Sebastián Villa posa con una bandera con la consigna “Ni Una Menos” en la previa del partido entre Boca y Arsenal, el jueves por la noche. Horas después, el jugador es declarado “penalmente responsable” de haber ejercido violencia de género contra su expareja. Es la segunda vez en la historia del fútbol argentino que un jugador es declarado culpable por esta problemática, la primera en un club tan popular como Boca. Los periodistas deportivos se preguntan sobre el futuro del jugador, sobre los derechos laborales del futbolista. Algunos medios titulan: “Qué pierde Boca sin Villa y las opciones en ataque para Almirón”. Muchos revictimizan al victimario, pocos hablan sobre qué significa para nuestro deporte este fallo histórico.
“Cuando hablamos de fútbol hablamos de fútbol, esto es otra cosa”, dijo Juan Román Riquelme, vicepresidente y director deportivo del Club, en más de una oportunidad sobre el caso Villa. Por su masividad, por su popularidad, por el rol que tiene en nuestra sociedad, cuando se habla de fútbol no se habla únicamente de la pelota. Por más que le pese a Riquelme y al resto de los dirigentes.
Villa no volverá a jugar en el club «hasta tanto recaiga pronunciamiento judicial definitivo», anunciaron desde Brandsen 805 en las últimas horas del viernes. “El argumento lógico de que sólo la Justicia dictamina culpabilidad es utilizado por el club para no tomar medidas”, escribió hace un año el periodista Ezequiel Fernández Moores. A pesar del tiempo y de conocerse ya la sentencia, Boca aún mueve la pelota al ritmo que le imponen los tribunales. Sus palabras y sus medidas tienen los límites del juzgado. ¿Por qué hay que esperar una resolución judicial para tomar medidas? ¿Cuántos ídolos tienen que ser denunciados? ¿Cuántas sentencias hacen falta?, son algunas de las preguntas que circulan tras el fallo.
“Este caso es emblemático porque ocurre en Boca. Su popularidad pone en evidencia la contradicción que existe entre el enunciado de `no a la violencia´ y la real convicción por parte de los clubes y los dirigentes. Este fallo impone desde una presión social los límites de esa hipocresía”, explica a Tiempo Carla Majdalani, especialista en Erradicación de la Violencia basada en Género de la oficina de ONU Mujeres en Argentina.
El pink washing, señala la especialista, es un clásico en el fútbol. El 8 de marzo de este año, por el Día Internacional de la Mujer, el plantel de Boca también había posado para la foto con un cartel con la consigna “Más igualdad, más derechos”.
La contradicción de la que habla Majdalani es propia del ambiente históricamente machista con cantos que naturalizan la agresión sexual, la violencia y protocolos que no se aplican. “El gran desafío que tienen los clubes es ejecutar los protocolos que tienen porque en la práctica se pone en juego su capital económico”, agrega Lisa Solmirano, coordinadora de Proyectos y Especialista en Género y Deporte de ONU Mujeres Argentina.
Los jugadores son un capital económico. Villa llegó a valer 15 millones de dólares gracias a sus goles, a su injerencia en los últimos campeonatos. Por eso, las denuncian mejor darlas en offside o como dice Riquelme “es otra cosa”.
“La pena a Villa es excarcelable, pero hay un ejercicio desde el Tribunal que aborda esta problemática de manera integral. La pena no es solamente la condena de 2 años, sino también que hay requisitos que nosotras llamamos el cambio de las normas sociales en materia de violencia, como realizar un taller. A diferencia de otros delitos, en el caso de la violencia de género la condena no deja de lado la causa raíz, que es que existen patrones sociales que naturalizan la violencia, que la sostienen en el tiempo, que por eso aún con todos los avances normativos son hechos que se repiten”, cuenta Majdalani.
Como explicó hace un año la abogada e investigadora Sabrina Cartabia Grobala en la revista digital Anfibia, el castigo no es “el único modo” de afrontar el drama. “Porque un varón que comete actos de violencia no es una isla”, sino que también “es parte de un cuerpo social dañado”. “El lobo”, dice la autora, “defiende con violencia su estatus amenazado para no enfrentarse con una realidad desafiante: él también es Caperucita”.
Las denuncias contra jugadores y entrenadores no son exclusivas de Boca, pero su popularidad acrecienta la dimensión mediática como también su responsabilidad social. Desde 2015, año en el que se realizó la primera marcha con la consigna #NiUnaMenos para reclamar medidas efectivas contra la violencia de género y los femicidios, más de 30 futbolistas fueron denunciados en Argentina por esta problemática.
El año pasado, a través de un fallo de la Corte Suprema que dejó firme la sentencia, Alexis Zárate fue el primer jugador declarado culpable por abuso sexual con acceso carnal. Su paso por Temperley, club del ascenso argentino, no tuvo la visibilidad que sí tiene este caso. Por eso, esta sentencia contra Villa es histórica porque pone en evidencia que los avances en materia de género tienen fuertes resistencias en el fútbol, el bastión machista.