una empresa que quebraría meses después. Y el lunes pasado, durante el partido frente a San Martín de San Juan en el Nuevo Gasómetro, la de San Lorenzo terminó por convertirse en la hinchada del cancionero antimacrista. Aunque se canta hace tiempo, a principios de este año se impuso desde esa tribuna el grito contra Macri seguido de una puteada, «Mauricio Macri, la puta que te parió», viralizado luego en recitales, teatros y subtes. «Oh, Macri delincuente, San Lorenzo no se vende», cantaron el lunes pasado.
Entre los principales dirigentes del fútbol argentino, Lammens fue el opositor más fuerte a que se les abra paso a las sociedades anónimas. El sábado pasado escribió un hilo en Twitter que comenzaba con una toma de posición: «Las Sociedades Anónimas Deportivas son una mala idea para los clubes argentinos. Nuestra postura es clara: San Lorenzo fue el primer club en rechazar las SA en su asamblea de socios. Por estatuto, el club será siempre de los socios y nunca de un dueño #NoALasSAD». Y días después, aunque no se pronunció por la cuestión de fondo, Marcelo Tinelli cuestionó que la votación por las SAD no se realice a mano alzada.
Ese punto terminó por desarmar el operativo del gobierno. Es que tanto Angelici como el asesor presidencial Fernando Marín, cada uno por su lado, trabajaron para sumar apoyos a favor de la modificación del estatuto de la AFA que permitiera el ingreso de las sociedades anónimas. Tuvieron aliados, según cuentan distintos dirigentes, como Alejandro Nadur, presidente de Huracán, y Víctor Blanco, presidente de Racing. La herramienta de presión fue el decreto 1212/03, un régimen especial de cargas patronales para los clubes. Una quita o modificación de ese beneficio ponía en riesgo las cuentas de algunos clubes, por lo que la amenaza tuvo efectos sobre algunos dirigentes, que sin embargo explicaron que no podían hacer público ese apoyo.
Fue entonces cuando entró en juego la posibilidad de que el voto sea secreto. El vicepresidente de River, Jorge Brito (h), lo planteó en una reunión de Superliga. Augusto Costa, vicepresidente de Vélez, le salió al cruce esa vez. Y no había muchos dirigentes dispuestos a defender públicamente el voto secreto. Cada uno por sus razones. Unos por convicción, otros porque sabían que, al final de todo, tendrían que volver a sus clubes a enfrentar a los socios. Ante ese panorama, con la imposibilidad de sumar voluntades, el macrismo dio marcha atrás.
«Este es el resultado de la militancia y la lucha en la defensa de nuestros clubes. Quienes amamos al club porque es nuestra vida y le dedicamos nuestra vida sabemos lo que estaba en juego y desde nuestro lugar de hincha, socio, socia, dirigente o periodista hemos estado a la altura y seguiremos estando. Nuestra identidad, nuestros colores, nuestros barrios, nuestra cultura no están en venta. No son parte de su industria ni de sus negocios», escribieron desde la Coordinadora de Hinchas. «Pero hay que estar atentos», decía otro dirigente por esas horas. Y un colega se sumaba: «Ganamos, pero a no bajar la guardia porque estoy seguro de que van a volver a la carga». El fútbol fue cuna para el macrismo, pero a la vez es el lugar que se le resiste. Por ahora. «
POR LA AUH
La media sanción del Presupuesto en Diputados trajo un alivio para el deporte. Es que después de la insistencia de la Confederación Argentina del Deporte en conjunto con la oposición, se evitó derogar la Ley 27.201 con la que se implementó la Asignación Universal por Hijo en el Deporte, que sin embargo el gobierno no paga.