De Diego Maradona nunca se escribirá lo suficiente. Acaso como reflejo de una obra futbolística que rompió los límites entre la ficción y la no ficción, el periodista y escritor Carlos Aletto acaba de publicar «Once segundos» (Sudamericana, 2023), una novela en el que el segundo gol que el ídolo le convirtió a Inglaterra por los cuartos de final de México 1986 es el disparador. «La historia está estructurada a partir de una escena central: la vivencia de los once segundos que dura esa histórica jugada de Maradona. El recuerdo de estar viendo ese partido funciona como columna vertebral de la novela», dice Aletto, periodista cultural y licenciado en Letras, autor de varios libros.
-¿Por qué un escritor y un periodista de cultura queda tan afectado por la muerte de un futbolista y de inmediato empieza a escribir una novela?
-El día que murió Maradona, durante la pandemia, me hice la misma pregunta: “¿Qué me está pasando?” El dolor que sentía era desgarrador, de esos que rompen la garganta, que duelen en el medio del pecho y se sienten en el estómago como el hambre. Me pregunté por qué sufría tanto, qué me había ocurrido. Ya tenía planeado escribir una novela autobiográfica que atravesara no solo la vigilia, sino también los sueños y las fantasías que todos tenemos, especialmente como escritor. Cuando murió Diego, sentí que él había formado parte de toda mi vida. Lo veía jugar al fútbol en la vigilia, y en mis sueños, llegaba a visitarme en numerosas noches. También fantaseaba con ser como él, tener la suerte de superar obstáculos y alcanzar la gloria, de salir de los márgenes y destacarme en lo mío. Entonces me dije a mí mismo: «Maradona cruza toda la novela que quiero escribir». Y no comencé a escribir por una cuestión de catarsis, que es lo primero que uno piensa, sino porque la idea de novela que yo pensaba se había cerrado de forma perfecta. La historia de mi vida y la de mi amigo Daniel estaban ancladas en esos 11 segundos del gol de Diego a los ingleses. Fue así cómo me di cuenta de que Maradona era la columna vertebral de ese libro que empezaba a tomar forma. Comencé a escribir, pero el dolor no desapareció; continúa presente, y cada vez que algo se mueve, sigue doliendo.
-Maradona es un ser mitológico, ¿cómo se hace ficción sobre una persona que todavía parece mentira que haya existido de verdad?
-El momento de los 11 segundos y los previos a ese gol contra los ingleses son los que convierten a Maradona en un ser épico, al igual que la mitología clásica tiene a sus héroes. La tercera parte de la novela es cuando el territorio de la realidad va desapareciendo y cede paso al territorio de los sueños y la fantasía. Es ahí donde Maradona se convierte justamente en un héroe épico. Esta parte del libro se llama «La Maradoneida», en semejanza a la «Eneida» de Virgilio. Escribir ficción sobre Maradona se basa precisamente en las apariciones que tuvo en la vigilia, en los sueños o en la fantasía de cada uno de los argentinos. Cada uno de nosotros creó su propia versión de Maradona. Escribir a partir de la fantasía y los sueños personales (que no son solo los míos) me ha ayudado muchísimo a pasar a la ficción a este ser de la mitología argentina.
-En un momento de la novela aparece la pregunta: ¿Dónde estabas el día que Maradona le hizo su gol más famoso a Inglaterra? ¿Por qué está pregunta es importante en la historia?
-Esta pregunta es un elemento clave en la novela. Es la pregunta que le hace el Gordo a Daniel Durante. Él responde: «Estuve en mi casa, viéndolo con mi papá, mis hermanos y mi mamá», y le cuenta algunos detalles relacionados con lo que ya se viene narrando en la historia, en el comienzo de cada capítulo. Daniel Durante le pregunta a su vez al Gordo, «Y vos ¿dónde estuviste ese día?» Ahí es donde se revela una situación importante para la trama, especialmente en la segunda parte de la novela llamada «Los Crespúsculos de María Laura», la novia del Gordo a quien su amigo la llama «la Cheta de Buenos Aires». María Laura es una chica de una clase social más alta que el Gordo, con quien tuvo un amor de verano que se extiende unos meses en Buenos Aires. El Gordo lo deja todo (aunque no tenía demasiado) por estar con ella, y este reencuentro da lugar, por supuesto, a su primer desencanto amoroso. Esta historia traumática para el personaje ocurre un año antes del Mundial de 1986, y tiene una relevancia fundamental para entender el lugar donde el Gordo se encontraba durante el gol a los ingleses.
