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Pero ganó el mejor. No hubo fracasos estridentes de Argentina, pero falló la estructura que no supo soportar la ofensiva de un equipo talentoso y preparado. Lo que sobrevino entre el segundo y el cuarto gol de Francia probablemente haya sido uno de los tramos más brillantes de esta Copa. Así lograron una imposición que no tiene objeciones.
La defensa fue un talón de Aquiles y Armani no terminó de ser el arquero plenamente convincente que se esperaba. Incluso hubo rendimientos en ascenso como algunas piezas del mediocampo y el propio Ángel Di María. Pero a Messi lo marcaron de una manera extraordinaria y lo mismo, en un par de ocasiones, se las ingenió para marcar la diferencia, aunque nunca pudo jugar de cara al arco rival. Siempre debió liar para encontrar los espacios y la pelota.
Así, con una defensa de 4 puntos, un medio campo de 7 y delantera de 6 no alcanzó para hacer un promedio como el que tuvo Francia, bastante más parejo en todas su líneas.
La Argentina se vuelve y no me parece que quepan reproches grandilocuentes. Porque hay que entender que se jugó ante un gran adversario. Tan sólo se trata de una frustración más en un campeonato del mundo. Pero hay que barajar y dar de nuevo, en el fútbol argentino, en todo sentido. De la AFA hasta el suplente del puntero izquierdo. Implica aceptar el final de una generación que posiblemente lo incluya a Messi: mucho dependerá de él mismo. Pero hay que hacerse a la idea de una Selección sin él, sin Mascherano, sin Di María. Así hay que concebir el futuro. No será fácil, claro. Pero la Argentina entra en un período de transición que invita a confiar por el bajage de jugadores que siempre aparecen, pero que levanta preocupación. Ya no hay chance para muchos de estos jugadores, de los más importantes de este ciclo. Habrá que apostar a otros, incluso a los más jóvenes de este ciclo. Pero empieza otro camino que se presenta complicado. «