Tres trabajos de Víctor Grippo (1936-2002), uno de los mayores artistas conceptuales argentinos, forman parte de una muestra dedicada a su obra en el marco de la Bienalsur 2021, que cuenta con el apoyo de la Secretaría de Patrimonio Cultural de la Nación y la Dirección Nacional de Museos, en el Museo y Biblioteca Casa Natal de Sarmiento, en San Juan. Las mismas se presentan en la muestra Víctor Grippo. Un horno para dos mesas son de rigurosa actualidad más allá de la fecha en que el artista las haya concebido y se las podrá verse hasta el 21 de noviembre.

Naturalizar el hombre, humanizar la naturaleza (1977) se centra en el alimento como materia en transformación.  La ciencia, por su parte,  actúa como mediadora de prácticas nocivas para el ecosistema, mientras que el alimento y el trabajo son  gestos reivindicadores dentro del caos. La comida del artista (1991) indaga sobre el arte y su posibilidad de hacer un aporte en un momento crítico de la civilización. Construcción de un horno popular para hacer pan (1972), realizada en conjunto con el escultor Jorge Gamarra, es una performance que reflexiona sobre la alimentación en tiempos de crisis, de la que deriva, a su vez, otra reflexión: el rol que como seres humanos tenemos frente a la naturaleza.

-¿Qué te llevó a aplicar en Bienalsur para montar una exposición de Víctor Grippo?

-Fundamentalmente dos cosas. Primero, volver a ver a Grippo en este contexto porque la suya siempre fue una obra que habló sobre la urgencia, sobre todo de la urgencia de repensar ciertos saltos de la humanidad. El proponía expandir la conciencia para generar un nuevo humanismo en el que hubiera una relación entre el hombre y la naturaleza que no estuviera mediada por la explotación, que el capitalismo no fuera la única forma de relación con ella. Creo que con la pandemia y las crisis actuales que estamos teniendo, su obra se resignifica. La performance de Construcción de un horno para hacer pan, que es del 72, se hizo originariamente en la Plaza Roberto Arlt durante el gobierno de Lanusse que prohibía reunirse. El horno tuvo un sentido político porque lo que hizo fue generar una comunidad espontánea mediada por el alimento.

-Nunca más vigente que en este momento.

-Tal cual. Lo que me pasó a mí como militante, y que creo que es la razón por la que convencí a la familia de hacer esta exposición, es que en 2001 yo tenía  unos 18 años, estaba justo en la transición entre el secundario y el ingreso a la universidad. Para mí no tenía sentido ingresar a una carrera en ese contexto, si estaba todo acabado. Entonces me vi participando de ollas populares y en varias actividades comunitarias. En 2020 me volví a encontrar en la misma situación también como militante, de modo que no pude evitar hacer la relación entre las ollas populares y su ritual de alimentación con esta performance de Grippo. En 1972, el horno original fue destruido al día siguiente de la performance como un acto de censura del Gobierno precisamente por generar actividad comunitaria. Si bien cuando uno piensa en la obra de Grippo uno siempre piensa en sus grandes obras con papas, esta es una de sus obras más celebradas por la crítica justamente por lo que. Siempre cuando hay censura aparece el ingenio y, en este sentido, esta obra fue una obra maestra del ingenio con su apelación a los ritos ancestrales de la alimentación, a la cultura y la idiosincrasia latinoamericanas. Cincuenta años después repetimos la performance en la casa natal de Sarmiento y mucha gente de San Juan estuvo muy en contra de esto. Ser armó un gran revuelo en el que tuvo que intervenir el ministro de Cultura Tristán Bauer para que pudiéramos montar la obra.

Foto: Gentileza

-¿Cuál era el argumento para no querer que se montara la obra?

-Algo así como que había algo sacro en la casa natal de Sarmiento y por eso no se debía tocar. Pero la muestra no tenía nada que ver con el patrimonio histórico, no se iba a tocar nada de la casa y se va a levantar en noviembre. Incluso creo que la muestra dialoga con Sarmiento desde diversos lugares, mostrando cosas en común y también discutiendo con él. Grippo falleció en 2002 y desde entonces su obra recorrió casi todo el mundo, estuvo muy pocas veces en Argentina y solo en CABA. Por eso llevar a Grippo a San Juan creo que fue una apuesta muy fuerte de Cultura y  de Museos y también desde la curaduría y el trabajo con su familia.

