El pasado viernes 22 de octubre, Mempo Giardinelli participó de un Zoom al que había sido convocado el día anterior por el gobierno de Chile sin que se le informara claramente el objetivo del mismo. Fue entonces cuando la ministra de las Culturas, las Artes el Patrimonio de Chile, Consuelo Valdés, dio a conocer al escritor argentino como nuevo Premio Iberoamericano de Narrativa Manuel Rojas. De esta forma Giardinelli se convirtió en el quinto autor argentino en recibir este importante galardón. Lo precedieron nada menos que Ricardo Piglia, César Aira, Hebe Uhart y María Moreno. Sus otros ganadores fueron Rubem Fonseca (Brasil), Juan Villoro y Margó Glantz (ambos de México) y Horacio Castellanos Moya (El Salvador)
El jurado, integrado por Ariana Harwicz, de Argentina; Alonso Cueto, de Perú; Inés Bortagaray, de Uruguay, y los escritores chilenos Jaime Collyer y Pía Barros, lo definió como “certero como pocos narradores en su abordaje prodigioso del cuento y la novela, los dos géneros que ha cultivado en forma sistemática y siempre a gran altura, es además un hombre comprometido con su tiempo y los avatares ingratos de nuestra época y, en particular, de nuestra región”. Destacó, además, que “su trayectoria como activista del libro y la lectura, su compromiso con la escritura y el pensamiento crítico lo hacen merecedor del Premio, en este tiempo en que la sociedad necesita espejearse en los textos y tomar partido por lo creativo”.
El premio fue creado en 2012 junto a la Fundación Manuel Rojas, como homenaje al autor chileno y actualmente entrega un diploma de honor y cuenta con una dotación de 60 mil dólares.
Además de ser novelista, cuentista y ensayista, Giardinelli es el artífice del Foro Internacional por el Fomento del Libro y la Lectura que se realiza anualmente en Chaco, y que ya lleva 26 ediciones.
–Entiendo que el premio lo tomó de sorpresa. ¿Cómo fue?
-Sí, me tomó de sorpresa y fue una sorpresa muy agradable. Yo no tenía idea siquiera de que era candidato, no sé cómo son las nominaciones, es decir, no sabía nada.
-¿Y cómo se enteró?
-El día antes de comunicarme que era el ganador, me llamó de Chile una persona y me dijo que tenía que estar atento a un Zoom que iban a hacer al día siguiente, es decir el viernes pasado, que por favor no dejara de asistir. Le pregunté de qué se trataba y me contestó que el Ministerio de las Culturas de Chile quería decirme algo importante. Al día siguiente, en la reunión estaba el jurado. A Alonso Cueto, de Perú, lo conozco desde hace años, lo mismo que una de las jurados chilenas. Me quedé helado cuando habló la ministra y me leyó un acta. Yo nunca fui candidato consciente a ningún premio. Del Premio Nacional de Novela de México, el Rómulo Gallegos y algún otro, en realidad nunca supe ni siquiera que era candidato y creo que es mejor así, porque entonces uno vive en estado de gracia. Si uno sabe que es candidato, en cambio, me imagino que debe de estar muy nervioso. Para mí fue una sorpresa total y, por supuesto, muy agradable. Estoy muy contento con el premio, me siento muy honrado. Además, que se llame Manuel Rojas, que fue uno de mis autores chilenos predilectos desde que mi infancia, para mí fue muy agradable. Hay cuentos de él que leí de chico que me marcaron para toda la vida.
-Esta es la novena edición del premio y usted es el quinto argentino que lo gana.
-Sí, me enteré por los diarios, creo que lo leí en El Mercurio o en La Tercera, uno de los diarios chilenos que me han llamado y me han hecho entrevistas.Fue algo fantástico y creo que le hace bien a la Argentina.
-Supongo que va a viajar a Chile para la premiación. ¿Cuándo será su viaje?
