A Alejandro Fabbri se lo puede buscar en sus inicios en el periodismo gráfico, los diarios y revistas donde trabajó. También en los más de 30 años que lleva entre la radio y televisión, sea como comentarista o conductor de noticieros y magazines deportivos. Y en los libros como Nacimiento de una pasión, historia de los clubes de fútbol o Historias negras del fútbol argentino y su continuación, Nuevas historias negras del fútbol argentino. Menos masivo, quizá, es el trabajo obsesivo de reconstrucción histórica que realiza encerrado en su casa o acaso en alguna hemeroteca. Ahora, por ejemplo, está volcado a armar un ABC Calamar, cada detalle del club que ama, Platense. Pero también acaba de publicar -con la colaboración de su hijo, Sebastián- Clásicos, pasado y presente de las grandes rivalidades del fútbol argentino. “Una historia de colección”, dice la bajada. Las 552 páginas del libro tienen bien merecida esa calificación. Fabbri aborda cómo se armaron esas rivalidades -o cómo desaparecieron- en cada región del país, con historias más ricas incluso que la del meneado Superclásico, al que deja para el final, casi de costado, haciéndolo honor también a algo que está presente en su tarea como periodista: la defensa de los clubes más pequeños, siempre a la sombra de los más poderosos.
-En el libro contás que los clásicos se forman de manera distinta. ¿Con qué tiene que ver?
-En Buenos Aires hubo mucha mudanza de lugares porque ningún club era dueño de su terreno. Hay equipos desalojados porque tenían que abrir una calle o porque en el barrio querían más a otro club: Almagro, Chacarita, Platense, por ejemplo. Después tenés las rivalidades que sí se mantienen por cuestiones de barrio, como pasó con Racing e Independiente.
-¿Cómo se forjaron esas identidades?
-En el amateurismo británico todos estaban del mismo lado, y los del lado de enfrente eran los ingleses, que se fueron yendo de a poco al rugby. Quedaron en el fútbol los españoles, los italianos, los rusos. Belgrano-Alumni o Alumni-Lomas, por ejemplo, son clásicos desaparecidos.
-¿Por qué se dan casos como los de Santiago del Estero, donde recién ahora Central Córdoba juega en Primera más allá de los Nacionales? ¿O por qué en algunas provincias se desarrollan más que en otras el fútbol?
-Porque son muy futboleras. En Entre Ríos te dicen que les gustan los autos. Fijate que Patronato, Atlético Paraná, Gimnasia de Concepción del Uruguay, Juventud Unida de Gualeguaychú no son clubes con mucha tradición en el fútbol grande. En Misiones tampoco prende tanto el fútbol. En Chaco, sí. En el Sur es más nuevo el fútbol, los pueblos son Viedma y Comodoro Rivadavia.
-¿Qué te parece más interesantes de los clásicos del Ascenso?
-En el Ascenso ocurre que juegan muy poco. Me sorprendió que Excursionistas le lleve mucha ventaja a Defensores y que Quilmes le lleve poca ventaja a Argentino de Quilmes. En el Oeste están todos cruzados: vos tenés Ituzaingó-Midland, Midland-Deportivo Merlo, y Argentino de Merlo casi no tiene peso. En las estaciones de trenes del sur todos son clásicos, eso también es llamativo.
-¿Creés que los clásicos se volvieron difíciles de jugar?
-Sí, por eso ahora el gobierno quiere que vuelvan los visitantes. Va a ser difícil. Pero (Carlos) Aira escribe un libro que cuenta los líos en las canchas en la década del 20. Cuando yo iba a Platense de chiquito me acuerdo de un tipo que llevaba una cadena y un tipo con una navaja, no pasaba de ahí. Con el tiempo se fue poniendo más difícil.
-¿El Superclásico nace con diferencias de clases sociales?
-Los genoveses de Boca eran todos nacidos en Génova y los de River tenían algún español o judío que tenía casa de ladrillo. Pero no había diferencia de clase. De hecho, los dos se van juntos a Sarandí y a Wilde. Y la cancha de River era peor que la de Boca. Después la rivalidad se arma cuando vuelven a La Boca y consiguen los terrenos, porque es un lugar muy chico para dos equipos que crecieron tanto muy rápido. La distancia la saca Boca con la gira del 25.
-¿Cuál fue la historia que más te gusto rescatar?
-La historia de Talleres, Belgrano e Instituto es linda. General Paz Junior fue un equipo muy fuerte en Córdoba. Les decían los Poetas del Césped. O lo que pasó con Central Córdoba, de Rosario, que fue tan grande como Central y Newell’s, pero entre los dos se encargaron de ir limitándolo. La rivalidad en Tucumán entre San Martín y Atlético fue muy fuerte hace un siglo, y tienen un origen popular y otro más elitista, pero después se fue diluyendo. Lo mismo con Unión y Colón.
-¿Cómo juega la política en toda esta construcción?
-Va cambiando. Racing, con Ramón Cereijo, ministro de Hacienda de Perón, liga la cancha. Huracán también porque Tomás A. Ducó era amigo de Perón. Platense también iba a tener su estadio 17 de Octubre, pero cayó el peronismo. Después las identidades cambian: a River, Central y Vélez les hicieron la cancha los milicos. Las lealtades políticas son relativas en los clubes. De hecho, uno en la tribuna se abraza con cualquiera sin saber qué es lo que piensa. Yo le agradezco siempre a Marcelo Larraquy (escritor, historiador) que haya desmentido en su libro que José López Rega fuera de Platense.