-¿Siendo escritor cómo te vinculás con el mundo de la plástica haciendo curadurías? Tengo la impresión de que siempre estuviste vinculad a lo plástico. Recuerdo que un libro tuyo de poesía fue ilustrado por Daniel Santoro.

-Yo soy de Córdoba y vine muy joven a Buenos Aires. Creo que mi capital es mi formación cordobesa. La carrera de Letras de Córdoba en comparación con la UBA es muy conservadora y jesuita y dentro de esa línea conservadora creo que hay cosas que son interesantes. Se padece un montón, pero esa formación es mi capital. Por otro lado, en Córdoba siempre estuve muy ligado a las artes plásticas. De hecho, mis amigos cordobeses son más artistas que escritores. Mi actividad como autor y en la gestión cultural está muy vinculada a una Galería de Córdoba que es Casa Trece. Creo que envidiaba un poco el modo de producir de los artistas. Siempre fui muy estructurado y pensaba que si escribís tenés que escribir y no podés hacer otra cosa. Nunca pinté porque eso no formaba parte del programa que tenía como escritor. Cuando empecé a volverme más viejo también comencé a liberarme un poco de esa idea y me di cuenta de que la forma de interactuar con las artes plásticas desde mi formación es la curaduría y me fui metiendo de a poco en eso. También tiene que ver que mi pareja es artista y comencé a estar cerca de sus procesos creativos. Estoy terminando el programa de artista de la Di Tella, completando la formación que me estaba faltando. Curar una buena muestra es como escribir una buena nota. No es como escribir ficción, sino más como escribir periodismo porque vas uniendo links, vas proponiendo un viaje, un recorrido con una hipótesis de sentido que nuclea todo.  Tengo en La Boca una pequeña galería, Objeto B.online,  en la que ya hicimos dos exhibiciones y en octubre haremos la tercera.  La curaduría es un trabajo taxativamente colectivo. La escritura es colectiva en tanto dialoga con la tradición, pero no deja de ser mental y su producción es solitaria. La curaduría, en cambio, es totalmente colectiva  y es muy bueno delegar algunas cuestiones, sugerir otras, hacerse cargo de una parte…Aunque cada vez me cuesta más escribir un libro, no voy a dejar eso nunca porque para mí es un proyecto político.

-¿Cómo fue ser el curador de una muestra de Víctor Grippo?

-Fue un trabajo muy duro porque es difícil montar a Grippo en Argentina.

-¿En que radica la dificultad?

-En que en los últimos 20 años Grippo recorrió los mejores museos del mundo, forma parte de la colección del MoMA de Nueva York  y tiene un estándar muy alto de trabajo. Si bien su obra se adapta a cualquier espacio, desde una plaza a un museo o la calle misma –y esta es una virtud del artista- y nunca deja de ser impactante, nunca pierde su aura, hay que mostrarlo al nivel de los lugares en que fue exhibido. Esto se suma a los inconvenientes que tuvimos que, por suerte, se solucionaron rápidamente, pero produjeron su desgaste. A la vez, esas circunstancias lo resignifican. La muestra salió adelante por el amor que le tiene la comunidad artística a Grippo. Tuvimos la suerte de contar con el montajista que más veces montó su obra y de que nos asesoró una curadora que había trabajado directamente con él. Se dieron muchas situaciones no planificadas que llevaron las cosas hacia adelante. Y siempre todos, Bienalsur, los productores, los funcionarios, los museos, la familia del artista y yo mismo empujamos por el amor que sentimos por este artista.

-Vos no lo conociste personalmente. ¿Cómo entraste en contacto con su obra?

-Mi contacto con él fue Córdoba en el año 2004, luego de la retrospectiva que se hizo en el MALBA, viendo el catálogo de esa exposición. Ese catálogo del MALBA es un libro de referencia de su obra. Verlo me rompió la cabeza y me hizo entender su modo de trabajar muy asociado al oficio artesanal. Mi fantasía como curador es que alguien vea la obra de Grippo en vivo y pueda expandir su conciencia como planteaba él.