Italia, la gran ausente en Rusia 2018, vive en Uruguay. Clasificada con tres triunfos y única sin goles en contra en la primera ronda, la selección de Óscar Tabárez, sin caer en el catenaccio ni el juego brusco, expone el orden y la disciplina como valores innegociables en el juego directo de ataque. Casi la mitad de los futbolistas que utilizó el entrenador jugaron -o juegan- en la liga italiana. Desde 2006 al frente de Uruguay, a los 71 años Tabárez fue certero después de la victoria 1-0 ante Arabia Saudita sin superar con creces al rival, con un mal primer tiempo: “La manera de jugar en cancha rival es creándole problemas defensivos y no insistimos con lo que nos estaba dando resultados, los pases largos. Porque esto de la posesión de pelota parece que se transformó en algo santificado y cuando se hace en zonas intrascendentes y hay dificultades para llevarla a campo rival, hay que buscar otros métodos, sobre todo con los puntas que tenemos”. Tabárez, que dirigió en el calcio a Cagliari y Milan, agregó, simple, que hacer un buen Mundial es “ganar partidos”.
Álvaro González -33 años, cuatro partidos en Brasil 2014- jugó entre 2010 y 2016 en Lazio y Torino. “Uruguay tiene mucho del fútbol italiano por el aspecto táctico, fundamental para el Maestro además de lo que se pueda hacer con la pelota -explica González desde la concentración de Nacional, su actual club-. Es parte de limitar al rival y después proponer. Había jugadores que todo el mundo pedía en Uruguay y que recién después de dar el salto y llegar a esa liga, él los consideró. Ha dicho que han vuelto hecho otros jugadores, que han aprendido mucho, sobre todo desde lo táctico. Se me viene a la mente Matías Vecino. Es uno de los casos”.
De los 17 jugadores que Tabárez utilizó en el Mundial, ocho jugaron -o juegan- en Italia: Fernando Muslera (Lazio, de 2008 a 2011), Martín Cáceres (Juventus, Verona y en la actualidad en Lazio), Matías Vecino (Fiorentina, Cagliari, Empoli y hoy en Inter), Rodrigo Bentancur (Juventus), Edinson Cavani (Palermo, de 2006 a 2010, y Napoli, de 2010 a 2013), Cristian Rodríguez (Parma, en 2015), Lucas Torreira (Pescara, de 2014 a 2016, y en la actualidad en Sampdoria) y Diego Laxalt (Bologna, de 2013 a 2014; Empoli, de 2014 a 2015; y hoy en Genoa).
“Dicen que el hombre desciende del mono, y que los uruguayos descendemos de los barcos que llegaron de Europa, muchos de Italia, país que nos impregnó de apellidos y de una manera de jugar al fútbol. Y nada disfruta más el uruguayo que ver a su selección defender con uñas y dientes apretados para obtener ese gol del triunfo por vía de la pelota quieta, con el orden táctico como marca en el orillo. Así que es probable: hay mucho del fútbol italiano en Uruguay”, acepta el periodista y escritor uruguayo Sebastián Chittadini, autor del libro Que vuelva la Celeste de antes. Es así: los cinco goles de Uruguay en el Mundial llegaron por el camino de la “pelota quieta”: tres de tiros de esquina y dos de tiros libres.
“Y tampoco olvidemos que en distintos momentos -recuerda Chittadini-, la federación italiana intentó la nacionalización de Vecino y de Torreira, como en su momento se nos llevó a Schiaffino y a Ghiggia. Ah, ¿y a quién mordió Suárez en un Mundial? Sí, a un italiano”.
Luis Suárez, la carta goleadora de Uruguay, mordió en el cuello al italiano Giorgio Chiellini hace cuatro años en Brasil. Chiellini todavía es el capitán de la Italia que se reconstruye después de perder el repechaje para Rusia ante Suecia en Milán. A Torreira, la promesa uruguaya que es más que factible que pase al Arsenal inglés, “lo acomodaron” en Italia después de que se fuera de Montevideo Wanderers como un enganche: es un técnico y metedor mediocampista central. Juan Alberto Schiaffino y Alcides Ghiggia, autores de los goles del Maracanazo en el Mundial 1950, jugaron no sólo en Roma y Milan. Lo hicieron después durante años en la selección italiana, amparados en la reglamentación de la FIFA.
Otros tiempos, pero no tanto: los pilares del juego a la italiana de Uruguay, los centrales Diego Godín y José María Giménez, son dirigidos en Atlético de Madrid por Diego Simeone, que jugó en Pisa, Inter y Lazio. El “cuchillo entre los dientes”, la frase que popularizó Simeone antes de un partido de la Selección Argentina frente a Uruguay en 1996, también habla italiano.