Hasta el año pasado, el fútbol argentino consideraba el embarazo de una jugadora como una lesión. El absurdo recién se modificó con un nuevo régimen laboral firmado entre Agremiados y la AFA. Fue un avance, el paso siguiente después de haber conseguido la profesionalización, ese mismo año. El convenio les permite a las futbolistas cobrar salarios durante la licencia y conservar sus trabajos una vez que termine. No fue una concesión del fútbol patriarcal, fue la conquista de una lucha que desde hace tiempo está integrada también a la del aborto seguro, legal y gratuito; la marea verde que va de las calles a las canchas de fútbol.
“Desde el deporte se ha venido luchando contra la maternidad obligatoria. Y el fútbol se hizo eco de los cambios. Pero nos siguen faltando derechos para las maternidades no gestantes. Ahí las instituciones tienen una mirada hétero-cis normada en algunas cláusulas”, dice la periodista Analía Fernández Fuks, que planteó la cuestión el año pasado en un artículo de LatFem. “Para AFA –escribió– hay jugadoras mujeres que se embarazan. Esas son las madres. Esas son las sujetas de este convenio. No las lesbianas, las trans, las intesex, las no binarias. Las madres no gestantes tampoco son madres”.
El convenio del año pasado, además, planteaba la necesidad de que las futbolistas declarasen no estar embarazadas antes de los partidos. Así lo explicitaría una leyenda en la planilla de los equipos. ¿Y si no lo saben? ¿Y si no lo quieren decir? La FIFA recomendó semanas atrás a sus federaciones que avancen en la ampliación de derechos de las futbolistas gestantes. Además de tener acceso a licencias, no podrá haber cláusulas antiembarazo, se deberá facilitar la reintegración de la futbolista, y las mujeres tendrán derecho a amamantar y a extraerse leche. Ser madre significó para muchas el final de una carrera, la limitación a desarrollarse, un freno que luego costó reactivar. Y estuvieron también las que con esfuerzo, y acaso un contexto social y familiar favorable, pudieron combinar el fútbol y la maternidad. Pero todo empieza siempre en que sea deseado.
“El aborto tiene mucho que ver con las mujeres en el deporte. El disciplinamiento del cuerpo de las mujeres es lo que muchas veces nos aleja del deporte”, afirma la periodista Ángela Lerena. “¿Para qué sirve el cuerpo de las mujeres? ¿Para el deleite sexual y visual de los hombres, para procrear, para ser cuidadoras? ¿O con nuestros cuerpos también podemos jugar, correr, transpirar, abrazarnos con otras y con otros? La negación del derecho al aborto es decir que el cuerpo a la mujer no le pertenece, sino que es de la sociedad, que lo usa para reproducirse», agrega.
El derecho a una maternidad deseada camina de la mano con el derecho a jugar, como lo recordó Mónica Santino, directora técnica, referente de la villa 31, en su exposición en el Congreso durante el debate de 2018: “Lo que hemos hecho (en el barrio) fue conquistar una cancha de fútbol del barrio. Poniendo nuestro cuerpo para jugar”. Y ese derecho al juego, dijo Mónica, activa otra idea, que el cuerpo de la mujer puede hacer mucho más que la tarea de cuidado de los hijos y las hijas.
“Antes que jugadoras –dice Luana Muñoz, futbolista– somos mujeres. Queremos conseguir ese derecho a decidir sobre lo que hacemos y lo que no. Conseguir el aborto legal va a ser una muestra más del crecimiento de las mujeres en la sociedad argentina. El fútbol femenino no hubiese crecido sin movimiento feminista”. La noche de noviembre de 2018 en que la Selección argentina de mujeres le ganó 4-0 a Panamá en el partido de ida por el repechaje para el Mundial de Francia, todo eso se combinó. Banderas y pañuelos verdes futbolizados, alentando al equipo. Es lo que resumen Anuka Fuks en una frase sobre todo lo que se trata esta lucha: “De ir a conquistar las canchas –dice– y también ir a conquistar leyes”.