Estibadores del puerto de los años 90, mujeres argentinas que trabajan la tierra, una comunidad que sobrevive a 4000 metros de altura lejos de todo, mujeres de la Amazonía boliviana a la que se les prohíbe decir determinadas palabras…Un concepto común les confiere unidad a diversas muestras de fotógrafos argentinos que se exponen en el Centro Cultural Borges (CCB). Se trata de la primera exposición que se hace luego de su reapertura y su relanzamiento bajo la órbita del Ministerio de Cultura.
Como espacio público, sus criterios han cambiado. Tiene un concepto federal, permite un mayor acceso a los artistas emergentes y su entrada es libre y gratuita.
En este ámbito, Sebastián Miquel concibió una gran muestra fotográfica que, en realidad, son varias muestras de fotógrafos argentinos reunidas bajo el concepto ancestral de Ayni. Este fue el diálogo que el curador sostuvo con Tiempo Argentino.
-¿Cuál es el origen de esta muestra?
-Fue una idea que se me ocurrió luego de una propuesta que me hizo Ezequiel Grimson, el director del C.C.B. de hacer una muestra en un gran espacio que es el que ocupan ahora la diversas exposiciones. Al ser la primera muestra luego de la reinauguración y el relanzamiento del Borges como espacio público, me pareció que era adecuado generar la participación de varios fotógrafos y fotógrafas, más que hacer una muestra con trabajos de una sola persona. Mi planteo fue hacer varias muestras paralelas que tengan un hilo conductor. Antes el Borges era un espacio en el que había que sacar una entrada paga y en el que solo se hacían muestra de personas ultra consagradas.
-Vos trabajaste de otro modo.
– Sí, el planteo fue distinto. En el otro lado del salón está la Fundación Mercedes Sosa y una exposición referida a ella, por lo las muestras debían dialogar con su figura. Empecé a pensar entonces qué tipo de trabajo podía dialogar con Mercedes. Comencé a reunir materiales de distintos fotógrafos y fotógrafas que me interesaban y ahí surgió el término Ayni, que pertenece a la cultura quechua, un término ancestral que tiene que ver con una solidaridad horizontal, con la reciprocidad entre las personas y que implica que el bienestar de todos es el bienestar de uno. Es una manera de organización social y económica, la formación de una gran familia en la que se practica la reciprocidad. Esta práctica en que cada uno aporta y también obtiene, está en consonancia con el cuidado de la Pachamama, con lo que nosotros consideramos el cuidado del medioambiente. Este término todavía es utilizado por las comunidades originarias de esa etnia, sobre todo en Bolivia y en Perú. Es un verbo y, a la vez, sustantivo.
-¿Los fotógrafos son todos argentinos? Lo pregunto porque he visto fotos de otros países latinoamericanos como Bolivia, Perú.
-Sí, también hay algún trabajo sobre Chile, pero los fotógrafos y fotógrafas son todos argentinos.
– ¿Comparten todos una misma estética? He visto fotografías muy pictóricas y otras que no lo son.
-Una característica común es que todos los trabajos se enrolan en la fotografía documental, pero los temas que abordan y los estilos sí son diferentes. Hay estilos fotográficos más pictóricos, otros más clásicos de la fotografía documental. Hay una muestra que me encanta, Estiba, que pertenece a una fotógrafa de Buenos Aires, Claudia Conteris, que en su momento, en la década del 90, fotografió a los trabajadores del puerto de Buenos Aires. Son fotos históricas de esos trabajadores que ponían el lomo laburando en el puerto, cargando bolsas. Ella los llama “los habitantes de los bordes”. La serie de exposiciones podría comenzar por allí. Es la única muestra en blanco y negro.
Luego hay una muestra sobre educación, Memoria Escolar, que recoge imágenes de alumnos y alumnas de diferentes partes del país de colegios rurales que pertenecen a una pareja de fotógrafos, Erica Voget y Ber Greco, que viajan por el país haciendo este tipo de registro y, además, les regalan las fotos como si se tratara de los fotógrafos que van a los colegios a tomar fotografías a los cursos. Ellos hacen eso en los extremos del país. Se fueron a Ushuaia, San Cruz, la Quiaca, Misiones. Muestran el entorno social y geográfico que tiene cada escuela rural.
Por su parte, María Paula Ávila fotografió a la comunidad de Bésiro, de la Amazonía boliviana. En esta comunidad a las mujeres le prohíben el habla. No pueden decir determinadas palabras.
-¿Cuál es la razón o la justificación cultural?
-Simplemente, el patriarcado en estado puro. Como los hombres les prohíben el uso de determinadas palabras, las mujeres terminan inventando un dialecto para comunicarse entre ellas, pero viven en un silencio importante. Es una sociedad patriarcal tremenda. Es una muestra dura no por lo que se muestra, sino por lo que significa. A través de sus imágenes y sus miradas las mujeres, de alguna manera, están diciendo cosas. Es muy interesante.
