Lionel Messi gira en mitad de cancha y mete un pase para dejar a Ángel Di María solo de frente al arco. A alta velocidad, Di María acomoda la pelota una vez, otra más y pica la pelota sobre el arquero. Sergio Agüero lo abraza en el festejo. Es el 23 de agosto de 2008. En el estadio Nacional de Beijing, la Selección se lleva la medalla dorada ante Nigeria. En el Maracaná, trece años después, Rodrigo De Paul confía en la velocidad de Di María y lanza desde mitad de cancha para que el oncede la Selección defina con un otro toque de lujo, con clase, por arriba de Ederson.
Es su revancha en el emblemático estadio Maracaná, el que no pudo pisar en la final del Mundial 2014. Un desgarro en la pierna derecha en los cuartos de final ante Bélgica frenó sus corridas en el campeonato que, al final, quedó en manos de Alemania. Esta vez, la historia fue diferente allí donde, hace siete años, la Argentina había acariciado su tercera Copa del Mundo.
«Fideeeooo, Fideooo», cantaron los 2200 argentinos desde la tribuna cuando, a once minutos del final, Di María -el que no querían, al que resistían, como dijo alguna vez Diego Armando Maradona- se fue remplazado por Nicolás González. Fue el reconocimiento para el autor del gol y para uno de los mejores jugadores del equipo dirigido por Lionel Scaloni en la final de la Copa América 2021, la competencia que le puso punto final a la racha maldita.
Por derecha, ubicado como wing, recostado sobre la línea, siempre cerca de Lionel Messi, Di María fue la carta más peligrosa de la Argentina en ataque. Además del gol, el único como aquella definición en Beijing 2008, el 11 de la celeste y blanca aportó gambetas, velocidad y le dio aire al equipo cada vez que tuvo la pelota en los pies. Fue su desquite, la revancha para un futbolista que comenzó la Copa América en un lugar secundario y terminó como protagonista, el nombre del gol para que la Selección festeje otra vez después de 28 años.
Contra Brasil, fue apenas el segundo partido como titular para Di María en la Copa América. Solo había estado desde el arranque en la victoria ante Paraguay. Después, le sacó jugó a cada minuto que le entregó Scaloni, presionó con su juego y el buen rato en la semi ante Colombia lo ubicó entre los once ante Brasil. Le permitió reconcialiarse, armar su propia revancha y gritar campeón otra vez. Fue un premio, nada menos que la posibilidad de resolver una final, como aquella de los Juegos Olímpicos 2008.
Esta vez, fue el Maracaná de Di María. Su gol se volverá meme, recorrerá las redes sociales, tendrá miles de visualizaciones en YouTube, se repetirá una y otra vez. Será para siempre, el grito que terminó con el maleficio. «