La mañana del lunes 5 de diciembre de 2011, horas después de haber sido electo como presidente de Boca, Daniel Angelici se apareció en la casa de Julio Grondona, en la calle Juana Manso, Puerto Madero. Angelici, que sucedía a Jorge Amor Ameal, fue a decirle a Grondona que Boca quería recuperar el terreno perdido en la AFA luego de la repentina muerte de Pedro Pompillo. El empresario binguero mencionó distintos cargos, pero sobre todo pretendía la tesorería. Como estrategia de persuasión lo acompañaban tres especialistas en marketing, que mostraban datos en una computadora para dejar clara la influencia económica de Boca en el fútbol argentino. Cuando terminó la exposición, Grondona solo atinó a decir: “Presentalo el martes en Comité Ejecutivo”. Y justo antes de que Angelici cruzara la puerta cabizbajo, agregó: “Tano, no te olvides que River se fue a la B”.
Casi una década después de aquella escena, la prepotencia deportiva, económica y mediática de River y Boca respecto a los demás equipos del fútbol argentino es total. Este domingo -River, en el Monumental ante Banfield, y Boca, en Santiago del Estero contra Central Córdoba- jugarán una de las últimas cuatro fechas en las que definirán quién se queda con la Superliga. Un título que pelean mano a mano los dos más grandes del fútbol argentino, algo que en los últimos años se volvió costumbre: en 2014 jugaron la semifinal de la Sudamericana, en 2016/17 definieron cabeza a cabeza el torneo de Primera, en 2018 la Supercopa Argentina y la inolvidable final de la Libertadores en Madrid, y al año siguiente se midieron por la semi de esa misma copa. En los primeros cien años de Superclásico (1913-2013) sólo habían jugado una final, la del Nacional 76, y tres cruces directos por copas internacionales, en la Supercopa 94, los cuartos de final de la Libertadores 2000 y la semi de 2004. En el último lustro esos choques se amontonan.
Si el mundo se volvió cada vez más desigual, el fútbol también. La Superliga, por caso, nació con el subtexto de hacer más grandes a los grandes y más chicos a los chicos. Su musa inspiradora fue la Liga de España, donde 14 de los últimos 15 campeonatos se los llevaron Barcelona y Real Madrid. El esquema de reparto de dinero entre la Superliga y los clubes es el siguiente: un 50% para todos por partes iguales, un 25% según el desempeño en el campeonato y el cuarto restante se mide según la audiencia televisiva. Desde hace años, los dirigentes del fútbol argentino aseguran que el esquema no es desigual, pero que el problema es que las cadenas dueña de los derechos de televisión entregan un dinero extra a Boca y a River por debajo de la mesa. “No es mito. Y es bastante plata. Eso marca la diferencia”, asegura un hombre clave del Comité Ejecutivo de la AFA.
En términos de alcance, está claro que son los más populares. Boca, contando los adherentes, tiene unos 206.078 socios; y River 151.435, una diferencia enorme con Independiente (83.428), Racing (70.006) y San Lorenzo (61.108). Y son los únicos dos equipos que promedian más de 40 mil espectadores por partido. En las redes sociales es donde más se nota la diferencia: entre Facebook, Instagram, Twitter y YouTube, Boca tiene casi 16 millones de seguidores y River está cerca de los 15 millones. Detrás, muy lejos, viene San Lorenzo, con poco más de dos millones de seguidores. En una sociedad on demand, el consumo ocupa un lugar cada vez más central. Por eso la creciente influencia de River y Boca también llega a los medios: en los programas radiales o televisivos y también en los portales casi todo gira alrededor de los dos equipos más grandes del fútbol argentino. Eso llevó a que los hinchas que no son ni de Boca ni de River, molestos por la poca visibilidad de sus equipos en los medios, le pusieron nombre al fenómeno: “Bover”.
Tercero en la tabla de posiciones, tres puntos por debajo de Boca y seis por debajo de River, aparece Lanús, el último equipo “chico” en ser campeón, en 2016. “Dentro de dos temporadas, cuando haya 22 equipos en Primera, el torneo va a ser todos contra todos, ida y vuelta. En 42 fechas es muy difícil que Boca o River no sean los campeones. La diferencia económica es notable”, explica Nicolás Russo, presidente de Lanús. Y argumenta: “La Superliga atentó contra los clubes chicos y medianos. Además del modo de competición, por ejemplo, con la publicidad estática internacional. No es lo mismo vender todo el fútbol argentino como paquete a que cada club vaya por afuera. Así Boca y River sacan una ventaja muy grande”.
Según el sitio Transfermarkt, especializado en los movimientos de mercados en el fútbol, los planteles de River (138,6 millones de euros) y Boca (111 millones), sumados, valen más que juntar a todos los jugadores de 13 de los 24 equipos de la Superliga: Godoy Cruz (33,8), Banfield (29,5), Newell’s (26,5), Defensa y Justicia (25,8), Rosario Central (20,8), Huracán (16,8), Atlético Tucumán (15,7), Gimnasia (15,4), Unión (15,8), Arsenal (13,4), Aldosivi (11,7), Central Córdoba (11,6) y Patronato (10,7). “Nosotros tratamos de dar pelea pero la brecha es cada vez más grande. Económicamente, Boca y River están muy por encima del resto”, aseguró a comienzos de esta temporada 19/20 Diego Milito, director deportivo de Racing, el último campeón de la Superliga. Sobre el final del torneo esa diferencia empieza a cristalizarse con Boca y River cortados en la tabla de posiciones. Cuando esta tarde Marcelo Gallardo mire a un costado tendrá sentados, entre otros, a Juan Fernando Quintero, Ignacio Scocco y Lucas Pratto. Miguel Ángel Russo guardará entre los suplentes a Iván Marcone, que hace un año se transformó en la segunda compra más cara de la historia de Boca, con 9 millones de euros. Son momentos, suele decir Russo. Y este es el de River y Boca.