El verano de 2022 será el cuarto consecutivo sin el partido más importante del fútbol argentino: el superclásico. De llegar a jugarse una serie de cuatro superclásicos estivales en 20 días, como ocurrió en 1993, a la ausencia total. La falta de un Boca-River es apenas un botón de muestra del fin del clásico torneo de verano, al que se sumaban Independiente, Racing y San Lorenzo, los otros grandes. El 21 de enero de 2018, en el estadio José María Minella de Mar del Plata, se jugó el último superclásico de verano: River le ganó 1-0 a Boca con un gol de Rafael Santos Borré. Los anteriores tres -en 2017 en Mar del Plata (2-0), y en 2016 en Mar del Plata (1-0) y Mendoza (1-0)- también los había ganado River. “No habrá Boca-River este verano en Mar del Plata por los hechos de público conocimiento en la final de la Libertadores”, avisó Alejandro Vicente, entonces secretario de gobierno del Municipio de General Pueyrredón, en enero de 2019. Fue premonitorio. Aunque los incidentes en el Monumental que desembocaron en la final en Madrid aún se encontraban frescos -sería el primer superclásico pos Copa Libertadores 2018-, no es la única razón por la que hoy no se juega ni siquiera un superclásico estival.
La abundancia de superclásicos en los últimos años fue un factor que influyó para omitirlos en el verano y evitar un foco de presión. En 2021, Boca y River se cruzaron en la Copa Maradona, en la Liga Profesional y en la Copa Argentina. Y años anteriores en las competencias internacionales: Copa Sudamericana 2014 y Libertadores 2015, 2018 y 2019. Este año habrá un cruce en la Supercopa Argentina, en marzo. El valor de los superclásicos cotizó en alza en el mercado de la pelota. Boca y River se separaron del resto hasta en los amistosos. “No vamos a jugar más los torneos de verano. Nos han perjudicado en plena pretemporada. Se terminó el vínculo con Torneos y no vamos a jugar más esos amistosos”, había apuntado Rodolfo D’Onofrio, entonces presidente de River, en 2016, mucho antes de la final en el Santiago Bernabéu. D’Onofrio, en aquel entonces, intentó congeniar con Daniel Angelici, presidente de Boca, para mudar el superclásico al exterior con el objetivo de recaudar más dinero. “Hay cosas que deben cambiar, y si no cambian, uno las tiene que modificar. El fútbol de verano en un momento fue un buen negocio. Hoy ya no lo es y no rinde”, había agregado Enzo Francescoli, todavía hoy director deportivo de River. Francescoli es un ícono veraniego: es el autor del gol de chilena, del 5-4 en el amistoso indeleble entre River y Polonia en el verano de 1986.
En aquel último superclásico estival, el de 2018, se puso en juego la octava edición de la Copa Luis Nofal, con organización y producción de Torneos, televisada por la pantalla exclusiva de Fox Sports Premium. Creador y exdirector de Torneos, Nofal, ya fallecido, fue el iniciador a principios de los 90 del pago de sobornos a dirigentes para quedarse con derechos televisivos, según declaró el ex CEO de Torneos Alejandro Burzaco en la Corte Federal de Brooklyn en el juicio por el FIFAGate. Ese superclásico que River le ganó a Boca con el gol de Borré también fue presentado como “el más caro de la historia”. Además de ser transmitido por codificado por primera vez, la popular subió un 125% en relación con el costo de la popular del torneo (de 200 a 450 pesos de entonces). Pretemporadas en el exterior por puros fines comerciales o en refugios alejados del bullicio de las grandes ciudades, la negociación por separado de los amistosos una vez cortada la alianza entre los dirigentes y la saturación del calendario oficial rompieron definitivamente los torneos de verano y, poco a poco, abrieron el arcón de los recuerdos.
Las pretemporadas de Boca y de River en 2022 no solo no tendrán superclásico. Ni siquiera playa y mar, una postal de los veranos. Boca realiza la pretemporada en su predio de Ezeiza. Jugará un torneo con Independiente, San Lorenzo, Talleres de Córdoba, Colo Colo (17/1) y Universidad de Chile (21/1) en el estadio de Estudiantes de La Plata. Es el mismo torneo por el que jugaron anoche San Lorenzo-Independiente, un 15/1, una fecha algo tardía para el primer partido argentino del año. River hace la pretemporada patagónica en San Martín de los Andes. Jugará dos amistosos en la última semana de enero en Maldonado, Uruguay: ante Barracas Central (25/1) y Estudiantes (28/1). “Al superclásico hay que protegerlo. No se pueden jugar cinco en un año. Tiene que ser algo especial, que sea por un logro deportivo”, había señalado Jorge Amor Ameal, presidente de Boca, en 2020. Hasta hace una década, el superclásico en Mar del Plata era una tradición como la foto con las estatuas de los lobos marinos en la rambla. Y los superclásicos se televisaban en vivo a todo el país, menos a Mar del Plata. Pero no importaba, porque los hinchas copaban La Feliz, porque era un acontecimiento del verano, porque alguna vez fueron lo único que había para ver en la TV futbolera. Aunque si se quisiera jugar hoy un superclásico en el Minella, no se podría: desde septiembre está clausurada la platea techada del estadio mundialista en Argentina 78 y un informe del Ente Municipal de Deportes indica “torres de iluminación con peligro de desprendimientos, el ascensor aguardando su refacción, plateas despintadas y un campo de juego no apto para la alta competencia”.
El historial marca que se jugaron 51 superclásicos en Mar del Plata: 19 triunfos de Boca, 15 de River y 17 empates. “Yo me animo a jugar. Hay que ver si usted se anima a ponerme”, le dijo Daniel Passarella a Néstor “Pipo” Rossi en el verano de 1974, en la previa del superclásico jugado en el estadio General San Martín, después de que el entrenador le consultara si se animaba a jugar de lateral izquierdo. Fue el debut de Passarella en River. En 1982, River se impuso 1-0 con un gol de Ramón Díaz en el último partido de Diego Maradona en Boca. El 3-3 de 1987 es acaso el superclásico veraniego más vibrante de la historia. El más explosivo: el 4-0 del Boca de Carlos Bianchi en 2000, con juveniles, Ariel Carreño abrazando al juez de línea en un festejo de gol y los incidentes que determinaron la suspensión del partido. Aquel año, en una interna de La Doce, mataron de un tiro a Miguel Cedrón en Mar del Plata. Y en 2002, el hincha de Boca Fernando Palermo murió apuñalado en la puerta del Casino a manos de barras de River. Derrotas estivales llevaron a la renuncia como técnicos de Ramón Díaz (2000) y Alfio Basile (2010). El 5-0 de Boca en Mendoza, en 2015, se registra como la máxima goleada en los superclásicos de verano. Son, sin más, chispazos fugaces. El verano de 1989 había sido el último sin un superclásico antes del de 2019. Pasaron tres décadas. De seguir así, el año que viene se cumplirá un lustro sin Boca y River unidos por el verano.