–Todavía no he encontrado una película que me represente como Scarface. Obvio que hay un poco de morbo, porque viví en México y cerca de eso. Me tocó la posibilidad de ver a Maradona, y muchos lo critican. Pero nunca he visto, cuando estuve cerca, a nadie que le diga nada. Siempre «Diego, Diego». Entonces, cuando vos estás ante esas personalidades famosas, te das cuenta lo que impactan. Yo siempre decía que me hubiese gustado estar o ver esas situaciones…
Christian Bragarnik tiene, arriba a la derecha, colgado en la pared, un cuadro de la película en la que el actor Al Pacino interpreta a Tony Montana, un narcotraficante cubano. Es octubre de 2015. Sobre el representante cae un manto de sospechas que lo vinculan a los dineros narcos en el fútbol. Apoyadas en el marco del cuadro de Scarface hay dos balas: una dorada, más grande, otra plateada.
Casi tres años después, Bragarnik intercedió en la llegada de Maradona como entrenador a Dorados de Sinaloa, uno de los clubes de la familia Hank. El lunes, desde un costado de la cancha del Estadio Banorte, vio la primera práctica de Diego junto a José Antonio Núñez, presidente del club, y a Jorge Alberto Hank Inzunza, presidente de Xolos de Tijuana, dueño a su vez del 60% de Dorados. Bragarnik fue el que negoció con el abogado Matías Morla, agente de Maradona. En 24 horas acordaron el contrato por 11 meses, y volaron a México desde Argentina.
Bragarnik se lanzó a la compra-venta de jugadores con Mariano Monrroy, quien pasó de Talleres de Córdoba a Irapuato en 2002. Al año, era el presidente de Querétaro. En 2004, con él, fue desafiliado de la Federación Mexicana porque los colombianos Paul Solórzano Lozano y Jorge Mario Ríos Laverde, dueños y socios de El Chapo Guzmán, eran buscados por la DEA, acusados de lavar dinero del narcotráfico en Querétaro. «Nunca a uno lo valoran por su capacidad y trabajo. Eso no vende, no sólo en México –le dijo esta semana al diario Esto–. Entiendo las reglas del juego que proponen estar cerca de gente con protagonismo, pero repito: no tengo ni tuve nada que ver con nada referente al narcotráfico».
Bragarnik movió 25,4 millones de dólares en los últimos tres años en concepto de transferencias de futbolistas con clubes mexicanos. Alguna vez vio cómo asesinaban a una persona en la puerta de un hotel de los Hank. «A partir de esa primera vez con la venta de Monrroy, empezó todo –contó Bragarnik aquel día que comparó a Diego con Scarface en su oficina de la empresa Score Fútbol SA, en Puerto Madero–. Me proponen quedarme a trabajar. Necesitaban a alguien para visionar: al año era el presidente de Querétaro. Allá son franquicias con dueños y le dan otro orden. Ahí es donde se discute mi origen. Me tocó ir a trabajar en la parte deportiva y con el tiempo me enteré un poco de que aparentemente los capitalistas del club, su dinero, venía del narcotráfico. Es fácil hablar. Pero nunca tuve un juicio. Así se hizo esa imagen mía».
En la foto que ilustra esta nota, Bragarnik está en la recepción de Score Fútbol, con los escudos de los clubes de la liga mexicana de fondo. En el centro, detrás de su cabeza, los de Xolos y Dorados. En México, ahora, lo llaman «el Maradona de los representantes».