En el peor momento de la pandemia en Argentina, cuando Sudamérica es epicentro mundial de la crisis del coronavirus, la pelota volverá a girar este jueves en el país con la continuación de la Copa Libertadores. Para cortar con la abstinencia de fútbol local habrá cinco partidos: a las 17, en Avellaneda, Racing recibirá a Nacional de Uruguay; a las 19, en Florencio Varela, Defensa y Justicia se mide con Delfín, de Ecuador, y River visita a San Pablo, en Brasil; a las 21, Boca se enfrenta ante Libertad, en Asunción; y a las 23, Tigre cierra la jornada ante Guaraní, también en la capital paraguaya.
Si el 17 de marzo, cuando se jugó el último partido en la Argentina (Centro Español-Muñiz, por la primera D) el mundo sin fútbol parecía una escena distópica la reanudación también lo es. Estadios vacíos, prohibiciones de festejos grupales, planteles de 50 futbolistas, jugadores con testeos positivos habilitados para jugar, guerra de comunicados entre clubes, entrenadores que no estarán en el banco de sus equipos. Esos son algunos de los ingredientes de esta Libertadores que se desarrolla en el continente que tiene a cinco (Brasil, Perú, Colombia, Argentina y Chile) de los once países con más contagios en el mundo.
Conmebol ya cobró el dinero de la televisación y de los patrocinantes y se lo giró a los clubes. “Todo pasa por la parte económica. Hay un montón de compromisos asumidos y cobrados”, admitió el presidente de Racing, Víctor Blanco. La entidad sudamericana, que tuvo muchos problemas de organización en la Libertadores antes de que existiera una pandemia, se mueve al ritmo de los 500 millones de dólares que mueve el torneo. Acaso a algo de eso se refería Marcelo Gallardo cuando en la conferencia de prensa del martes señaló aquello de que “no todo es a cualquier precio, no todo es a cómo dé lugar”.
El caso más significativo es el de Boca, que tuvo una ola de contagios durante su concentración en modo burbuja. A comienzo de mes, se detectaron más de 20 casos de positivos de Covid-19. La Conmebol autorizó que incluso futbolistas con testeos positivos, pero que hayan superado los primeros diez días de la enfermedad, puedan jugar. Libertad ya avisó que jugará bajo protesta y subió la apuesta con un comunicado en el que invita al plantel de Boca a realizarse los estudios en un laboratorio privado antes del partido. O sea: reconoce que no cree ni en Boca, ni en la Conmebol ni en el Ministerio de Salud de Paraguay. Miguel Ángel Russo, entrenador xeneize, recuperado de un cáncer y 64 años, es paciente de riesgo. Por eso no estará junto al equipo. Otra rareza más.
Al igual que ocurre con los venezolanos y bolivianos, los equipos argentinos deberán regresar a la Libertadores sin haber jugado un partido hace más de seis meses. Ni siquiera pudieron realizar partidos amistosos. Si esa diferencia de ritmo quedará expuesta en esta primera presentación será una incógnita hasta las 17 del jueves. “Creo que vamos a presentar un equipo que va a dar pelea, que no le va a regalar la iniciativa a San Pablo, aunque venga con más actividad. Trataremos de hacer lo nuestro”, avisó Gallardo. Sebastián Beccacece, técnico de Racing, fue por la misma línea: “Cuando este grupo entra a la cancha deja absolutamente todo, va a sacar lo mejor de sí para competir. En este momento habrá que salir de la certeza de la ilusión para transitar la incertidumbre de la realidad”. En ninguno de los cinco estadios habría hinchas, que tendrán que seguir a sus equipos por televisión. Sólo aquellos que comparten colores en el núcleo familiar tendrán la posibilidad de ver juntos a su equipo. Y de abrazarse si llega a haber un gol.