Cuentan los testigos que Rafael Leonidas Trujillo, dictador genocida y rey de la fiesta del chivo, conoce a Minerva Mirabal en 1949, cuando ella tenía 23 años, en una celebración del régimen. Cautivado por su belleza y acostumbrado a tener a su disposición a todas las mujeres de la isla, la saca a bailar. Pero esta joven mujer, que ya sabía del horror y la opresión de la dictadura, lo deja plantado en el medio de la pista. El diálogo es conocido y ha sido narrado de muchas maneras, pero en su esencia es el mismo: “¿Usted me está rechazando? ¿No está de acuerdo con el régimen? Voy a enviarle a mis súbditos a conquistarla”, amenazó el dictador. “Tenga cuidado, no vaya a ser que yo los conquiste a ellos”, dicen que ella respondió. Se sabe que a eso le siguió un pequeño intercambio y que Minerva, aunque ya participaba en movimientos de resistencia, negó cualquier inquietud en la política. Pero a partir de ese episodio comenzó una persecución brutal contra ella y su familia. De no haber ocurrido, de todas maneras, su participación en el PC de la República Dominicana y su liderazgo junto a Manuel Tavaréz del Movimiento Revolucionario 14 de Junio, eran motivos suficientes para un régimen autoritario e inclemente con sus opositores.
Minerva, María Terea y Patria
Pese a ser la tercera de cuatro hermanas, Minerva era una guía para ellas. María Teresa y Patria, las mayores, se involucraron en el PC a través de su lucha y la acompañaron en la resistencia por la liberación del pueblo dominicano. Como si fuera fruto de un juego palabras, a las hermanas Mirabal les decían “las mariposas” dentro de la agrupación. “Hay distintas versiones de por qué ese nombre, pero parecería que tenía que ver con un nombre propio del ámbito de la clandestinidad. Tiene que ver también con sus características personales, eran mujeres muy coquetas, muy bellas, muy arregladas. A pesar de que no hay registro fotográfico de su participación política por el carácter clandestino, en todas las demás imágenes que circulan de ellas y también en los relatos siempre se las ve impecables, de punta en blanco. Y, seguramente, además hay una cuestión metafórica que tiene que ver con su fuerza y su transformación, que visto en perspectiva a través del tiempo se resignifica y tiene un impacto especial”, dice a Tiempo Jimena Coppolino, curadora de la exposición Hermanas, que puede visitarse en el Museo Evita de martes a domingos de 11 a 19 horas.
Como la existencia de una mariposa, la vida fue breve para Patria, María Teresa y Minerva. Tenían alrededor de treinta años cuando los “súbditos” de Trujillo las emboscaron, las asfixiaron y golpearon hasta matarlas. “El crimen de ellas es considerado y tomado como origen de la fecha del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer por la manera en que las mataron y no tanto por el motivo. En un principio, a ellas no las asesinan por cuestiones de género sino por su participación política. Pero las características del asesinato hacen que no sea un ‘fusilamiento normal’ para el régimen. Probablemente, esto tenga que ver con la posición social en la que ellas se encontraban y de alguna manera la exposición. Tenían una buena posición económica, un apellido de renombre y su familia no había sido tan devastada en términos económicos por la dictadura. Podían mantener todavía un estatus y, sobre todo, las influencias. Además, ellas en sí tenían un carisma y una actitud muy de vanguardia para ese momento. Minerva estudió abogacía, aunque nunca pudo ejercer su profesión, fue una mujer que estudió en la universidad, que desde muy chica manejó autos, que usaba pantalones en los años ‘40. Entonces, hay algo ahí, siempre tuvieron un carisma y una popularidad especial. El régimen temió las repercusiones que su asesinato podía generar, por eso simularon un accidente. Después de matarlas a golpes, metieron sus cuerpos en el auto en el que venían manejando por la ruta y las tiraron por un barranco. Al otro día salió en los diarios la noticia de que tres hermanas murieron en un ‘accidente automovilístico’. Pero ya nadie creía en las mentiras del régimen. A partir de ese 25 noviembre de 1960, la dictadura de Trujillo empieza a profundizar un proceso de pérdida de credibilidad y cae seis meses después. El asesinato de las hermanas es lo que termina de hacer caer el régimen, porque pierde legitimidad ante la sociedad dominicana. Más allá de que el ajusticiamiento de Trujillo fue con fuego amigo y hubo una confabulación geopolítica, socialmente esa dictadura se sostuvo hasta el asesinato de Patria, Minerva y Maria Teresa; después de eso, ya no”, explica Coppolino.
