Pierre Webó le preguntó seis veces al cuarto árbitro Sebastian Coltescu: “¿Por qué dijiste ‘este negro’?”. París Saint-Germain-Estambul Başakşehir empataban sin goles el martes por la última fecha del Grupo H de la Champions. El árbitro, por indicación del rumano Coltescu, había expulsado al camerunés Webó, asistente técnico del equipo turco. Estallaron en el banco de suplentes. Neymar y Kylian Mbappé, estrellas de PSG, se sumaron a las recriminaciones. “No podemos jugar con este tipo”, instó Mbappé, de padre camerunés. Y los futbolistas, unidos contra el racismo, abandonaron el campo de juego del Parque de los Príncipes. Nunca había sucedido en la historia de los torneos de la UEFA. En las calles de Francia, semana tras semana, hay marchas que piden derogar la “ley de seguridad global”, que prohíbe filmar abusos policiales, resistida por antiinmigrante y antimusulmana. En 2020, los deportistas de élite, desde el fútbol y la NBA hasta el tenis y la Fórmula Uno, se organizaron: lucharon por sus derechos y se involucraron en asuntos sociales. En el año de las competiciones en “burbujas” por la pandemia, muchos salieron de la burbuja real que a veces los aísla en sus vidas. Humanizaron el deporte.
“Cállate y juega”, le había dicho Laura Ingraham, una de las periodistas más reconocidas de Fox News, a LeBron James. Era febrero de 2018. Crítico de Donald Trump, LeBron le respondió: “No nos vamos a callar y vamos a jugar”. Replicó las protestas de Colin Kaepernick, el jugador de fútbol americano que se arrodillaba ante el himno por la vergüenza que le producía un país que perseguía a su pueblo. El Black Lives Matter (“Las vidas de los negros importan”). En junio, después del asesinato de un policía blanco a George Floyd, LeBron se convirtió en el principal exponente en el reclamo de justicia. Y en un líder anti Trump. Lo apoyaron otras figuras de la NBA. Pero en septiembre, después de que un policía le disparara siete tiros al ciudadano negro Jacob Blake, organizó una asamblea en el epicentro de la “burbuja” de Disney, donde se cerraba la temporada de la NBA, y votaron un paro histórico que se replicó en otros deportes. Como en el Masters 1000 de Cincinnati, que se frenó a pedido de la tenista Naomi Osaka, de padre haitiano. “Antes que deportista, soy una mujer negra -dijo Osaka, japonesa, 23 años, quien ya ocupó el Nº 1 del ránking de la WTA-. Ver el genocidio de personas negras a manos de la policía me enferma”. Osaka, ganadora del US Open, mostró barbijos con nombres de víctimas de la brutalidad policial. “Odio cuando dicen que no deberíamos involucrarnos en política y solamente entretener”.SAY NO TO RACISM. ❌❌❌
— Kylian Mbappé (@KMbappe) December 8, 2020
M.WEBO WE ARE WITH YOU. ✊????
“Los atletas se despertaron en 2020 -dice Dave Zirin, editor de deportes en la revista The Nation– porque vieron las manifestaciones más grandes en la historia de Estados Unidos, después de que el asesinato policial de George Floyd fuera grabado y viralizado por todo el mundo. La burbuja que rodea a los atletas profesionales estalló”. En la Premier League inglesa, la liga más millonaria del fútbol, los jugadores salieron con camisetas del Black Lives Matter y se arrodillaron en las canchas. Marcus Rashford, delantero de Manchester United, uno de los diez futbolistas mejor pagos de Inglaterra, volvió a marcarle la cancha al gobierno conservador de Boris Johnson: le pidió al Parlamento que cubra “todas las comidas infantiles durante los días festivos y las vacaciones hasta el verano de 2021”. A mitad de año, después de publicar una carta, el gobierno había dado marcha atrás con el recorte de comidas en las escuelas en plena pandemia. En asociación con una editorial, lanzó ahora una campaña de lectura infantil. Hijo de Melanie, madre soltera que trabajaba 14 horas por día, Rashford es centro de ataques de partidos y medios de derecha, que le cuentan la compra de propiedades. “Tengo 23 años -les respondió-. Vengo de tener muy poco. Necesito proteger mi futuro y el de mi familia. Por favor, no escriban estos artículos haciendo referencia a mi ‘campaña’”.
Lewis Hamilton, el campeón negro de la Fórmula Uno, horadó en el automovilismo, un deporte más cerrado que otros. Se arrodilló en las pistas y subió a podios con buzos que reclamaban el arresto de “los policías que mataron a Breonna Taylor”, ciudadana estadounidense. “Algunos de ustedes figuran entre las más grandes estrellas y sin embargo permanecen silenciosos frente a la injusticia”, les dijo el inglés a los demás pilotos. “Nadie mueve un dedo en mi industria, un deporte dominado por blancos. No se levantaron y se pusieron a nuestro lado”. Siete veces campeón de la Fórmula Uno (igualó a Michael Schumacher), piloto que más dinero ganó en la historia, Hamilton sufrió bullying y racismo en la escuela del barrio de Stevenage y, también, en los años iniciales de karting. Aprendió karate para defenderse, mientras dormía con un póster de Ayrton Senna en la pared de su habitación.
El cambio de su nombre esclavo. La lucha por los derechos civiles de los negros. La negación a combatir en la guerra de Vietnam. Muhammad Ali es el protagonista latente en el fondo del paro histórico del deporte contra el racismo en Estados Unidos. El más grande. pic.twitter.com/o41CKEhWp1
— Roberto Parrottino (@rparrottino) August 27, 2020
“Ya hemos estado aquí antes, con los proyectos de Derechos Humanos en los Juegos Olímpicos y la Democracia Corinthiana de Sócrates, por ejemplo. Pero sí, este año se ha experimentado un fuerte aumento. Es Black Lives Matter, pero también un número creciente de activistas climáticos entre los deportistas (Héctor Bellerín, Patrick Bamford) y contra la pobreza y el hambre (Rashford) -explica el sociólogo inglés David Goldblatt, autor de libros de fútbol-. Muchos deportistas se están volviendo más seguros a medida que toman más control sobre sus carreras ante los clubes y las federaciones. La antipolítica en el deporte está disminuyendo. Hay atletas más reflexivos y más educados también porque los gobiernos y los oligarcas han hecho del deporte lo que los atletas finalmente se dan cuenta”.
Son deportistas “incómodos”, como la estadounidense Megan Rapinoe, mejor futbolista del mundo, defensora de los derechos de la comunidad LGBT. El cambio propiciará otros a corto plazo. La revista Sports Illustrated eligió a LeBron como el “atleta activista” de 2020. Lo siguió Osaka. Pertenecen a una generación que levanta la voz ante las injusticias y comunican desde las propias redes sociales, un sentido diferente de ser. Sus voces son escuchadas. No sólo permanecen y transcurren. Son los continuadores modernos de Muhammad Ali, el boxeador que le dijo “no” a la Guerra de Vietnam. De los atletas del Black Power, que levantaron el puño con un guante negro en los Juegos de México 68. De Diego Maradona, que se le plantó a la FIFA en el Mundial 86 por los horarios de los partidos en el mediodía mexicano y que creó un sindicato de futbolistas. Fueron símbolos. Excepciones. Ahora parece ser colectivo.