Fue un lunes histórico. Después de doce años, la Selección Argentina de fútbol femenino volvió a participar de un Mundial y por primera vez consiguió un punto en este torneo. En las ediciones anteriores, 2003 y 2007, las japonesas habían vencido por 6 a 0 y por 1 a 0 al equipo nacional. Más de una década después, el resultado es otro.
“A Banini vas a ver gambetear la Torre Eiffel…yo te juro que pronto se va a caer”. En los alrededores del Parc des Princes y ante la mirada atenta de guardias de seguridad, de cámaras de televisión de FIFA, la hinchada argentina espera el micro de la selección con el agite de las mismas canciones que se habían escuchado en el estadio de Arsenal, durante el repechaje contra Panamá. De Sarandí a París. Once mil kilómetros recorrieron los cantos, los pañuelos verdes y las banderas del colectivo La Nuestra Fútbol Feminista y de la escuela de fútbol de pibas Las Fulbitas que se agitan en alto junto a un pañuelo verde grande donde en la previa, antes de ir al estadio, las argentinas habían pintado Aborto Legal Ya en letras blancas.
A ese jolgorio tribunero se suma también Rosa, la mamá de la central Aldana Cometti, que dejó por un mes su trabajo en la mercería del barrio de Almagro y vino a ver al equipo nacional junto a su marido, sus hijxs y la prima de la defensora. “Estoy nerviosa. La acompaño siempre a donde juegue pero un Mundial es distinto. Aunque la clasificación fue muy emocionante por la cantidad de gente que las fue a ver. Pero no siempre podemos estar todos y hoy estamos”, dice con las uñas pintadas con los colores de Argentina – una celeste y una blanca.
«A Banini vas a ver…» Sí, 25 mil personas en el estadio Parc des Princes ven a la capitana de la selección gambetear japonesas contra la línea, en una jugada que enseguida se volvió gif. Y también la ven sumarse a la muralla defensiva que diseñó Carlos Borrello detrás de la mitad de la cancha para contener la velocidad y la precisión del equipo rival. La resistencia y el aguante son las claves para que Japón no le encuentre la vuelta al partido. «Nos teníamos que resguardar y salir de contra. Sabíamos que si salíamos mucho nos podían hacer daño. Esto es un envión anímico muy importante, no me caben dudas”, explicará luego el técnico en la conferencia de prensa.
En las tribunas, a la hinchada argentina un guardia le pide que lleven el pañuelo verde gigante a un locker y que guarden los que llevan en el cuello y en las muñecas, en las mochilas. En las páginas de apuestas deportivas, un triunfo de Argentina paga veinte veces más que el de Japón. Adentro de la cancha, la selección es un bloque imposible de quebrar. Ya lo habían remarcado las jugadoras y también el cuerpo técnico: son guerreras, darían batalla. Y la dieron. Hasta perder un diente por un codazo como Aldana Cometti. Hasta quedar exhaustas por correr cada pelota como Florencia Bonsegundo. Hasta abrazarse entre todas, cuando después de adicionar cuatro minutos, la jueza Stephanie Frappart marca el final del partido. Acaban de hacer historia. Y aprietan los puños. Se miran. Se desahogan en un grito.
A Banini vas a ver gambetear la Torre Eiffel. Y la capitana va a la conferencia de prensa y después a la zona mixta y también allí dibuja gambetas con palabras. “Nos enfrentamos a una selección superior que es potencia del mundo. Nosotras reflejamos lo que son las mujeres argentinas y estamos acostumbradas – quizás mal acostumbradas- a estar en desventaja, entonces eso lo reflejamos dentro de la cancha. Este primer punto es el primer paso para un fútbol mejor en Argentina”, dice, con la sonrisa ancha en la cara y el trofeo de mejor jugadora del partido en sus manos.