Alexis Ferlini, categoría 2001, tenía 19 años. Había quedado libre a principios de año de las divisiones inferiores de Colón. Era arquero. Le decían “El Pulpo”. El miércoles 15 de abril se suicidó en Santo Tomé, en las afueras de Santa Fe. “En Colón me lo dejaron libre. En Arsenal y en Platense lo querían ya, pero no había tiempo para ficharlo”, dijo Ariel Ferlini, su padre. “El bajón de Colón lo rebalsó. No quiero que esto le pase a nadie más, menos a los chicos del club. Los actuales dirigentes de Colón no saben el daño que causan a los chicos, cuando en otros clubes los tienen como tiene que ser”. Durante los primeros días de marzo, Marcelo Rosatti -juvenil de la Sexta, 17 años, de Malabrigo- se había disparado en el pecho. Fue internado y, días más tarde, dado de alta. “A seguir luchando, Marce, Colón te necesita”, comunicó Colón en las redes sociales. Del suicidio de Ferlini, a casi dos semanas, el club todavía no dijo nada. Silencio.
Apenas el 3% de los juveniles que integran la Séptima División (16 años) de un club del fútbol argentino llegará a firmar un contrato como jugador profesional. “Es amplio el tema. Para mí, se debería empezar en decirles que puede ser que no lleguen, que de hecho la mayoría no llega -dice Gustavo Oberman, campeón mundial Sub 20 en Holanda 2005, surgido de las inferiores de Argentinos Juniors, actual futbolista de Dock Sud-. Pero a los clubes no les interesan esos chicos. Quieren a todos motivados para ayudar a los que creen que van a llegar. Y eso, a la larga, frustra a muchos. Es así. Y muchas veces no dejan salir a los chicos a otros clubes para que no explote en otro lado y que hablen mal de ellos”. En tiempos de cuarentena, un juvenil de un club de Primera hasta llegó a gastarse el dinero de la comida en recargas de celular para poder entrenarse vía Zoom. El fútbol lo pondrá como casos de “esfuerzo” y “superación”. Sólo si triunfan.
El suicidio de Ferlini, el juvenil que Colón había dejado libre, ocurrió en pleno aislamiento social. El 22% de las futbolistas y el 13% de los futbolistas presentaron síntomas de depresión durante el encierro forzado, según un estudio del sindicato de jugadores (FIFPro) y la Facultad de Medicina de Ámsterdam. Y el 18% de las mujeres y el 16% de los varones informaron ataques de ansiedad. “Los porcentajes son notablemente superiores con respeto a otros recientes -apuntó FIFPro-. Existe preocupación por su futuro en la industria del fútbol”.
En 2019, se recuerda, se suicidaron cuatro futbolistas en Argentina. El más notorio: Julio César Toresani, quien se mató en una oficina de la Liga Santafesina de Fútbol, en la que vivía hacía dos meses luego de padecer apremios económicos. El 38% de los jugadores sufre depresión o problemas psicológicos, en especial los que atraviesan lesiones graves. En la población en general, el porcentaje varía entre el 13 y el 17%. Y después del retiro, insomnio, angustia, alcoholismo. A pesar de que hay más puestos de trabajo, el fútbol no suele trabajar el después del retiro. La formación humana choca con el negocio, que ilusiona, destrata y abandona. De alguna manera, los futbolistas, sin distinción, viven hoy un “retiro virtual”.