-Me dijeron que en noviembre, pero no me dieron fecha todavía. Me informaron que iba a haber una ceremonia de premiación y que me iban a avisar, de modo que estaré atento. Son momentos difíciles para Chile y para la Argentina. En noviembre en Argentina hay elecciones y yo no quisiera perderme la posibilidad de ir a votar el 14 y Chile está con el tema de la reforma constitucional y el ambiente está agitado con eso. Ignoro cómo serán las cosas y, si quiere que le diga la verdad, prefiero ignorarlo, así sigo en estado de gracia. Cuando tenga que ir, tomaré el avión.
-¿Nunca se postuló para un premio literario?¿Siempre fue postulado por otros?
-Jamás, y lo mejor de todo es que cuando gané un premio siempre fue sin saberlo.
-¿Y por qué nunca se postuló?¿Tiene alguna crítica hacia los premios literarios?
-No, para nada. Los premios son fantásticos y me alegra mucho cuando algunos colegas que yo quiero son galardonados. Sencillamente, me da cosa eso de tener que hacer todo un trámite, sacar fotocopias –por lo menos antes era así, no sé cómo será ahora- tener que mandarlo con seudónimo. Era un lío. En algún caso supe que un editor mío mandó, me consultaron y yo dije que hicieran lo que quisieran. Pero personalmente no me ocupé jamás. Y esta actitud me ha traído suerte. Dentro de todo, no me puedo quejar.
–Bueno, la “suerte” habrá sido por su literatura, no por su actitud (risas).
-Claro, algo les habrá interesado, pero tampoco me quiero meter en eso. Yo soy un escritor y entonces escribo textos: cuentos, novelas, ensayos, algún poema de vez en cuando y si a alguien le parece interesante y quiere darle un relieve, enhorabuena. A veces, mi familia me regaña por mi actitud. Por ejemplo, yo formo parte de un grupo de escritores amigos, la mayoría de ellos son catalanes y viven en Barcelona. Nos conocemos hace 30 años y tenemos un grupo de chat. Me enteré del premio el viernes y estuve todo el fin de semana sin decirles nada. El domingo mi mujer me preguntó si les había dado la noticia. Anoche de madrugada les mandé el recorte del diario La Tercera, de Página 12 y de La Nación. Obviamente, mis amigos se pusieron muy contentos.
-¿Por qué se resistía a comentarles lo del premio? ¿Le da vergüenza? ¿Es una actitud de pudor?
-La verdad es que no lo sé. A lo mejor es por vago. Me encantaría tener una explicación, pero no la tengo, porque a mí los premios me parecen importantes.
-El Premio Manuel Rojas es a la trayectoria, no a una obra en particular.
-Sí, yo había recibido hasta el momento premios a obras. El premio de México fue por Luna caliente. El Rómulo Gallegos fue por Santo Oficio de la memoria. El de España fue por Final de Novela en Patagonia. En este caso sí creo que es un premio a la trayectoria. Me debo estar poniendo viejo o se notará que soy viejo (risas).
-¿El hecho de que sea un premio a la trayectoria lo motiva a hacer algún tipo de balance sobre su obra?
-No. Yo escribo y lo hago con mucha pasión. A veces me divierto, a veces me exalto, a veces me enfurezco. Para mí la vida pasa por ahí, pero no hago ningún tipo de evaluación. Tengo tres personas, tres amigos, colegas, que siempre han leído lo que escribo y que han ido envejeciendo conmigo. Confío mucho en sus palabras, en sus puntos de vista. Le voy a contar algo al respecto. Hace ya varios años, habrá sido en 2008 o 2009, estuve muy enfermo. Estuve en coma y lo pasé muy mal. Tuve un cáncer que luego fui remontando. Cuando me recuperé de eso, me apasioné con una novela, lo que para mí era un gesto de vitalidad, de volver a la vida. Era una novela muy intensa que me llevó cerca de un año. No se la di a mi agente y en 2011 o 2012 decidí abandonarla, tomé la decisión de no publicarla. Uno de mis lectores de confianza había sido muy duro conmigo y pensé que si él me hacía esas críticas era porque la novela era realmente mala. Lo curioso es que no puede escribir más. Creo que desde 2014 no publiqué nada más. Sí publiqué en 2016 o 2017, un libro de cuentos, Chaco For Ever, pero eran cuentos que ya tenía y que organicé en ese libro, no era una producción nueva. También escribí algunos cuentos para niños, que es un género que adoro. Además, yo tengo seis nietos que viven en México, donde pasé el exilio. Y la verdad es que estos enanos me han inspirado muchísimo.
