Hay deportistas que, convertidos en ídolos populares, trascienden largamente el área de su actividad y se convierten en dibujos, en esculturas y también en tinta. El boxeador Justo Suárez fue el protagonista de uno de los cuentos más emotivos de Julio Cortázar, El torito de Mataderos. Para el escritor, que vivió en París la mayor parte de su vida por decisión propia, el torito fue un pedacito de su patria en el exilio autoimpuesto.
Maradona no solo fue una de las formas de nuestra identidad nacional, sino también una especie de prolongación de patrias ajenas, desde Nápoles a Montevideo, donde Eduardo Galeano lo consideró parte inseparable del Río de la Plata, no importa de qué lado del charco viviera cada uno. En el libro póstumo del escritor uruguayo, Cerrado por fútbol, puede leerse: «Diego Armando Maradona fue adorado no sólo por sus prodigiosos malabarismos sino también porque era un dios sucio, pecador, el más humano de los dioses. Cualquiera podía reconocer en él una síntesis ambulante de las debilidades humanas o al menos masculinas: mujeriego, tragón, borrachín, tramposo, mentiroso, fanfarrón, irresponsable. Pero los dioses no se jubilan, por muy humanos que sean. Él nunca pudo regresar a la anónima multitud de donde venía. La fama, que lo había salvado de la miseria, lo hizo prisionero». Y agregaba: «Maradona fue condenado a creerse Maradona y obligado a ser la estrella de cada fiesta, el bebé de cada bautismo, el muerto de cada velorio. Más devastadora que la cocaína es la ‘exitoína’. Los análisis, de orina o de sangre, no delatan esta droga».
Si el escritor uruguayo, que murió en 2015, hubiera podido enterarse de la muerte del Diego que hizo llorar a multitudes hace apenas un año, habría corroborado lo acertado de sus palabras. La exitoína es la más peligrosa de las drogas porque genera no solo inestabilidades emocionales, dudas, ataques de omnipotencia, sino también relaciones parasitarias, rastreras y peligrosas.
«Escribí dos cuentos sobre Maradona», dice el escritor Hernán Casciari en su cuenta de Twitter poco después de la muerte de Digo- «10.6» es el que más me gusta. Pero el otro (en 2004, con Diego en terapia) se hizo viral desde ayer. Mi mamá lo leyó en uno de mis streaming, y esa lectura, donde ella se quiebra, hoy me estremece». El cuento a que hace referencia Casciari estaba se llama Carta de un ama de casa a Maradona, y fue escrito en 2004, cuando el ídolo atravesaba uno de los muchos momentos difíciles que le tocó gambetear en su vida. En uno de sus pasajes, la ama de casa dice: “Pero después me dan ganas de explicarle al mundo que nadie reza por el boca sucia, ni tampoco por el fanfarrón. Me dan ganas de explicarle al mundo qué pocas alegrías tuvimos en los últimos veinte años, y que de esas pocas, casi todas vinieron con tu firma».
El escritor y periodista Rodolfo Braceli escribió en 90 minutos. Relatos de fútbol un cuento que se llama “La partera de Maradona”. Ella se llamaba Pierina y le dio a doña Tota todas las instrucciones para tener un pibe 10, el mejor de la villa, el mejor del mundo. Pero también la previno: “Te aviso, metételo en la cabezs, esto no va a ser nada sencillo (…) Eso es, Tota, el mejor de todoso así en la tierra como en el infierno. Pierina, ¿no podemos evitar eso del infierno? No, no podemos, tierra y cielo influyen infierno. Por el mismo precio.
“Tu esperanza ya sabe su tamaño / y es por eso que no habrá quién la destruya. /Ya no te sentirás sólo ni extraño. /Vida tuya tendrás, y muerte tuya” es el fragmento de un poema que le dedicó Mario Benedetti, como previendo que su muerte estaría rodeada de sombras y de dudas acerca de si podría haberse evitado. Quizá el destino de los grandes sea morir más solo que la mayoría.
A Maradona se le han dedicado más de 50 canciones, todas ellas conmovedoras. Pero tal vez ninguna haya alcanzado la dimensión emocional que la de Jorge Alorsa cantada por Cucuza Castiello en el primer cumpleaños del Diego sin él, Para verte Cambetear. “Con un par de lienzos crotos, esperando por el bondi de fiorito a paternal /Las pisadas, las rabonas, son los chiches que los viejos no te podían regalar / Y en la villa se juntaban los pendejos para verte gambetear”.
Quizá, todos los homenajes sean una forma de no bajar la guardia, de estar atentos a su posible regreso. Si Maradona logró lo imposible, ¿por qué no lograría regresar? ¿por qué no le haría una gambeta a la muerte? Por eso, todos lo invocamos de una manera y otra, lo llamamos para que vuelva, para que nos alegre, para que diga sus exabruptos llenos de verdades, para volver a verlo gambetear.