“Todos nos quedamos con la espina de la Champions, de la eliminación y de cómo fue. Así que hoy prometemos que este año vamos a hacer todo lo posible para que esa Copa tan linda y tan deseada por todos vuelva a estar otra vez en el Camp Nou”. Las palabras son de Lionel Messi, el último 15 de agosto, en la previa del Joan Gamper, cuando Barcelona abría su temporada 2018/19 con una victoria por 3 a 0 ante Boca. La espina de la que hablaba el 10 era la derrota por 3 a 0 ante Roma, en cuartos de final de la Champions League 2018, después de haber ganado 4 a 1 el partido de ida. Ya se sabe que el final de esta temporada no es el esperado por Messi. Y algo peor: se repitió el modo en el que quedó eliminado. Liverpool pasó por encima del Barcelona, le ganó por 4 a 0 y le cortó el sueño al 10 de levantar su primera Champions como capitán.
Después de la actuación brillante del rosarino, que parecía encaminarse a su quinta final de Champions, llegó la contracara. Pareció un déjà vu de lo que ocurrió en Roma: un equipo fantasma y una figura que casi no entró en juego en los minutos finales. Antes de que el Liverpool convirtiera el cuarto en una acción llamativa –el local apuró la salida de un córner, mientras todo el Barca miraba estático-, Messi había tenido dos opciones claras en su pie zurdo –en una demoró en definir, en la otra la pelota se fue al lado del primer palo- y con dos asistencias había generado las chances más claras del Barcelona.
Ahora, eliminado de la Champions y con La Liga de España en el bolsillo, en el calendario de Messi aparecen la final de la Copa del Rey ante Valencia, el 25 de mayo, y la Copa América de Brasil. Al igual que ocurrió en el Mundial de Rusia, el 10 llegará con menos desgaste que otros años al predio de la AFA en Ezeiza. El tiempo dirá si, esta vez, la revancha le llega con la camiseta de la Selección.