La sobreviviente
Hubo una sobreviviente: Dedé Mirabal, la hermana menor, la única que había decidido no participar en la resistencia política. Cuando se enteró de la muerte de sus hermanas, enloqueció de dolor. Cinco hijos dejaron huérfanos los asesinos de sus hermanas, y Dedé los cuidó y protegió como si fueran suyos. “Lo interesante de esta historia es cómo esto se toma como un símbolo, cómo es la construcción de este rol de Dedé Mirabal, esta hermana que sobrelleva todo este dolor de perder a sus tres hermanas en un acto absolutamente cruento y se enfrenta a denunciarlo ante una dictadura completamente sola. Pero, además, Dedé se queda haciendo todo este trabajo de construcción de la memoria mientras cría a sus tres hijos y los cinco hijos que dejan las hermanas. Dedé oficia de madre de todos estos niños. La sociedad dominicana la terminó nombrando a ella como “Mamá Dedé”, justamente por este rol de cuidarlos. En Argentina esta nomenclatura conmueve muy especialmente, no deja de haber una fibra sensible que se toca en relación a nuestra historia. A diferencia de las Madres, Dedé afrontó una lucha muy en soledad y por esto mismo, absolutamente desorganizada. Buscó toda su vida herramientas para contar esta historia. Ella terminó gestando un museo en la casa donde ellas se refugiaron en los últimos años. Y cuando la madre de las Mirabal fallece, Dedé empieza a abrir este museo al pueblo dominicano y luego se institucionaliza como uno de los museos de la resistencia del pueblo de la República Dominicana. Además, por ejemplo, se negó toda la vida a escribir porque ella, bueno, lo cuenta finalmente en Vivas en su jardín, el libro que publica 2010: nunca quiso escribir porque, dice, ‘yo no soy escritora, no sé con qué palabras se expresa tanta tristeza’. Pero se da cuenta hacia el final de su vida que era muy importante dejar como legado su palabra escrita. Lo que empezó a pasar con la historia de las Mirabal es que, si bien se universaliza por la conmemoración de la fecha de su muerte como Día Internacional de la Violencia contra las Mujeres, previamente el best seller El tiempo de las mariposas, de Julia Álvarez, cuenta la historia de las Mirabal, pero en clave ficcional. Y lo que empieza a pasar es que se utiliza esa novela de Julia Álvarez para contar a las Mirabal, por lo tanto, la historia de las hermanas empieza a estar muy mediada por la ficción. Y Dedé entiende que es importante como legado que ella cuente sus memorias, la vida de sus hermanas, para que se pueda separar la ficción del relato biográfico, así que escribe Vivas en su jardín. Además funda la Casa Museo Hermanas Mirabal, es la primera guía de ese museo y cura la colección que mostraba la vida de sus propias hermanas”, dice Coppolino.
Las hermanas en el Museo Evita
La sala temporaria del Instituto Nacional de Investigaciones Históricas Eva Perón- Museo Evita, dependiente del Ministerio de Cultura, en convenio cultural con la Casa Museo Hermanas Mirabal, de República Dominicana, exhibirá hasta el mes de junio la exposición Hermanas que recorre las historias personales de las Mirabal, signadas por la historia de su país y los sueños de revolución.
“Es una colección de fotografías que viene de la Casa Museo Mirabal, es parte de la colección privada de la familia, y está mixturada con una cronología que las cuenta a ellas, que cuenta los hitos de sus vidas y de la historia dominicana, en diálogo con su militancia y el contexto político donde ellas iban creciendo, formando familia y luchando por la libertad de su pueblo, y sobre todo hace hincapié en el legado y en el símbolo de la mariposa y la reactualización de ese símbolo en las luchas de las mujeres a lo largo del mundo”, cuenta Coppolino, quien además de ser la curadora de la exposición es la directora y escritora de la obra teatral 25 de noviembre o el comportamiento de las mariposas.
Para reflejar la mariposa como símbolo de lucha para el movimiento de las mujeres, desde el museo hicieron un relevamiento fotográfico en la última marcha del 8 de marzo. “Es un símbolo que se repite y se resignifica de muchas maneras, dialogamos con las manifestantes para preguntarles por qué usaban las mariposas y todo ese material se ve reflejado en la exposición”, dice y continúa: “Todo esto está también en articulación con un proyecto educativo que se llama Pinta la igualdad, que viene de la Casa Museo Hermanas Mirabal, es una sala para infancias y juventudes para reflexionar sobre la igualdad y la inclusión. Mientras tanto, en República Dominicana, en la CMHM hay una muestra que se llama Ser evita, el camino de la igualdad, que se enmarca también en esta articulación entre las instituciones. Asi que mientras acá conocemos la historia de estas hermanas, allá conocen el legado de Evita”.
Puntos en común y diferencias
Hay puntos en común entre las hermanas Mirabal y Evita: “Las analogías son varias, son muchas y muy interesantes. En ambos casos hay una vida muy breve, muy intensa, muy cargada. Pero la enorme diferencia es que la actividad política de Eva es una actividad que se da en un contexto de democracia y ampliación de derechos, y una actividad pública total. Eso es justamente todo lo que no tenemos de las Mirabal, no tenemos discursos, grabaciones, manifestaciones, de todo eso no hay registro. Se narran sus vidas, porque la idea es poder recuperar su historia, quiénes eran ellas, y sobre todo recuperar sus rostros también a partir de estos retratos que las muestran vivas y radiantes en esta juventud, más allá de todo lo que estaban viviendo y de las cosas que iban sucediendo. La idea es contarlas y reconocer sus rostros”, afirma.
No sólo las mariposas actúan como símbolo de lucha que se resignifica sino también el título de la muestra, hermanas: “¿Cuántas veces Eva llamó a las mujeres de su patria como hermanas, para organizarlas en la lucha, para interpelarlas? Hay algo de la hermandad, que además en las historias de ellas también hay una cosa especular porque Eva tenía tres hermanas que son quienes se quedan cuidando, protegiendo de embates furiosos su memoria, su patrimonio, buscando su cuerpo por el mundo. Y acá hay como un espejo, son tres hermanas que la dictadura asesinó y una sobreviviente que se queda haciendo todo ese otro trabajo. Al sur y al centro de la región, a las hermanas Mirabal y a Evita las une esa inspiración de la mujer latinoamericana en la lucha por la conquista y ampliación de los derechos, por la igualdad, y por sus pueblos. Ese arrojo total a una misión política”, dice Coppolino.
Antes Fundación Eva Perón, el edificio donde actualmente se encuentra el Museo Evita, supo ser en los años 40 un hogar para muchas mujeres que necesitaban un lugar donde vivir; hoy refugia del olvido a las Mirabal, sus hermanas latinoamericanas.
Hermanas puede visitarse de martes a domingos de 11 a 19, en la Sala Temporaria del Museo Evita en Lafinur 2988, CABA.