Mientras en Inglaterra la editorial HarperCollins que edita a Agatha Christie recurre a los “lectores sensibles” para suprimir o cambiar palabras, párrafos enteros y hasta suprimir personajes de las novelas de “la dama del misterio”, en Florida, Estados Unidos, existe una ley que permite la intervención de los tutores de los niños en las lecturas que hacen en la escuela.
Recientemente, en este mismo estado, una maestra se vio obligada renunciar por haber mostrado en clase una imagen del David de Miguel Ángel. Como si hubiéramos regresado a la Edad Media, la desnudez es condenable y en diversos lugares del mundo se reavivan las hogueras para quemar los libros que un grupo se arroga el derecho de considerar “inmorales”. A veces, como en este caso, la sensibilidad y el deseo de no ofender suelen ser usados como excusas para ejercer simple y llanamente la censura.
Moral y discriminación
En el caso del Diario de Ana Frank la censura adquiere aún mayor resonancia por tratarse de un libro emblemático del Holocausto. El propio padre de Ana fue quien descartó del texto los párrafos que eran más explícitos respecto de la intimidad de su hija, pero parece que a los censores actuales no les parece suficiente. Por eso, aluden más que al texto en sí mismo, a la representación gráfica de ciertos pasajes.
Según lo consigna la agencia Télam, la presidenta de Moms For Liberty del condado de Indian River, Jennifer Pippin, dijo a la cadena de noticias WPTV que el libro contenía escenas “sexualmente explícitas” aludiendo a dos situaciones particulares, una en la que Ana le pide a un amigo que se muestren el pecho el uno al otro y una segunda escena en la que la niña autora del famoso diario caminaba junto a “estatuas desnudas”.
Por supuesto, Pippin aclaró de inmediato que cree “que es absolutamente necesario enseñar la verdadera historia, el Holocausto, el diario de Ana Frank». Pero –siempre hay un pero- la versión ilustrada no se ajusta a los cánones para enseñar el Holocausto en la escuela. Es así como la versión ilustrada fue sacada de circulación.
Según la presidenta de Moms for Liberty no solo el Diario es inapropiado en este sentido, sino que existe una lista de 250 libros que no se ajustan a los cánones. Muchos de ellos son libros con perspectiva de género, diversidad y raza, contra los que ya ha librado batalla. Ahora la institución que preside está en busca de que esos libros sean retirados de las bibliotecas escolares y prohibidos. Todo esto, por supuesto, el nombre de la libertad.
La respuesta
Ante esta situación, la Biblioteca pública de Nueva York respondió con una campaña a nivel nacional, “Libros para todos”, que busca que todos los ciudadanos puedan tener acceso a los libros censurados en los estados republicanos.
Algo similar hizo la Biblioteca Pública de Brooklyn a través de un proyecto que llamó “Books UnBanned” para ayudar a los adolescentes “a combatir el impacto negativo del aumento de la censura y la prohibición de libros en las bibliotecas de todo el país».
Mientras tanto, la censura continúa en nombre de la moral y las buenas costumbres y, lo que es aún más sorprendente, en nombre de la libertad.
La cruzada moral que censura libros y obras de arte no es tan reciente y no se circunscribe a uno o varios estados de Estados Unidos, sino que parece ser un fenómeno que tiende a globalizarse. Los tiempos en que los porteños se escandalizaban ante La fuente de las Nereidas de Lola Mora, lamentablemente, no han quedado atrás.