Los perros, tradicionalmente considerados amigos del hombre, también pueden convertirse en enemigos feroces y sembrar el terror saliendo a cazar víctimas humanas por la noche. Al menos, esto es lo que sucede en la novela Los perros de la nación (Interzona), la última novela de Boyanovsky Bazán.
“Muchos de los feroces y despiadados que hoy merodean en la penumbra –dice en un párrafo del principio- son descendientes de mascotas dóciles, nietos y bisnietos de razas codiciadas, sobreestimadas. Dejaron la claridad del día. Pero eso al menos da un tiempo en el cual vivir con cierta normalidad, hasta el toque de queda, cuando comienza a caer el sol y los perros salen a cazar personas.” La sociedad no se explica la transformación de los perros, solo la padece y de ese padecimiento intenso nacerá la resistencia.
Con esta novela, Boyanovsky Bazán, que además de escritor es músico y periodista, resultó finalista en el Premio Eugenio Cambaceres. Integrante de la cooperativa que publica Tiempo Argentino, esta vez dejó el papel de entrevistador para ser entrevistado.
-¿Los perros constituyen una metáfora de la última dictadura militar argentina? ¿Cómo surgió la novela?
-En principio surgió la imagen de los perros sin ninguna carga metafórica o emblemática y comencé a hacer un primer borrador sobre eso sin tener idea de que iba a ser algo más político. Lo pensé originalmente como un cuento. Cuando creí que lo podía desarrollar más, me di cuenta de que era una novela y que había una posibilidad de convertir a los perros en metáfora de la violencia.
-¿Qué tenías en el momento de sentarte a escribir? ¿Sabías hacia dónde ibas o te largaste al vacío?
-En mi experiencia como escritor cada vez que me largué al vacío no pude concretar nada. En las dos novelas que tengo publicadas, desarrollé primero la historia de principio a fin. Cuando tengo la auto revelación de qué va la historia y dónde está la representación de todo lo que voy a narrar, empiezo a pensar hacia dónde va la historia y qué va a pasar. Y cuando sé cuál va a ser el final y de qué modo lo voy a narrar, sé que tengo toda la historia. Incluso escribí una sinopsis relatando desde el principio hasta el fin y anoté algunas escenas que para mí son clave en el desarrollo de la historia.
-La cuestión de los niños indudablemente tiene que ver con la historia argentina, pero también hay como una premonición del empoderamiento femenino que iba a tener lugar. ¿Vos fuiste consciente de eso?
-No y es la primera vez que me lo señalan. No, no fui consciente en absoluto. Sí quería que hubiera un equilibro, aunque el narrador es un hombre que terminó imponiéndose porque me siento más identificado con esa voz, pero hay dos personajes femeninos con mucho protagonismo, aunque esto no fue pensado desde lo político
-Pero en ese protagonista también hay una voz femenina. Él transgrede las normas de la organización y tiene un hijo.
-Es verdad, ese personaje es el jefe de la célula que interviene en toda la segunda parte, muestra el aspecto humano del que nunca puede desentenderse ninguna organización, aunque se trate de una organización tabicada y centrada en un objetivo ideológico muy claro. Ese personaje es un desertor de las propias normas que él trata de hacer respetar. Me parece que está bien que a ese cambio le pongas una carga femenina. Es una posibilidad que te da la literatura.
-La novela es, al mismo tiempo, terrible y esperanzadora porque es una reivindicación de la lucha y porque señala que no todos los perros son iguales. Hay un perro negro que aparece hacia el final y que es distinto.
-Sí, y no nos queda otra porque siempre sale el sol, estamos acostumbrados a eso. A pesar de la noche más oscura y más brava, siempre hay un momento de claridad. Y es cierto, la lucha para los protagonistas de esta historia y creo que para todos nosotros, es uno de los elementos a los que nos aferramos para tener esperanzas para seguir. Incluso cuando está todo perdido hay que seguir luchando y morir con las botas puestas. El perro que aparece hacia el final es distinto. Se parece a los perros anteriores a la catástrofe que está contada en el libro y da la idea de que no todo está perdido. Ese perro, además, va a tener cría, por lo que habrá nuevos perros como él. Se abre así una visión esperanzadora aunque los protagonistas de la historia la pasen tan mal.
-¿Hay una cierta reivindicación de la lucha armada en la novela?
