Daniel Orsanic se quedó unos días más en el US Open. El objetivo era el de seguir de cerca a Juan Martín del Potro y charlar con él sobre la serie semifinal de la Copa Davis ante Gran Bretaña. No tardaron en acordar la estrategia a utilizar para ver la posibilidad de llevar a la Argentina a una nueva final para, de una vez por todas, levantar la Ensaladera de Plata por primeravez en la historia.
No había mucho misterio, lo decidieron entre ambos: la idea era jugar el primer punto ante Andy Murray, el número dos del mundo, el que le ganó la medalla dorada unas semanas atrás en la final de los Juegos Olímpicos de Río 2016.
Y la jugada salió bien, más que bien. Porque Delpo se quedó le ganó al escocés en su casa, frente a su gente por 6-4, 5-7, 6-7, 6-3 y 6-4 en cinco horas de juego para poner a la Argentina al frente por 1-0.
Ya desde el primer momento el tandilense dio a entender que no iba a dejar pasar la oportunidad, su revancha y se quedó con el primer juego a puro saque. La bronca del local lo llevó a levantar el partido (parejísimo) y no desaprovechó las oportunidades (las pocas) que le dio su rival.
Parecía que Delpo se caía, cansado, agotado, ante el número dos del mundo, renovado y agrandado con la ventaja. Lejos de la realidad, porque la torre de Tandil volvió con todo, sin darse por vencido, aún con esa noche de Río de Janeiro entre ceja y ceja.
El año de Delpo, el de su gran regreso al tenis tras dos años ausente por lesiones en las muñecas, aún no terminó. Y lo dejó en claro con un passing fulminante para quebrar al británico y enmudecer al estadio.
Sacó para el partido, lo jugó concentrado y esperó el error de desesperación de Murray, que finalmente llegó para darle a la Argentina el primer punto en la serie. Delpo sigue escribiendo su historia, el del año de su renacer.