Si Serena Williams conquista el Grand Slam número 24º de su carrera, si Novak Djokovic levanta el trofeo por tercer año consecutivo, si Rafael Nadal gana por segunda vez en el cemento oceánico serían algunos ejes de análisis para un torneo habitual en un mundo normal. Pero en un planeta dominado por un maldito virus los intereses pueden cambiar, ser más elementales, volverse menos exigentes. Empezar y terminar, por ejemplo. Acaso como nunca antes, lo que suceda durante los próximos 15 días en las canchas de tenis del mega complejo de Melbourne Park marque el rumbo del deporte para el resto del año. El Abierto de Australia -sin Roger Federer y con ocho argentinos- que comienza esta madrugada de lunes es nada menos que una prueba piloto para lo que depare en un 2021 que, al menos en el calendario, contempla los reprogramados Juegos Olímpicos de Tokio, la Eurocopa y la postergada Copa América como algunas de las competencias principales. El negocio también precisa reactivarse.
El globo de ensayo en la isla será una guía para el deporte que vendrá en modo sanitario, económico, y también psicológico. Así lo anticiparon los organizadores, que llevan alrededor de ocho meses preparando la competencia en la que le abrirá las puertas al público. Desde mañana y hasta el domingo 21, calculan recibir unas 390 mil personas en el Abierto de Australia, donde Diego Schwartzman, actual número uno del tenis argentino, se ubica como el favorito entre los participantes sudamericanos. El arranque formal será ante el sueco Elías Ymer, surgido de la clasificación, aunque la historia comenzó hace casi un mes cuando el Peque, como la gran mayoría de los y las tenistas, atravesaron una cuarentena estricta al llegar al país oceánico, que registra menos de 30 mil casos y 909 muertes por coronavirus.
“El Open 2021 servirá para apoyar a los negocios locales, a nuestros entrenadores, agricultores, productores de comida y vino, cocineros, artistas o músicos y celebrar todo lo bueno de nuestro país, así como ofrecer oportunidades a quienes se han visto afectados durante la pandemia, particularmente en Melbourne y Victoria”, dijo Craig Tiley, director del torneo, para poner en perspectiva el efecto que implica jugar con público, incluso cuando el techo es el cincuenta por ciento de los últimos tres años. Las entradas más económicas, por ejemplo, valen 145 dólares. Para ser más gráficos: la recaudación por la venta de tickets sería como mínimo de 58 millones de dólares si se vendieran a un promedio de 150. Pero será mucho mayor: las entradas más caras del Grand Slam que reparte 71.500.000 dólares entre los cuadros femeninos y masculinos cuestan casi 3000.
Lo que puso en riesgo el caso positivo de un trabajador -un hombre de 26 años- del lujoso hotel cinco estrellas Grand Hyatt a cinco días del inicio del torneo y durante 48 horas de tensión fue al tenis. También al deporte en general. Aunque sobre todo a esa maquinaria de facturación que funciona en simultáneo con cada competencia de este calibre. El dinero que desembolsó Japón para que Tokio pueda recibir a los Juegos por segunda vez en la historia es otra muestra. Se calcula una inversión cercana a los 13 mil millones de dólares y todavía está en debate el costo adicional tanto por la reprogramación, como por las medidas sanitarias exigidas por la pandemia. De hecho, podría convertirse en el más caro de la historia. Tal vez esa sea una de las razones por las que hace dos semanas el Comité Olímpico Internacional (COI) y el primer ministro de Japón, Yoshihide Suga, salieron casi a la par a descartar rumores sobre la cancelación. Esta semana dieron un paso más: publicaron el primer manual con el protocolo de cuidados para la máxima cita, a disputarse entre el 23 de julio y el 8 de agosto. En las 32 páginas, detallaron los pasos a seguir antes de viajar a Japón, al ingresar al país, durante su tiempo en los Juegos y al salir de Tokio. “Se celebrarán pase lo que pase”, sentenció Yoshiro Mori, presidente del Comité Organizador de los Juegos Olímpicos antes de recibir un contundente repudio por sus expresiones misóginas.
En esa coyuntura, se observa con zoom la burbuja de entre 500 y 600 personas creada entre Melbourne y Adelaida, en Australia, para jugar el primer Grand Slam del año. Si no se encienden alarmas, serán 15 días de competencia continua, con público en las tribunas, incluso sin tapabocas en el caso de jugarse al aire libre. Es un globo de ensayo en pequeña escala en un país donde el alcance del virus es menor. Una especie de test en vivo, minuto a minuto, televisado. Dos semanas que combinan aces, tiros ganadores y pruebas PCR. Un torneo que tendrá a Nadia Podoroska como la única representante femenina de la Argentina. La rosarina, 47 en el mundo, «revelación del 2020” según la WTA, tiene a Tokio en el horizonte. Se ganó su lugar con el oro en los Panamericanos de Lima 2019, cuando la única barrera para llegar a los Juegos era la desigualdad.