“Esta es la primera foto. Llegamos a Malvinas e hicimos un alto en el camino antes de llegar al cuartel, estábamos a cinco cuadras”, cuenta Fabián Volonte, excombatiente de Malvinas. En la foto se puede ver a tres jóvenes tirados en el pasto con las ametralladoras apuntando al cielo y una sonrisa plena de felicidad en sus rostros. Gran parte de las imágenes del archivo “Malvinas. Memoria de la espera” son así: en el desembarco, en la espera del enemigo, grupos de varones posan contentos frente a la cámara. “La impronta que tienen las primeras fotos está ligada a la idea de que ellos creían que iban a vivir una aventura, todo era una espera y una posibilidad; muchos pensaban que la guerra no iba a suceder. Al principio, cuando todavía no habían llegado los ingleses o incluso cuando todavía ellos mismos no habían llegado a las Islas, en el avión, por ejemplo, los chicos están contentos; algunos estaban viajando por primera vez en sus vidas. Después, el primero de mayo, cambia todo, cambia el clima y se empieza a poner todo más áspero”, dice Diego Sandstede a Tiempo.
En el 2015, él y Martín Felipe coordinaban un proyecto de fotografía dedicado a la recolección de archivos. Y encontraron en las redes sociales de un veterano una foto distinta, que retraba Malvinas desde otro punto de vista. “No era el tipo de foto que estamos acostumbrados, las que venimos viendo hace 40 años, las que hizo la prensa bajo censura. Esta foto tenía una impronta diferente porque parecía ser sacada por ellos mismos. Ahí empezamos a rastrear a los excombatientes para preguntarles si tenían fotos, si habían sacado. Buscábamos el punto de vista del colimba, el soldado que no hizo carrera militar sino que le tocó estar ahí, el que tuvo que aprender sobre la marcha lo que significaba estar en una guerra”, dice Sandstede. El archivo fotográfico cuenta, además, con testimonios orales. Martín y Diego hicieron entrevistas a los más de 40 excombatientes que estuvieron abiertos a compartir sus fotos y recuerdos, y las filmaron. Allí relatan, otra vez frente a cámara, su experiencia en la guerra e historias en relación con las fotos que sacaron, cómo hicieron para que no les requisaran los rollos, por qué decidieron llevar una máquina fotográfica al conflicto bélico.
En uno de los testimonios, Fabián Volonte dice que ni bien supo que tenía que ir a Malvinas pensó en llevarse cigarrillos y una cámara. No quería retratar la guerra, no podía imaginársela, no sabía lo que era. Sólo pensaba en el lugar, las Islas, sus compañeros. Necesitaba mostrar, también, que había estado ahí. Tener un registro o una prueba. “Ese objetivo se nota en las fotografías, los ves en esa postura de reafirmación de estar en ese lugar”, explica Sansdtede.
En el gesto de afirmación parece haber una respuesta a destiempo frente al relato parcial que sobrevino una vez finalizado el conflicto, como si las fotografías que se sacaron durante la guerra fueran hoy el arma de combate contra la memoria oficial, construida después de Malvinas. Esos chicos estuvieron ahí, en la guerra, aunque la censura de la dictadura primero y luego la indiferencia de la sociedad hayan echado sobre ellos un manto de ocultamiento. “Es una memoria que estaba escondida, estaba negada, atesoraron durante años estas fotos en sus mesas de luz, sufrieron el olvido de parte de la sociedad. Y también se mantuvieron en silencio. Estas fotos estuvieron guardadas y tienen un valor muy grande como memoria de la guerra de Malvinas”, dice Sansdtede.
El archivo tiene más de 800 fotografías que fueron tomadas por 40 soldados conscriptos en 1982. A partir del sábado 5 de noviembre a las 17 horas podrá visitarse de manera libre y gratuita la exposición “Malvinas. Sí, yo estuve ahí”, una selección de 300 imágenes del archivo, en la galería ArtexArte (Lavalleja 1062).
Además, el proyecto cuenta con un sitio web: https://memoriadelaespera.com.ar/