Alejandro Droznes paseaba por Guayaquil cuando una camiseta lo hizo viajar en el tiempo. El amarillo tirando a anaranjado del Barcelona de esa ciudad le hizo recordar un viejo artículo de El Gráfico, una semifinal entre Barcelona de Guayaquil y River en 1990, una polémica definición por penales. Descubrió que ese partido era su primer recuerdo futbolero. Y ató cabos: aquel juego de Copa Libertadores había sucedido allí, donde los caminos de los libertadores San Martín y Bolívar se cruzaron por única vez. De América, entonces, es un hermoso libro que recorre la geografía y la historia sudamericana con el torneo más importante del continente como hilo conductor.
“No me interesa tanto el fútbol, pero sí la naturaleza itinerante del torneo. Casi todos los torneos lo son, de todos modos, pero hay un encanto especial en la variedad de escenarios de la Libertadores. En la Champions League eso no lo vemos. Vemos homogeneidad. El estadio del Manchester United es increíble, pero es igual al del Lyon, igual al del Ajax. Eso es lo distintivo de la Libertadores. Yo quería hablar de los lugares. Y de que aunque se repiten las reglas, los sponsors, y otro montón de cosas, las geografías y las costumbres son muy diversas”, explica Droznes el porqué del libro.
Aunque el tema sea el fútbol, a lo largo del relato los apellidos que más se repiten no son de futbolistas. San Martín, Bolívar, José Antonio Páez, Sucre, Francisco de Paula Santander, Alberdi, Américo Vespucio, Irala, entre otros. Son referencias históricas, que invitan a una pregunta que se deben haber hecho muy pocos de los millones que cantan que esa copa es su obsesión. ¿Cuál es el homenaje de la Libertadores a los libertadores? “La itinerancia por América. ¿Quién recorría el continente en 1815? Nadie, salvo ellos buscando echar a los españoles. El homenaje de la Libertadores es la itinerancia, la seguidilla de partidos en cada punto del continente”.
Esos miles de kilómetros de distancia, esas fronteras que a veces el fútbol puede volver invisibles, tomaron relevancia durante esta semana. El plantel de Independiente pasó una noche en un aeropuerto de Salvador de Bahía, porque casi media delegación no cuadraba con las normas sanitarias del nordeste brasileño, aunque sí con las argentinas. Y en cada país parece haber una recepción distinta para las 50 mil vacunas Sinovac contra el Covid que la Conmebol consiguió de China: en Uruguay ya se aplican, en Brasil no planean usarla en el fútbol sino en población de riesgo, y en Argentina aún no definen su aprobación.
El viaje de De América, sus diez capítulos en la diversidad geográfica sudamericana para estar presente en partidos coperos, incluso en algunos insólitos como Petrolero del Chaco-Universidad Católica de Quito, en Yacuiba, Bolivia, permite dimensionar los enormes matices que existen en un campeonato que a veces parece resumirse a la pantalla de Fox, ahora devenido en ESPN, en la voz de Sebastián “Pollo” Vignolo. Sin embargo, el abanico de olores, comidas, gestos y lenguaje futbolero que se recorre en el libro es inmenso. “Lo que pasó con Independiente te muestra lo que no está en cámara. A veces parece que por arte de magia los equipos aparecen jugando muy lejos, como si no viajaran. Lo que me interesa en el libro es reponer la resistencia que impone la geografía: hay viajes, cuesta llegar a esos lugares. Es la itinerancia, lo real que implica viajar”, explica el autor.
Droznes, argentino, claro, cuenta que asumió esta aventura sudamericana con cierta impronta sanmartiniana. Pero en la mayoría de los muchos sitios de los más de nueve países que recorrió no se encontró con esa idea de que San Martín fue llevando la libertad que ya había conseguido en Argentina a otros puntos del continente. Descubrió una tensión entre la perspectiva histórica desplegada en el Río de la Plata y la que llega desde el trópico, que marca que “el proyecto sanmartiniano, lejos de promover una libertad auténtica, coincidió con el de las dirigencias locales de cada país, que dividieron la América para aislar a los pueblos y evitar su verdadera emancipación», como lo define en el libro. Por eso no encontró bustos del Libertador argentino en cada pueblo americano, aunque sí dio con un televisor encendido en Fox, con un periodista argentino al frente. “No honran a San Martín -ironiza- pero honran al Pollo Vignolo. Es así. Está en los televisores de América. Por eso digo que flota esa idea del argentino que te va a contar el fútbol, como también se construyó la versión de que fueron los argentinos los que llevamos la libertad por Sudamérica”.
Droznes viajó durante tres años detrás de la pelota sudamericana para encontrar un instante, una escena, un detalle que le permita contar este libro. Las 20 horas de micro de Buenos Aires a Asunción le valieron la pena pese a que no pudo entrar al edificio que funciona como sede de la Conmebol desde 1998, en Luque. Pudo comprobar lo que el paraguayo Nicolás Leoz, el presidente que más tiempo duró al frente de la Conmebol, describe en su biografía Pido la palabra como “el gran corolario” de la radicación de la Confederación Sudamericana de Fútbol: la inviolabilidad. O sea: allí no regía la ley paraguaya, ni la de ninguno de los otros nueve países fundadores.
Aquello duró casi dos décadas, hasta 2015, con el FIFAGate. La idea de la Conmebol como el 11° Estado sudamericano tomó fuerza el último mes, con el operativo de las vacunas y con la mudanza de esta semana de las sedes de los equipos colombianos a Asunción, en medio del estallido social. Más allá de la voracidad comercial por cumplir los contratos con los sponsors y los derechos de la televisión, dice Droznes, se puede buscar en los orígenes de Paraguay el motivo de estas mudanzas: el encuentro entre los conquistadores y los guaraníes fue más amistoso que en otros lugares de América. Siempre fue un territorio acogedor, un pueblo de brazos abiertos.