Joaquín Gómez tiene un vínculo familiar con el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (Cenard). Ahí, su papá Daniel, se entrenó para conseguir, entre otros logros, los campeonatos Sudamericano de Montevideo, en 1977, y Santiago de Chile, en 1985. Joaquín compite en lanzamiento de martillo, la misma disciplina, y sus primeros torneos fueron en el predio de 14 hectáreas en Núñez. Su padre, además, es su entrenador. Es la única persona que lo acompañó al Cenard en la vuelta a las prácticas para el grupo de deportistas con proyección olímpica para Tokio 2021. “Hay un vínculo bastante fuerte con este espacio”, dice el atleta que, en el mundo sin coronavirus, vive en Quilmes y se entrena en el Parque Domínico de Avellaneda. “El único bajón es caminar por Miguel Sánchez y ver todo vacío, sin autos y con el profesorado Romero Brest cerrado”, cuenta Horacio Cifuentes, el mejor argentino en tenis de mesa, sobre el regreso. “Es buenísimo vernos después de 100 días. Sirve para liberar la cabeza”, agrega Juan Martín López, integrante del seleccionado masculino de hockey y campeón olímpico en Río de Janeiro 2016.
La vuelta oficial a las prácticas se concretó una vez resuelta la decisión administrativa 1056/20 que exceptuó de cumplir el aislamiento a los deportistas olímpicos, aunque sólo para desarrollar la preparación camino a Tokio. “Es raro estar en un Cenard despoblado de atletas pero es el camino a tomar para que todo mejore”, dice López, acerca de los primeros días de preparación en las instalaciones por las que cada día suelen pasar alrededor de 2500 deportistas. Por ahora, Los Leones son el único equipo en el complejo de 115 mil metros cuadrados. Tenis de mesa, judo, gimnasia y esgrima son las otras disciplinas habilitadas bajo estrictos protocolos sanitarios.
“Es una imagen un poco melancólica, como una película triste”, describe Cifuentes, acostumbrado a moverse entre otras nueve mesas y unos 18 jugadores en el salón de tenis de mesa. Ahora solamente practica con su compañero Martín Bentancor y el entrenador Gustavo Levisman. Solo dejó de entrenarse durante las primeras dos semanas de cuarentena. La pandemia, sin embargo, lo puso frente a un rival desconocido: un robot lanza pelotas que la federación le mandó a su casa en Berisso. “Me sirvió muchísimo para mantener el nivel y casi no sentir que haya dejado de jugar tanto tiempo”, cuenta Cifuentes, que de septiembre a mayo compite en Europa y que con el equipo argentino iba a buscar la clasificación a Tokio en abril, la fecha programada para el torneo latinoamericano en Rosario que finalmente se suspendió.
Joaquín Gómez también se entrenó por su cuenta hasta que se reabrió el Cenard. Solo pudo hacer pesas con la barra y los discos de goma que pudo llevarse a su casa. “Volver a lanzar estuvo bárbaro y ahora puedo ir dos veces por semana”, dice el atleta al que le asignaron tres horas de los lunes y los jueves para trabajar. El último lunes solo se cruzó con un deportista. No logró identificarlo entre el barbijo y la distancia. Solo lo reconoció como un colega porque llevaba el buzo de los Panamericanos de Lima 2019. “Es raro ir y no ver a nadie en un lugar en el que suele haber mucha gente”, agrega el lanzador que intentará conseguir su lugar en los Juegos Olímpicos cuando en diciembre se vuelvan a contemplar las marcas para definir a los participantes. Hoy está en el puesto 21 y entran hasta el número 32.
Los Leones también atravesaron la cuarentena con entrenamientos en sus casas. El contacto fue solamente virtual: los jugadores y el cuerpo técnico comandado por Germán Orozco se reunieron tres veces por semana vía zoom, donde también mantuvieron charlas técnicas y tácticas. El regreso fue en la pista seis del centro de alto rendimiento. Después pudieron empezar a ir a la cancha de césped sintético respetando las distancias. Al gimnasio, en cambio, todavía no pueden entrar. Muchos compañeros están en Europa, sin fecha para sumarse a la preparación en la Argentina. “Estamos disfrutando de la vuelta y yendo de a poco porque nunca estuvimos tanto tiempo parados. Estamos pasando dos semanas de adaptación para que no haya tantos dolores”, repasa López. Aunque no sólo se trata de la preparación física: “Esperamos que el día a día nos permita liberar el cuerpo y la cabeza. Se estaba haciendo muy difícil hacerlo solos en casa”.
Por el crecimiento de los contagios por coronavirus, los deportistas del AMBA clasificados a los juegos o con proyección olímpica fueron los últimos en volver a practicar. En algunas provincias, siempre con protocolos sanitarios, ya estaban habilitados algunos de los 143 atletas con pasaje a Tokio. El contexto en el área metropolitana no los asusta sino que los motiva a perfeccionar los cuidados. “La mortalidad en los deportistas de alto rendimiento es casi nula, pero respeto el virus porque sé que puede ser peligroso para el resto”, opina Cifuentes. “No tenemos miedo porque sabemos que se toman las medidas que hacen faltan”, evalúa Joaquín Gómez, que lleva un rociador para desinfectarse cada vez que pasa un peaje durante el viaje de Quilmes a Núñez. A su lado, está Daniel, su papá. Como a los 10 años, cuando el Cenard fue el escenario para su primer torneo de lanzamiento de martillo.