Esas lágrimas finales de Juan Martín Del Potro significaban el sufrimiento de los últimos años por tantas lesiones, por las angustias y las dudas sobre su futuro profesional. Esas otras lágrimas, las de Novak Djokovic, eran el reflejo de la frustración, la certeza de ya no habrá una medalla olímpica para él, número uno indiscutido del mundo en los últimos tiempos. En un partido espectacular, Delpo volvió a derrotar a Nole en los Juegos Olímpicos: fue 7-6 y 7-6, en sendos tie break dominados por el argentino, que a pesar de la paridad llevó la iniciativa durante todo el duelo gracias a un drive que resultó incontrolable para el serbio.
Fue la primera vez que se enfrentaban desde el regreso de Delpo a las canchas tras sus operaciones en las muñecas. El sorteo le había jugada una mala pasada y ni él mismo creía en sus chances: «Haga lo que haga, no me va a alcanzar», había declarado en las horas previas, en un exceso de objetividad. Pero vaya si le alcanzó: «Quiero compartir esta alegría enorme con mi familia, con mis amigos y con la gente que me bancó. Me volví a sentir de la mejor manera jugando al tenis. De a poco me di cuenta que mi derecha funcionaba, que mi saque respondía… Todavía me cuesta entender que le gané a Djokovic. Lloré así cuando me tuve que operar la muñeca, pero jamás dentro de una cancha de tenis», afirmó el tandilense minutos después de la hazaña.
Durante más de dos horas y media, Del Potro y Djokovic brindron un gran espectáculo. Fue palo y palo, con puntos de gran calidad, con ambos jugadores bien plantados en su patrón de juego. Delpo mantuvo con mayor facilidad que el serbio cada uno de sus servicios, pero siempre sabiendo que no podía permitirse el menor descuido. Parejos en cantidad de errores no forzados, la diferencia estuvo en los tiros ganadores: con ese drive intacto, el que lo acompañó en sus más destacados triunfos, Juan Martín llegó a 41 en la estadística final.
«No quiero pensar ahora en lo que viene, aunque por supuesto que uno decide estar en los Juegos Olímpicos por el sueño de llevarse una medalla. Estoy muy feliz esta noche. Volví a sentirme yo jugando al tenis», concluyó Delpo la improvisada conferencia de prensa antes de irse al vestuario. Allí, seguramente volvió a llorar cuando se abrazó con su grupo de afectos más íntimos. Ese grupo que lo acompañó en los momentos de incertidumbre y que anoche, en la bellísima Río de Janeiro, fue testigo de una de las máximas hazañas deportivas de la Torre de Tandil.