Alejandro Valori sabe lo que es estar en la cima del boxeo argentino y en la lona. Conoce bien cómo prepararse para grandes peleas y cómo «hacer plata fácil». Tiene bien en claro cómo son los manejos turbios fuera del ring e incluso sabe lo que es ser abuelo con apenas 34 años. Luego de sufrir golpes duros dentro y fuera del ring, decidió volcar toda la experiencia en ser dueño de su propio destino y hacer el camino largo, pelea a pelea. La semana pasada, se consagró campeón sudamericano pesado de la WPC, en fallo unánime contra Emilio Zárate. «Lo tomo como un renacer en el boxeo», le cuenta a Tiempo.
Mojarra Valori se crió en Boulogne. Despachó las hamburguesas más famosas del mundo, fue obrero de construcción, repartidor de bebidas y tuvo varios oficios mas. Pero, sobre todo, desde muy chico fue boxeador. Viene de tres generaciones de pugilistas. Su abuelo Juan Manuel Laserna, su padre Emilio Valori y él. «Ahora, se viene Metralleta», dice en relación con uno de sus 3 hijos, Juan Ignacio (10 años), quien también agarró el vicio de los guantes.
Valori fue campeón crucero de la FAB entre 2012 y 2014. Fue también campeón latino OMB. Luego, cayó por puntos en Berlín, ante el alemán aun invicto Noel Gevor. Llegó a pelear en Gran Bretaña, contra Nathan Cleverly, por un cinturón Intercontinental. Luego de caer con Gevor, Valori comenzó a transitar «el mal camino» y a «hacer la fácil», lo cual puso a su carrera en una montaña rusa. Empezó a aceptar cualquier pelea. «Había dejado una buena imagen y me seguían llamando de afuera. Era plata fácil. Ganaba muy buen dinero, sin entrenar. Empecé a ir por la plata y dejé de lado el prestigio. Dejé de hacer las cosas bien, aprendí las mañas», reconoció.
Valori (23, 16KO; 12; 0) no escapa a la responsabilidad propia, pero también entiende que los factores externos pueden influir de manera negativa. «Los representantes, cuando quieren, hacen que todo sea mas difícil. Te hacen pelear de cualquier manera y no podés decir que no. Son tres promotores que manejan las peleas importantes y, si no estás con ellos, no estás con nadie. Hubo peleas en las que llegué después de un largo vuelo y, sin siquiera dormir, tenía que ir a pelear, contra boxeadores de primer nivel. Me sacaron el título por medio punto siendo el campeón, me dejaron seis meses parado», dice. «Afuera -agrega- hice ocho peleas. Cuatro muy buenas y cuatro desastres. Esto lo tenés que hacer como una religión. Si no, no sirve».
Sabe que desaprovechó la mejor época de cualquier deportista. Pero no se resigna. Hace siete meses llegó a su vida una nueva persona que sirvió también de motivación: Paz, su nieta. Mojarra cumplirá en octubre 35 años. Tuvo a su primer hijo, Ezequiel, a los 16. Eze no quiso ser menos y tuvo a Paz a los 17. «Tengo dos hijos mas, Juani y Adriano (5), que viven en Mendoza con la madre. Viajo cada tres semanas», cuenta. «Ellos necesitan que esté bien, para poder darles un futuro. Están bien, igual. No les falta nada. Pero son mi motivación porque si yo seguía por el mal camino, ellos iban a pasar necesidades a futuro por culpa mía».
Viene bien de abajo, como todo buen boxeador. El año pasado, sufrió la pérdida de su padre, quien fuera su mentor en la vida y en el box. Ese golpe fue de nocaut, pero se levantó una vez más. «Ahora, armé un gran equipo. Tengo a Lucas Díaz como preparador físico. Entreno en el Dojo Farang, de Gustavo Villaroel. Estoy con Eduardo Molina, en Villa Adelina, y también voy a Honor y Patria, en Villa Hidalgo, donde entrenaba el Chino Maidana; ahí, tengo también un gran manoplero».
La otra motivación de Valori es el propio orgullo. La alternancia de victorias en Argentina y derrotas en el exterior de los últimos dos años lo dejaron en una encrucijada: dejar de pelear o hacerlo a consciencia. Su penúltima pelea fue en Alemania, en diciembre, cuando perdió en el primer round contra el noqueador ucraniano Golovaschenko. «Eso no lo puedo hacer mas. Me hizo un click. Desde ahí, soy mi propio representante y sueño con ser campeón del mundo.» Por eso, se abrió de cualquier promotor e incluso de la FAB. Maneja también a otros boxeadores. De esa manera, llegó el título de la WPC, una entidad que no es de las más grandes, pero que sirve para el ranking y como vidriera.
Es la segunda vez que Mojarra pelea con Zárate. Las dos veces se fue con una victoria. «Pensé que lo iba a noquear, por cómo se dieron los primeros rounds. Pero no se cayó y entonces empecé a bajar el ritmo y a trabajar más la pelea. En los últimos rounds, salí de nuevo y estuve a punto de tirarlo», detalla. «Fue una buena pelea. Pero tengo que seguir entrenando fuerte porque todavía no estoy al 100%».
«Esto significa una vuelta para mí; un renacer. Espero que sea un despegue. Esta pelea suma mucho en el ranking y espero seguir haciendo camino pelea a pelea, que es la mejor forma para recuperar prestigio y hacer peleas grandes.» Ya tiene arreglada la primera defensa, el 10 de junio, contra Walter Cabral, en Boulogne. «