-Sí, pero en el sentido de que hay una militancia. En mi libro de no ficción Setentistas que hicimos con Fernando Amato, de cuya primera edición se cumplieron 11 años y que sigue circulando porque nos lo siguen pidiendo, se reivindica la militancia. Habla de los 70 y está enfocado sobre todo en La Plata. En esos años la militancia derivó en la lucha armada y después pasó lo que pasó. Ese libro trata a la militancia con mucho respeto y con una reivindicación de la vocación, de la voluntad de los militantes, del arrojo que tuvieron. Muchos dieron su vida, quizá de una manera equivocada o no, eso ya depende del análisis histórico y también individual. Pero yo reivindico la militancia y tomo toda esa experiencia en mi investigación para trasladarla a Los perros de la nación. Tomo incluso hechos reales que traslado a la ficción en algunos casos de manera más críptica y otras, más evidente.
-¿Por ejemplo?
-Por ejemplo, un episodio que ocurrió en la ciudad de La Plata en lo que hoy se llama La casa de la memoria, en la que hubo un operativo conjunto de las fuerzas armadas y la policía en el que desbarataron una célula muy importante de Montoneros. Si no me equivoco, en esa funcionaba la imprenta donde se imprimía la revista Evita Montonera. Es ahí donde desaparece Clara Anahí Teruggi.
-¿Es lo que la escritora Laura Alcoba relata en La casa de los conejos?
-Exactamente. En mi novela está ese episodio y luego hay cosas más evidentes, más obvias como el pase a la clandestinidad, por ejemplo, la cuestión de compartimentarse, de recluirse en el campo…Creo que más que una reivindicación de la lucha armada lo que hay es una reivindicación de la resistencia frente a un hecho adverso en el que todo parece configurado para destruir al pueblo. Lo de la lucha armada en mi novela es relativo, porque tienen armas, pero son armas no convencionales, no son armas de fuego y ni siquiera tienen armas de fuego las fuerzas armadas. La violencia está representada por los perros. Alguien me dijo que Los perros de la nación puede leerse como una metáfora de la Argentina de hoy, del Estado controlador, policial. Lo que me parece interesante es que yo terminé de escribir la novela en 2012, cuando el escenario no era este ni por asomo. Pero lamentablemente vivimos en un país que no nos da garantías de que las cosas del pasado no se repitan. Eso debe estar en el acervo de todos nosotros y quienes tenemos la posibilidad de escribir una historia terminamos recreando algo que quizá no hoy pero sí mañana resulte similar a la historia que nos tocó vivir.
-Vos eras muy chico en la época de la dictadura. ¿Te documentaste para escribir esta historia?
-No de manera específica, pero siempre me gustó la historia. La abordé como simple lector y también en investigaciones como las de Setentistas. Por eso tenía bastante material para hablar del tema.
-Pero lo que me parece más difícil es recrear las sensaciones que uno tiene en esas circunstancias. Y esas cosas no figuran en los libros de historia.
-Eso es algo fascinante que ocurre con la literatura. A veces una necesidad práctica del relato te lleva a un lugar que después explota desde otro aspecto. Por ejemplo, yo necesitaba que los perros salieran a atacar de noche, porque si atacaban durante todo el día, no había historia sino una pared plana, no había conflicto. Entonces cuando como narrador tengo claro que los perros atacan a la noche, tengo que recrear esa situación, me doy cuenta de que hay una asociación directa con los grupos de tareas y con la gente que mira para otro lado, que se refugia en su casa y escucha que están matando a alguien en la esquina, le sirve la comida a sus hijos y sigue su vida como si eso no pasara. Seguramente también yo tengo esa carga, porque fueron situaciones que hemos vivido. Además, salvo que uno viva en una burbuja es algo que venimos recibiendo en distintos formatos desde esos años a después y lo seguimos recibiendo en los libros, en el cine, en las notas periodísticas. En cuanto a los perros, no sé por qué se volvieron así, violentos, y tampoco me propuse averiguarlo, sino contar esa situación sin hacerme esa pregunta, aunque la pregunta, aunque no se formule, está presente todo el tiempo. Yo no tengo la respuesta y nunca la quise tener. Habría varias respuestas posibles, pero prefiero que quienes lean el libro lleguen a sus propias conclusiones.