Cuando acceden a mirar una película, los espectadores aceptan un pacto tácito: alguien les contará una historia a través de la imagen, el sonido y la acción, y ellos se mantendrán abiertos a creer y a dejarse seducir. Para cumplir con el acuerdo será necesario estar alertas: ver, oír, entender, deducir, interpretar. Primero sentir, después soñar. O al revés, porque en el cine el orden sí que altera el producto, pero a diferencia de la matemática, acá no hay fórmulas. Se le prestará atención a los personajes, a las decisiones que tomen, a sus movimientos y a los espacios en donde los realicen. Las personas, los objetos, la arquitectura, la geografía y el modo particular en que todo eso ha sido dispuesto en cada plano. Es decir: todo. Sin embargo, ¿cuántos espectadores le prestan atención al cielo en una película? O mejor todavía: ¿quién mira a las nubes cuando va al cine?
Esa idea reunió a un grupo de críticos argentinos dispuestos a indagar en dicho elemento, que a priori parece escénicamente ingobernable, incluso para los directores más obsesivos. Sin embargo, como cualquier otro factor en una ecuación de cine, al cielo y a las nubes les caben las generales de la ley y, por lo tanto, pueden ser interpretados o entendidos dentro de la poética que cada película propone. De mirar y pensar en el lugar (físico y simbólico) que ocupan el cielo y las nubes en algunas películas, se trata el libro Paisajes opacos. Sobre las nubes en el cine, publicado por Taipei Libros.
Presentado durante la última edición del Festival Internacional de Cine de Mar del Plata, que se llevó a cabo entre el 3 y el 13 de noviembre pasados, el libro incluye nueve ensayos dedicados a abordar la cuestión desde ángulos disímiles, en busca de alcanzar el utópico objetivo propuesto. Con curaduría de Álvaro Bretal, uno de los editores de la revista digital de crítica Taipei, Paisajes opacos traza un mapa de relaciones impensadas entre estéticas y filmografías en apariencia distantes.
Un mapa de las nubes en el cine
De esta forma, Federico Bianchetti propone mirar hacia arriba en dos cortometrajes de montaña, uno alemán y el otro japonés, filmados en las décadas de 1910 y 1920; Ezequiel Duarte recorre las películas nubladas del húngaro Bela Tarr; Patricio Fontana observa la forma en la que los cielos nublados perturban el invariable paisaje pampeano en el cine argentino; Miguel Muñoz Garnica revela cómo la meteorología determina las tensiones en un viejo western; Héctor Oyarzún reflexiona sobre esos cielos de Moebius por los que volaba Astroboy, creación del animador japonés Ozamu Tezuka; Milagros Porta trenza ética y estética a partir de las nubes en las películas del brasileño cinema novo (¿cinema nube?); Lucía Salas se detiene a mirar la forma en que el cielo diáfano de Los Ángeles define al cine de John Ford; Miguel Savransky cataloga distintas maneras en las que el cine experimental utiliza las nubes en sus relatos; y Nuria Silva se aparta de los clásicos cielos tormentosos del cine de terror, para indagar en películas de los ’60 y los ’70 donde lo atroz ocurre a pleno sol. En todos los textos de Paisajes opacos se confirma que llevar el pacto del cine hasta las últimas consecuencias es siempre un desafío enriquecedor.
Paisajes opacos se consigue en Librería Malisia y Centro de Arte UNLP (La Plata), y en las librerías Séptimo Arte (Córdoba) y Vaporeso (Paraná). También a través de las redes sociales de Taipei Libros: @taipeicritica en IG y Twitter, o Taipei / Crítica de cine en Facebook.