Quizá James Joyce jamás imaginó que su libro más emblemático, Ulises, traspasaría fronteras y años hasta transformarse en un clásico. Aparecido en 1922, hace casi un siglo, no sólo sigue teniendo vigencia, sino que es un emblema de lo nuevo, de lo experimental. Ulises fue una bisagra en la historia de la literatura, un punto de inflexión.
Por eso, cada nueva traducción de este libro ya legendario constituye un suceso. Se trata de un libro muy difícil de traducir por su tratamiento del lenguaje. Sin embargo aún hay traductores que aceptan el desafío. Edhasa acaba de publicar, la versión de Rolando Costa Picazo en dos tomos protegidos por una caja. Se trata de una edición crítica cuyos comentarios y notas pertenece también al mismo traductor.
He incluido tantos enigmas y acertijos que mantendrán a los profesores atareados siglos acerca de lo que quise decir, y esta es la única manera de asegurarnos la inmortalidad. Esta frase es de James Joyce es el acápite del libro. Joyce tenía razón en las dos cosas: su libro sigue dándoles tareas a los académicos y él ha encontrado la inmortalidad.
Sin embargo, tal como se consigna en la introducción no todo fue un lecho de rosas. «Muy por el contrario Joyce tuvo que librar una batalla sin cuartel contra editores, críticos y lectores pertenecientes a las postrimerías de una era victoriana que hizo lo imposible por silenciar su libro. En varias de las primeras reseñas se lo calificó como ´literatura de letrina´. En septiembre de 1920, luego de leer el capítulo «Nausicaa» en The Little Review, John Sumner, secretario de la Sociedad para la Erradicación del Vicio de Nueva York, lo denunció por obsceno. Los editores de la revista fueron declarados culpables, debieron pagar una multa de 50 dólares y firmar un compromiso de no publicar más capítulos de la novela.
Por supuesto, también hubo defensores que, con un criterio más abierto acerca de la literatura lo defendieron a capa y espada, entre ellos se contaron Margaret Anderson y Jane Heap quienes fueron llevados a juicio acusados de estar a favor de un texto obsceno. El desarrollo del juicio no pudo ser más desopilante. El defensor, Quinn, que fracasó en la tarea de recusar al jurado por no ser especialista en temas literarios, en cambio, dio un golpe maestro cuando pidió que se leyera en el tribunal los párrafos considerados obscenos. Dos de los jueces consideraron que los pasajes eran incomprensibles, lo que le dio a Quinn el argumento perfecto: no se puede juzgar obsceno aquello que no se comprende. Sin embargo sus esfuerzos fueron vanos. Tampoco le sirvió comparar al Ulises con una pintura cubista ni decir que la escena en que el personaje central, Bloom, se masturba ante la exhibición de la ropa íntima de una mujer era un pasaje desagradable pero no obsceno. El juicio culminó con la condena de las editoras de pagar 50 dólares cada una y la promesa de no volver a publicar literatura de ese tipo.
El traductor Rolando Costa Picazo es crítico y traductor literario, profesor consulto de la Facultad de Filosofía y Letras de la Universidad de Buenos Aires y profesor plenario de la Universidad de Belgrano. Pertenece a la Academia de Letras y ha publicado numeroso libros, entre los que se cuentan Tierra de nadie: poesía inglesa de la Gran Guerra (2015) y Palabras de Borges (2016). Ha traducido más de 100 obras del inglés al español tanto de prosa como de poesía, de autores como Ernest Hemingway, William Faulkner, Truman Capote, Norman Mailer, Saul Bellow, H.W.Auden, Emily Dickinson y Henry Miller. Sus traducciones lo hicieron merecedor de diversos premios.
Sin duda, la traducción de la obra máxima de Joyce debe haber sido el más ambicioso de los proyectos que llevó a cabo. Ninguno de los dos tomos de la nueva versión de Ulises es apto para leer en un medio público de transporte, dado el gran volumen de cada uno. Es que al de por sí extenso texto se han agregado múltiples notas que orientan al lector y le permiten leer esta obra de Joyce de la manera más cercana a la intención con que fue escrita. No es poco mérito si se tiene en cuenta que el propio Borges, que conocía bien el idioma de Joyce, consideró que, lisa y llanamente, el Ulises, debido a su complejidad lingüística era intraducible.
No llama la atención, sin embargo, que sea un argentino el que emprende esta tarea ciclópea. En la Argentina el Ulises es un texto sumamente valorado que tienen sus fanáticos. Por eso, cada 16 de junio se celebra el 16 de junio pero de 1904, en alusión al día en que transcurren los episodios de la novela.
El escritor y crítico Carlos Gamerro, profundo conocedor de la lengua inglesa y traductor de Shakespeare, dijo en un artículo en 2015: Tanto se ha dicho y repetido que el Ulises de Joyce es intraducible que muchos han terminado por creérselo, esgrimiendo las hasta ahora tres, y ahora cuatro, versiones españolas como prueba, antes que como refutación, de tan temerario aserto. Señala que hasta el momento de la publicación de su notas, en cuanto a traducciones del Ulises España y Argentina iban empatado dos a dos. Y advertía: «Pero atención: se sabe que, también en silencio y también por puro gusto, Rolando Costa Picazo ha emprendido, y está terminando de pulir, su propia versión, que podría ver la luz en 2016. En términos del duelo América-España, en dos años daremos vuelta el marcador: se viene el 3 a 2. En el plano local, es otro duelo el que se anuncia: entra al ruedo uno de los más experimentados traductores del inglés a nuestra lengua, un académico experto en las literaturas de lengua inglesa. Stephen Dedalus vuelve por sus fueros.
Una traducción muy bienvenida que quizá desmiente el mito de que el Ulises es intraducible.