La última copa internacional que había ganado Racing había sido hacía 36 años: la Supercopa 1988, justamente ante Cruzeiro, la primera edición de un torneo que duraría hasta 1997 y que reunía a los campeones de la Libertadores (luego la ganarían Boca, Independiente y River). Como marcador central de aquel equipo dirigido por Alfio Basile, ahí estaba Gustavo Costas, el jugador que de niño había sido mascota del campeón argentino 1966 y de las copas Libertadores e Intercontinental 1967, y que este sábado en Paraguay pasó a ser campeón bajo un nuevo formato. Ahora, a sus 61 años, se convirtió en el técnico del Racing que ganó la Copa Sudamericana 2024. Pero Costas representa incluso más que eso: también es hincha de la Academia. Racing es Costas y Costas es Racing, en el orden que sea.
Si es que no lo tenía ganado, Costas terminó de asegurarse un lugar en el cielo de Racing. Y de los más destacados. Tildado de ser un tipo demasiado simple y anacrónico para el fútbol moderno, Costas sin embargo tiene un currículum de títulos que muy pocos técnicos pueden ostentar: de hecho, en un ítem -el de entrenadores que ganaron títulos en más países sudamericanos-, no hay ninguno como él. Costas asumió en Racing en diciembre de 2023 cuando muchos se habían olvidado de él: no dirigía en Argentina en 2007, por supuesto a la Academia.
En su largo recorrido por fuera del país, Costas fue campeón en Perú (dos veces, con Alianza Lima), Paraguay (una, con Cerro Porteño), Ecuador (una, con Barcelona) y Colombia (dos títulos, con Independiente Santa Fe, uno de ellos internacional). También dirigió en Chile, Arabia Saudita y la selección de Bolivia en las actuales Eliminatorias. Pero rara vez, o nunca, aparecía en el radar de un club argentino. Hasta que hace un año volvió a Racing y fue inevitablemente mirado de reojo. Casi nadie lo tomó en serio cuando entonces dijo, casi que profetizó: «Llegó el momento de ganar lo que queremos, que son las copas internacionales»,
Costas es, además, un nombre que une generaciones, de abuelos a nietos. Como futbolista, en sus 337 partidos, se bancó el descenso de 1983 y formó parte del regreso a Primera en 1985. Además de la Supercopa de 1988, fue la cabeza visible que se bancó los peores años, los de la quiebra, cuando Racing se sostuvo en el amor incondicional de sus hinchas. Costas era uno de ellos, pero de pantalones cortos y dentro de la cancha.
Cuando la Justicia impidió que Racing jugara, en 1999, Costas estuvo junto a los hinchas en los domingos sin fútbol. Como técnico en su primer ciclo tampoco se escondió: eran años tan difíciles que Racing viajó a jugar un amistoso a Chile por un termotanque para que los jugadores se pudieran bañar con agua caliente. Ahí estaba Costas. Como este sábado en Paraguay. En verdad no está en las buenas ni en las malas: está siempre.