La fiesta del deporte se realizará en Sudamérica por primera vez en 120 años de historia olímpica. Hace siete que Río de Janeiro convenció a los miembros del Comité Olímpico Internacional con un proyecto ambicioso (14 mil millones de dólares de presupuesto) y se quedó con una reñida elección sobre ciudades como Madrid, Chicago y Tokio. Resta poco menos de dos meses para encender el fuego sagrado el 5 de agosto. Pero, ¿será realmente una fiesta? Brasil comenzó la cuenta regresiva de esta carrera con obstáculos, que son cada vez más graves y pesados.
Thomas Bach, presidente del COI, fue uno de los primeros en reconocer el nuevo gobierno de Michel Temer tras el impeachment que despojara a Dilma Rousseff. El titular del organismo se adelantó incluso unos minutos en las felicitaciones a las que envió la Argentina, por parte de la canciller Susana Malcorra. El alemán le brindó su máximo apoyo al Comité Organizador y mañana arribará a Río para revisar a fondo el final de las obras antes de la inauguración.
En contrapartida del COI y de la Argentina, hay otros que se mostraron en contra del polémico método utilizado para suspender a Dilma, como Cuba, Venezuela, Ecuador, Bolivia, Nicaragua y El Salvador. A tal punto que en medios locales se llegó a hablar de boicot: «Esa cuestión está siendo tratada por el ministerio de Relaciones Exteriores. Podemos asegurar que no habrá boicot a Río», desmintió el ministro de Deportes, Leonardo Picciani.
En lo deportivo, Río 2016 podría quedarse sin la presencia de un peso pesado como Rusia, que atraviesa graves denuncias de dopaje de Estado, con la comprobación del doping positivo de once atletas durante Londres 2012: «Será una vuelta a los tiempos de los boicot. Alguien está haciendo todo lo posible para que Rusia no compita», dijo el ministro de Deportes, Vitaly Mutko.
Mientras tanto, los estadios están en la última etapa de arreglos y la Villa Olímpica ya se encuentra en condiciones, aunque con malas críticas en las pruebas que se realizaron en las instalaciones de natación y hóckey. Lo que más inquieta a los organizadores es el transporte, con una línea de subte clave -la que conecta Copacabana con Barra da Tijuca, zona del Parque Olímpico- que se terminará a dos días del inicio.
El mes pasado las cifras de muertos por las obras ascendió a once cuando un derrumbe en una ciclovía junto al mar recién inaugurada (costó 12 millones de dólares) aplastó a dos personas. Esto generó una oleada de críticas sobre la calidad y la fiscalización de las obras que siguen hasta el día de hoy con denuncias que se viralizan en las redes sociales donde se muestran fotos de las precarias condiciones en las que se trabaja. Tres de las muertes se sucedieron en las construcciones del subte y otras seis en el Parque Olímpico.
Existe otro tema que hasta pone en riesgo el inicio de los Juegos. El encargado de dar a conocer la preocupación mundial por el virus del mosquito zika fue el basquetbolista español Pau Gasol: «No asistir a los Juegos sería devastador para un deportista que ha dedicado su vida a esos minutos de competición. Pero con la salud no se juega. Estoy valorando no asistir a Río. Se puede generar una pandemia mundial.»
Hay otros peso pesados que piensa igual: «No estaba preocupado con esto, pero para ser honesto mucha gente ha estado hablando en los últimos días. He visto que 100 científicos han recomendado no ir. Tengo planeado ir, pero necesito más información», contó el tenista británico Andy Murray, defensor del oro. Novak Djokovic y Serena Williams también están en duda.