Soy de la generación que no llegó a ver un solo partido en el Viejo Gasómetro. Nací en abril de 1980, meses después de que lo cerraran. Sin embargo, fueron paradójicamente quienes no vieron partidos en Avenida La Plata los que más militaron para que el regreso a Boedo fuera posible. Y en eso se jugaron muchas cuestiones: la idiosincrasia, lo que nuestros viejos nos contaron, y cierta nostalgia. En el Viejo Gasómetro fue donde San Lorenzo forjó su grandeza.
Por eso el 4 de abril de 2014, el día que firmamos el convenio con Carrefour, me quedará grabado por siempre. Y también el 3 de diciembre, cuando después de varias postergaciones finalmente pudimos anunciar que volvíamos a Boedo. Fue una jornada emocionante, no sólo por una cuestión sentimental: que un club le compre 35 mil metros en medio de la Ciudad a una multinacional no es algo que ocurra todos los días. Y eso fue posible por las movilizaciones, por las 100 mil personas en la Plaza de Mayo, por la firmeza de los socios y los hinchas de San Lorenzo que nunca renunciaron al regreso.