-¿Qué razones se dio a usted mismo para dejar de escribir?
-Pensé que, a lo mejor, ya había cumplido mi ciclo. No tenía nada que reprocharme ni que reprocharle a nadie. Me dije “este es el escritor que he sido” y punto. Me dediqué a otras cosas. Comencé a trabajar mucho en periodismo. Tengo una posición política y ética en la vida…en fin, me dediqué a esas cosas. Ahora me doy cuenta de que hace 7 u 8 años que no publico nada. Hace un año, en plena pandemia, comencé a sentir remordimientos por haber abandonado esa obra y me puse a revisarla. Junto con ella aparecieron los apuntes de otra novela de la que ni me acordaba. La había empezado y la tenía en una carpeta de Word. Me encontré entonces con dos novelas, una que ya estaba terminada y abandonada y otra que era un esbozo muy avanzado. Las leí y dije: ”pero estánbien”. Estuve un año trabajando en las dos. Una ya la terminé y la mandé a mi agente, le gustó mucho y supongo que se publicará pronto. La que había abandonado, que es una novela grande, la terminé hace tres semanas, ya se la mandé a mi agente y vamos a ver qué pasa. De repente, me doy cuenta de que tengo dos novelas nuevas.
-¿Cómo logró finalmente sobreponerse a ese dictamen tan severo de su lector de confianza?
-No lo sé. Primero me produjo una parálisis. Había reparos muy serios de él en lo que pensé que tenía razón. Hace un año la retomé y fue muy interesante porque no me acordaba cómo terminaba. La leía casi en estado de gracia, como si fuera de otro. Y eso fue lo mejor de todo. Volví a leer los apuntes de mi lector amigo, comencé a retrabajar la novela y también me di cuenta de que algunas observaciones que desde su punto de vista eran justas, desde el mío no lo eran. Este premio me llega en un momento en que acabo de mandar a España dos novelas. Es como si me hubieran premiado esas dos novelas que no fueron leídas todavía.
-Los argentinos que lo antecedieron en el premio son muy importantes en la literatura argentina.
-Ese premio lo ganó nada menos que Ricardo Piglia que para mí es palabra santa. No sé en qué galaxia me habré sumergido que en su momento no registré el momento en que lo ganó. Fue el primer argentino en ganarlo y yo no fui íntimo de Ricardo, pero teníamos una muy buena relación, puedo decir que éramos amigos. Tampoco me enteré de los otros premiados argentinos. Bueno, lo cierto es que yo vivo de una manera muy marginal, no estoy en la literatura argentina.
-¿Cómo que no está en la literatura argentina?
-El otro día me enteré de que hay un libro que saca la propia editorial que publica mis libros acá. Tiene como 50 autores argentinos y yo no estoy. Eso no me ofende ni nada por el estilo, pero quiero decir que soy consciente de ser un marginal y un marginal no puede pretender tener presencia y protagonismo. Y está bien que sea así. Yo vivo tranquilo a 1100 kilómetros de Buenos Aires. Estoy más cerca de Asunción del Paraguay y de La Paz, Bolivia, que de Buenos Aires. Leo mucha literatura brasileña, paraguaya, boliviana, peruana… Quizá estoy más al tanto del resto de la literatura latinoamericana que de la argentina, pero no porque la desdeñe, sino porque se da así.
-¿Cómo repercutió el premio a nivel familiar? Supongo que habrá sido una gran alegría.
-Claro, yo tengo hinchada (risas), así que desde México se sentían los clamores de todos mis nietos. No puedo decirle que me sentí más querido, porque siempre me siento querido, para mí la familia es una pertenencia muy importante, pero sí que me sentí especialmente querido. Estaban todos contentísimos y eso a mí me pone muy feliz.