-¿Cómo se llama el 10 de Colombia, ese que juega en México?
Juan Román Riquelme pregunta al aire mientras sirve los tallarines con mariscos en el plato. En la mesa de «Las pastas de Ernesto», un restaurante italiano al costado de la Panamericana, alguien le responde que se llama Edwin Cardona. «Ese», dice en la madrugada del 24 de febrero de 2017. «Ese tiene que traer Boca». Días antes, a finales de enero, Riquelme había charlado de posibles refuerzos con el presidente Daniel Angelici, con foto pública y mates de por medio. Cardona es hoy una de las caras nuevas de la Superliga, la estrella de Boca, el último campeón. Cinco partidos -cuatro amistosos, uno oficial-, tres goles y dos pases de gol le alcanzaron al colombiano para reivindicar el legado de Riquelme.
«Venite para acá que la armamos», le insistía por WhatsApp Wilmar Barrios a Cardona, compañeros en la selección que dirige José Pekerman. Óscar Córdoba lo había recomendado ante los dirigentes después de que saliera goleador con siete tantos del Sudamericano Sub 17 de Chile 2009. «Tiene características de Riquelme», les apuntaba el arquero multicampeón en el club. El cortocircuito en la relación con Antonio Mohamed, entrenador de Monterrey, y el deseo de jugar como los colombianos que veía por televisión cuando era niño, lo acercaron a Boca. En México dejó 102 partidos, 41 goles y 12 asistencias.
Cardona creció en el barrio Belén Buenavista, entre los cerros de Medellín. Durante la infancia, a veces si almorzaba, no cenaba, y viceversa. Vivía en una habitación con sus padres y tres hermanos menores. Dormía en un colchón tirado en el piso, con una camiseta de fútbol puesta. Andrés Cardona trabajó de albañil y de barrendero, entre otras informalidades. Paula Bedoya, la madre, sufrió cáncer de ovarios. Fueron diez meses de quimioterapia. Edwin salía a las dos de la tarde para llegar a las prácticas de las inferiores de Atlético Nacional: tardaba una hora y media arriba de la bicicleta naranja. Cuando llegaba, le avisaba a Paula por teléfono público. A la vuelta, era el encargado de cuidarla. Le prometió que se convertiría en profesional. Tenía 13 años. Mauricio Serna, el 5 colombiano que marcó la época de oro de Boca junto a Córdoba y Jorge Bermúdez, dice: «Cardona es un jugador de clase que pasa bien la pelota, que tiene gol, media distancia pero, sobre todo, tiene mucha personalidad. He hablado con él y está tranquilo, y con muchas ganas de estar en su mejor nivel. Nuestro paso por Boca lo motiva, le sirve, y de alguna manera le genera presión. Es bueno para él. El mundo de Boca lo va a aguantar, pero a su vez le va a exigir».
A pesar de debutar a los 17 años -apenas tiene 24- en Atlético Nacional, Cardona fue cedido dos veces, primero a Independiente Santa Fe de Bogotá en 2012 y luego a Junior de Barranquilla en 2013. «Cardona se proyectaba como un buen juvenil, pero Eduardo Lara, un mal tipo, lo dejó afuera del Mundial Sub 20 de Colombia 2011 por un supuesto mal estado físico. Desde entonces, carga con el estigma del sobrepeso y con la fama de temperamental», marca Camilo Rueda Navarro, periodista, hincha de Independiente Santa Fe, y aclara: «Acá recuperó su buen fútbol. Fuimos campeones después de 37 años y generalmente ingresaba por el Pelado Omar Pérez. Me suena exagerado que lo pongan al nivel de Riquelme, el jugador más importante en la historia de Boca». Alberto Salcedo Ramos, también periodista, pero hincha de Junior, sostiene: «Es un buen jugador, pero inconstante y volátil. Hilvana rachas en las que asombra, pero puede diluirse durante algunos ciclos. Cuando está en su tarde te deja con la boca abierta, pero luego puede convertirse en un pálido reflejo de sí mismo, además de la tendencia a la gordura. Ojalá le vaya bien en Boca. Para eso tendría que demostrar muchísimo más de que lo que demostró en mi equipo, donde se notaba más por los tatuajes que por su producción sostenida».
La comparación con Riquelme no es antojadiza, aunque Cardona pidió en dos oportunidades desde su llegada a la Argentina que no lo comparen con él. Por la estatura, la pegada, los pases gol, el tranco pausado y, en especial, por los brazos extendidos para aguantar y esconder la pelota de los rivales. Nicolás Sánchez, el zaguero argentino que de Racing pasó a Monterrey y compartió el primer semestre de 2017 con Cardona, explica: «Es muy difícil marcarlo, sacársela, porque utiliza muy bien el cuerpo por su contextura física y calidad técnica. En cualquier momento te define un partido con un remate de afuera del área o te deja solo a un compañero frente al arquero con un pase. Si logra adaptarse al ritmo de juego argentino, que es totalmente diferente al mexicano en cuanto a fricción y espacios, va a hacerse notar, va a marcar grandes diferencias».
Alberto Márcico, histórico 10 de Boca, pide calma: «Hay que ir despacio con Cardona. El fútbol argentino es más difícil que el resto, y por eso soy cauto. Tiene todo para ser el conductor de Boca, pero ahora tiene que demostrarlo». Por lo pronto, Cardona ya entabló relación en la cancha con el lateral izquierdo colombiano Frank Fabra: es su Clemente Rodríguez, a lo Riquelme. En el vestuario, manejan la música: suenan los reggaetoneros «El Gran Martín Elías» y «Ozuna». Javier Valdecantos, preparador físico, pretende fortalecerle el pique corto, sin rutina especial, más allá de las comidas recomendadas por las nutricionistas del club. Quienes lo conocen, cuentan que la relación de Cardona con Boca parece un noviazgo incipiente en el que se juran amor eterno.
«Ojalá nos dé muchas alegrías a los hinchas -dijo Riquelme-; y ojalá juegue mejor que yo».