–¿Cuánto hay de autobiográfico en el relato? ¿O se puede hablar de autobiografía fantástica?
-No puedo afirmar que la novela Once segundos sea una autobiografía, pero al escribirla y revisarla, noté que yo experimenté en mi vida cosas parecidas a las del narrador. Sin embargo, si fuera una autobiografía, el narrador rompería las reglas, ya que va más allá de la realidad consciente, que es lo típico en una biografía convencional, basada en hechos verificables. Once segundos retrata los sueños y las fantasías del protagonista, que también se parecen mucho a los míos. Pensándolo bien, una biografía contrasta con la naturaleza subjetiva y creativa de una autobiografía. Si consideramos las similitudes conmigo y los hechos que me ocurrieron como autobiográficos, entonces Once segundos podría ser una autobiografía fantástica en última instancia.
-Los dos protagonistas de la novela están detenidos en esos 11 segundos que duró la jugada. Parece una forma de jugar con uno de los grandes poderes del fútbol: cómo detiene el tiempo, cómo lo inmoviliza.
-Lo que más me atrae del fútbol es precisamente su capacidad para detener a la muerte. Al igual que la literatura, los ritos y el juego. Cuando uno está en la cancha jugando o viendo un partido, la muerte desaparece. Hablo de la importancia que tiene el fútbol y cómo logra detener el tiempo. Para los protagonista vivir ese gol en una repetición constante, en una circularidad del tiempo, les da la sensación de eternidad. El fútbol es un relato y un juego, y ambos, contienen la potencia de derrotar a la muerte.
-En un mundo cada vez más injusto y desigual, el libro parece ser un desagravio a favor del fútbol como espacio de igualdad social, al menos durante 90 minutos.
-No está pensado como un desagravio, pero el libro en general reivindica tanto el fútbol como la literatura. Desde el inicio, los amigos, el Gordo y Daniel, sueñan con ser jugadores de fútbol, al igual que Pelusa. El fútbol es un espacio donde los personajes encuentran abundancia, una especie de justicia que también se refleja en la literatura. El fútbol y la literatura, de alguna manera, hacen que las sociedades sean más justas. En la cancha y en los libros, estos amigos encuentran una plenitud que no encuentran en otros aspectos de la sociedad.
-Daniel Durante, uno de los protagonistas, sostiene que la mentira es esencial e incluso beneficiosa. ¿Es una referencia elíptica también al primer gol de Maradona en ese partido?
-Según Daniel, los momentos más felices de nuestras vidas son aquellos en los que nuestros padres nos han mentido para protegernos de la verdad. A partir de esta premisa, él reivindica la mentira y afirma claramente: «La mentira es una extensión de la verdad, no su opuesto». Además, intenta convencer al Gordo diciendo: «El fútbol es un juego donde triunfa el engaño, la mentira, como en un partido de Truco. Amagás para allá, pero salís para el otro lado, haces que apuntás a un palo y le pegás al otro». Y es cierto, Diego era un especialista en eso, un ilusionista. La mano de Maradona en el primer gol es un engaño exquisito. El narrador, aunque aún no sabe lo que pasó, ya sospecha y dice: «El gol que acaba de sacar de la galera hace un instante». El Gordo no quiere creer (o decir) que fue con la mano, quiere creer que ese héroe épico, retacón y argentino hasta la médula, fue ascendido por los dioses aztecas mientras los mayas retenían los pies del arquero inglés para que no despegara de su propia sombra del mediodía mexicano.