-También hay una sobre Perú, ¿no es así?
-Sí, Nación Q’ero, de Agustín Zamudio se trata de una comunidad que está a 4.000 metros de altura, lejos de todo, en el medio de la montaña. Es muy interesante porque en ella vemos a las cholas jugando al fútbol, haciendo una vida muy dura pero, a la vez con mucha dignidad. Es una comunidad antiquísima que sobrevive en base a relaciones de producción establecidas por recursos individuales y comunales, con una agricultura basada en el uso de los tres principales pisos ecológicos que componen su territorio amenazado por el avance de la minería.
Devoción Andina es el trabajo de Guido Piotrkowski, quien traza un recorrido de Argentina a Perú, pasando por Chile y Bolivia y registra festividades, carnavales, la Pachamama, diferentes actividades de los pueblos originarios de Bolivia como del norte de Argentina y de Chile. Recorre diferentes comunidades.
Javier Goded expone Retratos de sur a norte, fotos de Chile, de Argentina, de Perú y de Bolivia. Son fotos de viajes muy bellas y muy cuidadas que se basan en lo que decía Roberto Kush: “Es preciso recobrar una América profunda que se dé más allá de la opinión ligera y se convierta en la base de nuestra vida. Una América que deje de ser un escenario para convertirse en la tierra nutricia, donde brota nuestra vida”.
Por último, se puede ver una de la Unión de Trabadores de la Tierra (UTT) de la zona de La Plata, de Flor Guzzetti. En ella se ve a las mujeres a mujeres productoras, su día a día. Ellas producen alimentos, cuidan de sus hijos y de sus hogares, reclaman por el acceso a la tierra, y plantean las desigualdades que sufren en el ámbito social, laboral y doméstico.
-¿Existe una diferencia entre fotografía documental y fotografía periodística?
-Son similares, pero la fotografía documental tiene otro tiempo y muestra lo que no mucha gente ve porque es difícil llegar, porque no hay mucho acceso. Visibiliza realidades, mundos diferentes del de esta ciudad, muestra, denuncia. La fotografía documental viene a poner luz sobre espacios que no son del todo vistos. Todo este material está reunido, como ya dije, bajo el concepto de Ayni. Este es el espíritu que recorre las diferentes muestras.
-Recuerdo una fotografía de un chico de una escuela posiblemente del norte de nuestro país que parece una pintura. ¿Eso implica una diferencia de tiempos entre la fotografía documental y la periodística?
-En ese caso, sí. Te diría que es un trabajo casi antropológico porque el fotógrafo o la fotógrafa van, interaccionan, se quedan en el lugar, charlan. En este sentido, es otro tiempo, porque se involucran con las vidas de las personas que fotografían.
-Es un trabajo de campo.
-Claro, por eso te digo que el fotógrafo documental tiene una relación con el antropólogo. Yo también soy fotógrafo. Un 24 de marzo un reportero gráfico va a la Plaza, saca muchas fotos de situaciones, una represión o lo que sea, vuelve y prácticamente no habló con nadie. La fotografía documental involucra, en cambio, el estar ahí, el charlar, el interactuar, el conocer y, aparte, el no imponer, porque uno va con mucho interés, con mucho respeto y mucho amor a hacer estas fotos. A esto se suma muchas veces el viaje. Es en realidad un trabajo que requiere mucho esfuerzo. Por eso estoy muy contento de que puedan verse estos trabajos en el Borges porque pertenecen a fotógrafos y fotógrafas que no necesariamente hacen muestras todo el tiempo, ni tienen publicidad, ni son tan conocidos. Ni siquiera están en el circuito comercial vendiendo fotos artísticas. Entonces tener un lugar para mostrar y defender un poquito lo que uno hace ya es un montón. Es importante darle un lugar a la fotografía documental que hay mucha en este país y muy buena que no se conoce tanto. Se la conoce más a través de las redes.
-¿Cuál es la razón por la que no hay muchas muestras de fotografía documental?
-Eso habría que preguntárselo a los que manejan las galerías y otros espacios de exposición. Pero creo que depende mucho de los temas. Hay modas y, a veces, como no son del todo provocativas o del todo vendibles o son muy profundas, no se las muestra mucho. Esto tiene que ver con el estado de la cultura en nuestro país. Es una opinión totalmente subjetiva, pero creo que no estamos en un buen momento. Se presta atención quizá a lo más efectista, lo provocativo. Hay que ir ganando espacio para que este tipo de fotografía más densa en términos de contenido pueda ser vista. Es un tipo de trabajo que hay que recorrer con tiempo, no es algo que se pueda mirar rápido.