Hay webs de falsos medios de comunicación que publican hasta mil artículos diarios escritos por la Inteligencia Artificial para ingresar dinero de publicidad. Las noticias se multiplican, una tras otra, y se olvidan a la misma velocidad, también en deportes. River salió campeón de la Liga Profesional el sábado y parece que ocurrió hace una semana. Carlos Alcaraz ganó Wimbledon el domingo y parece que sucedió hace un mes. Lionel Messi todavía no debutó pero ya parece jugador del Inter Miami desde hace un año: ¿quién recuerda su último partido en el París Saint Germain? Frente a esa avalancha de clicks, algunos testimonios merecen ser resguardados y mantenidos en la memoria y en la agenda, como la voz de Joaquín Zúñiga, uno de los mejores amigos de Lucas González, el futbolista de Barracas Central asesinado en 2021 y por cuyo crimen tres policías de la Metropolitana fueron condenados la semana pasada a prisión perpetua.
Zuñiga, que el martes pasado salió de la sentencia portando una foto en la que abrazaba a Lucas, estaba en el auto que fue baleado por odio racial, tal como dictaminó la Justicia. Encima aquel 17 de noviembre de 2021 debía ser un día de fiesta: Zúñiga había pasado la prueba para ingresar a las divisiones inferiores del club de Claudio Chiqui Tapia, en cuya Sexta División ya jugaba Lucas. A partir de enero de 2022, ambos compartirían equipo en la Quinta: era el sueño de su vida, jugar en un club de Primera División y encima con su amigo, Joaquín como extremo y Lucas como número 10. Pero minutos después, todavía muy cerca del estadio de Barracas, la tragedia los apuntaría.
Zuñiga, ahora de 19 años, jugó el año pasado en la Quinta de Barracas. Sin embargo, todavía impactado por el asesinato de su amigo –y también por haber salvado su vida de milagro, porque esas balas no iban únicamente para Lucas-, no pudo concentrase en el fútbol. Quedó libre y en la actualidad se entrena en Argentino de Quilmes, de la Primera B, aunque sin la habilitación para jugar. Joaquín habló este viernes por la noche en Era Por Abajo, el programa en Radio Ciudad que desde hace siete años llevan adelante Ezequiel Fernández Moores, Alejandro Wall y Andrés Burgo. No suele dar entrevistas, y ésta fue la primera que concedió tras el fallo. Es de esos pibes maduros que, con frases cortas, dicen mucho.
-Lucas, como jugador, era excelente, realmente excelente, un número 10 de los que ya no se ven tanto. Siempre lo comparé con Riquelme, esa onda. Una pegada sensacional y una técnica bárbara, un crack.
-Seguir jugando después del asesinato fue duro, uno no está preparado para eso. Yo sentí que no rendía, que no estaba bien. Iba al vestuario y me ponía a pensar en él, viajaba y pensaba en él. Se hablaba mucho de él y a mí me generó un vacío enorme. Me costó mucho el primer semestre (de 2022). Yo creo que el primer semestre fue un semestre tirado la basura, donde solamente pude jugar dos partidos. No estaba al 100%.
–Había días en que no podía salir a la calle o no podía ir a entrenar porque me sentía mal, estaba muy triste. Me daba miedo. Pero sí quiero decir que mis compañeros todo el tiempo me sacaron adelante. A mis compañeros del año pasado, de la Quinta División de Barracas, toda la vida les voy a estar agradecido. Hoy ya no soy jugador del club pero ellos son mis hermanos. Estamos en contacto todo el tiempo y somos muy amigos.
-Desde entonces juego con una camiseta de Lucas, por debajo de la remera de los partidos, y en mis canilleras tengo una foto de él, de su cara, y una frase que dice “Personaje que me cuida y siempre lo hará”. La publicó una página de Instagram, con la foto de él, y me encantó. Siento que es así: que es un ángel especial que siempre me cuidó y siempre lo va a hacer.
-Antes del asesinato de Lucas, hacer un gol era festejarlo y ponerme contento por mí. Ahora siento que un regalo para él. Cada gol que hago es de él, es para él.
-El Mundial lo compartí con mis amigos, todos en mi casa. Y cuando Argentina salió campeón, me lloré la vida pensando en Lucas, en lo que le hubiese gustado a él ver a la selección salir campeón, y ni hablar a Messi levantar la Copa.
-Estos días fueron duros para mí. Como casi todo este tiempo, con altibajos, a veces contento y a veces triste. Los días del veredicto y del cierre del juicio te revuelven todo, te revuelven todo.
-El odio racial (al que se refiere el fallo) habla de una cierta discriminación, de un cierto rechazo hacia un sector la de la población que es morocha, de distinto color de piel.
-Entreno todos los días en Argentino de Quilmes pero no estoy fichado por un tema burocrático, no sé qué pasó con mi pase. Mientras tanto entreno, buscando mi mejor manera física para llegar a jugar a fin de año en Argentino o en otro lado.
-El fútbol es mi modo de vida, es mi niñez, mi adolescencia. Yo aprendí a jugar con una pelota, imaginate lo que es el fútbol en mi vida. Aprendí mis valores y me formé como persona, en ser compañero, en pensar en el otro al tomar una decisión, en que siempre se puede ayudar, en trabajar en equipo. Me hizo una persona compañera.
-Con Lucas nos conocimos cuanto teníamos 8 años, en Racing. Con el tiempo nos dimos cuenta de que éramos los dos de Florencio Varela. Durante años seguimos la amistad. Viajábamos a probarnos a algún lado y hablábamos de fútbol y de lo que uno tenía en mente, de lo que queríamos llegar, a dónde apuntábamos. El sueño es poder llegar a Primera y comprarle la casa a tus viejos. Y en lo futbolístico, llegar a la selección.
-La de Lucas es mi segunda familia. Nos volvimos una familia muy unida, nos une un lazo enorme que cada vez se fortalece más. Nos tenemos mucha confianza y estamos casi todo el tiempo juntos.
Tal vez Joaquín Zuñiga en Argentino de Quilmes o en su próximo club. O los chicos que en la actualidad juegan en la Cuarta División de Barracas Central, en la que debería estar Lucas González. Pero cada tanto, en el país de los campeones del mundo, un gol fue, es y será dedicado al cielo, a ese número 10 que la rompía y no debe ser olvidado.