Marcos López (Santa Fe, 1958) es fotógrafo, pero exploró las posibilidades de la fotografía hasta tal punto, mezclándola con otras disciplinas, que es difícil de encasillar. Lo que sí puede decirse es que uno de los artistas de la imagen más originales. En este momento puede verse una serie de sus trabajos en la muestra In-Continente, en la galería Rolf Art.
Lopez ha trascendido tanto por su obra plástica como por su actitud provocativa y burlona respecto del mundo del arte y sus personajes. Define esta última muestra como un ejercicio catártico de acumulación y diálogo. En ella puede verse su emblemática Suite bolivariana, como así también trabajos anteriores y posteriores.
En una entrevista con Télam, él ensaya su propia definición de su actual exposición: De algún modo, esta exposición es una continuación de Debut y despedida, la gran muestra que hice en el Centro Cultural Recoleta en 2013, de Ser Nacional en el CCK en el 2016, y la curaduría que hice en el museo Macro de Rosario en el 2017, donde intervine la obra de otros artistas. A un cuerpo envuelto en un colchón de Claudia Fontes, por ejemplo, le agregué una mesa de vidrios molidos. El objeto final se convirtió en otra obra. Cuando expongo no puedo evitar usar la pared como si fuera la tela de una gran pintura en blanco y cada obra una mancha de color, de forma. Las voy cambiando de lugar. Luego de mis exposiciones la pared queda con decenas de agujeros. No me gusta medir, ni usar el nivel de burbuja para chequear la horizontalidad. Cuando cuelgo me acuerdo de un personaje que, decían, andaba por Gálvez, el pueblo de mi infancia, «el loco del martillo».
Respecto del nombre de la exhibición dice: Incontinente es alguien que no puede parar. Que cuenta sus intimidades a cualquiera que está en la sala de espera de un médico o en la cola donde se pagan las multas del auto. Tiene que ver con el desmadre. Con la idea de todo vale. Una especie de kick boxing mezclado con lucha libre mexicana. Y tiene otra lectura, que es un continente al revés. Inspirado en la América del sur al revés, de Joaquín Torres García.
Desde hace tiempo López define su obra como arte político aunque también ha cuestionado en determinados momentos esta definición. Si bien su estética es reconocible por lo constante, sus definiciones cambian y buscan siempre el impacto. En 2001 decía en una entrevista con Gabriela Esquivada: Un arte político que se nutre de la angustia que causa percibir el drama socioeconómico en que estamos inmersos. Me interesa hablar de Argentina, reflexionar sobre por qué estamos como estamos. Miro como si fuera un ensayista: vivimos en un país al que ayer vinieron los abuelos y al que hoy conducen políticos con asesores de Agulla & Baccetti… Soy un artista comprometido con lo social; me sale así. Mis parientes son todos trabajadores, yo soy de provincia, mi abuela era una modista española… Me interesa hablar de esa emoción. Por ejemplo, voy con el auto y paro porque veo la textura del subdesarrollo en un quiosco: un cartel que dice «Todo por un peso», pero antes decía «Todo por dos pesos». Si fotografío un negocio de Constitución donde venden unas hamburguesas altísimas por un peso, al mismo tiempo hago posar a la camarera con un estereotipo que me viene de las películas años 50. La pobre chica está con una cara… gana trescientos pesos… «Sonreí», le digo. «¿Cómo te llamás?». Me dice que se llama Valeria. Le pido: «Bueno, Valeria, agarrá la hamburguesa y sonreí». Creo que eso es arte político.
El colorinche, la mezcla bizarra parecen ser los ejes de su particular estética que en 2016 definía en La Nación en circunstancias de una muestra suya en la Alianza Francesa: Siempre hablo de lo mismo, desde que tenía 18 años. Antes me inspiraba en la artesanía popular, ahora quiero salir de la fotografía e incorporo el objeto, el capricho infantil como elemento curatorial. La poética de la baratija china, el macho mexicano con sus botas rosadas. Muchas obras tienen una profunda melancolía. Hay algo de cómico de variedades, de payaso que llega a su casa y se pone triste. El pop latino es un poco eso: el colorinche como exorcismo de una melancolía existencial, el juego infantil que lucha contra ese escepticismo para encontrarle un sentido a la vida. Finalmente, ¿para qué sirve el arte? Para encontrarle un sentido a la vida. Ir hacia la ternura como único camino de modificación, y una reflexión sociopolítica también. Qué es la identidad, qué es ser argentino. Mi cuestión provocadora. Hago una muestra en la Alianza Francesa y le pongo un nombre en francés para parecer más culto. Esa idea de que la «Cultura» con mayúscula está en Europa forma parte de nuestra identidad cultural.
En 2015 se expuso el documental de su autoría sobre la figura de Ramón Ayala, el músico del litoral, autor de diversas canciones que forman parte sustancial del folklore argentino, como El mensú. Su visión de este artista consagrado hace años supuso, sin embargo, bajo la mirada de López, un verdadero redescubrimiento.
Un tanto escéptico respecto del mundo y de sí mismo, a pesar de su éxito dice sentirse muy contento. Dice sentirse contento de poder jubilarse el año próximo para retirarse del mundo en un ranchito que tiene en Colastiné, Santa Fé, muy cerca de donde vivió el escritor Juan José Saer.
In-continente puede visitarse en Rolf Art, Esmeralda 1353, CABA, de lunes a viernes de 11 a 20 hasta el miércoles 31 de mayo, con entrada libre y gratuita.