> Especial para Tiempo Argentino
Trabajadores de hombros anchos ganándose su jornal; revolucionarios que se alzan vigorosos entre los muertos de hambre; una piedad proletaria en la que una mujer llora a un obrero ensangrentado; escenas infernales, donde los demonios visten armaduras españolas y los condenados son los indios americanos; soldados y manifestantes amasados en un revoltijo de manchas de tinta china. Imágenes que dan cuenta no sólo de una escuela dentro de las artes plásticas, sino que también representan una rabiosa expresión política y una manera de mirar el mundo. Desde la semana pasada y hasta comienzos del mes de agosto, el Museo Nacional de Bellas Artes presenta las muestras Orozco-Rivera-Siqueiros: La exposición pendiente y La conexión sur, que reúnen e interconectan las obras de los grandes maestros del muralismo mexicano Diego Rivera, David Alfaro Siqueiros y José Clemente Orozco, con la de sus pares argentinos Antonio Berni, Carlos Alonso, Lino Enea Spilimbergo, Juan Carlos Romero, Diana Dowek, Juan Carlos Distéfano, Demetrio Urruchúa y Juan Carlos Castagnino, entre otros. En el cruce de ambas líneas se teje una trama de intercambios que recorre una línea de tiempo entre los años 1930 y 1973.
Visitadas en su primera semana por más de 12 mil personas, La exposición pendiente reúne 76 obras de los tres muralistas que llegan por primera vez a la Argentina, provenientes de la colección del Museo de Arte Carrillo Gil, de México. Se trata de pinturas, dibujos y grabados que integraban una muestra que debió inaugurarse en el Museo Nacional de Bellas Artes de Santiago de Chile el 13 de septiembre de 1973 pero que, dos días antes de su apertura al público, fue cancelada por el golpe militar de Augusto Pinochet. Un dato político e histórico que termina de poner en contexto el valor de la muestra. El año pasado nos enteramos que la muestra se estaba presentando en Chile y nos pareció interesante la posibilidad de traerla a Buenos Aires, dice Andrés Duprat, nuevo director del Museo Nacional de Bellas Artes, quien asumió en su cargo en diciembre pasado.
Se trata de una muestra formidable, con una historia un poco trágica detrás que a mí me interesó muchísimo. Una muestra que organizó el gobierno de México en apoyo al gobierno de Salvador Allende, pero que no llegó a inaugurarse, porque cuando Allende es derrocado fue devuelta a México como si se tratara de un exiliado político. Recién pudo ser presentada en Santiago más de 40 años después. Por eso su nombre es tan pertinente», continúa Duprat. «Esa historia de desventuras sudamericanas, además del valor de la obra de estos tres autores, terminó de decidirme para intentar traerla al Museo. Por suerte encontré la colaboración de Vania Rojas Solís, directora del Carrillo Gil; de Roberto Farriols, director del Museo de Bellas Artes de Chile; de Ernesto Ottone, presidente del Consejo de Cultura de Chile, y de las autoridades locales. Y el apoyo de la Asociación de Amigos del museo, que enseguida salió a buscar recursos, porque se trata de una muestra que por su importancia tiene sus costos», completa el director.
-¿Qué diferencia hay entre la muestra de Chile y la que se puede visitar acá?
-En el museo de Santiago estaba dispuesta tal como fue pensada en 1973, lo cual me parece muy bien. Sin embargo a mí me interesó mucho más el trabajo que el mismo curador, el mexicano Carlos Palacios, hizo acá en Buenos Aires, donde se la reagrupó a partir de ciertos núcleos que para mí son más pertinentes.
-¿Esas diferencias tienen que ver sólo con lo formal o también con el material incluido?
-La gran diferencia es que acá convocamos a Cristina Rossi, una especialista en arte latinoamericano, para pensar una pata local de la muestra. Me pareció oportuno porque es cierto que la historia de esta Exposición pendiente representa un vínculo entre México y Chile, pero en el caso de Argentina hay una gran influencia y relación entre estos maestros mexicanos y muchos artistas locales. Me parecía que en lo concerniente al arte político y el muralismo era importante aprovechar la exposición para explorar y remarcar ese vínculo. A partir de eso Rossi armó La Conexión Sur.
-Siqueiros tiene un historia personal con la Argentina, a partir del famoso mural de la casa de Natalio Botana, que estuvo tanto tiempo perdido.
-Dentro de la muestra se exhibe una maqueta de ese mural, Ejercicio plástico. Pero además estamos articulados con el Museo del Bicentenario, que es donde está expuesto de manera permanente el original. Lo tomamos como una parte satelital de la muestra que recomiendo visitar. Pero la conexión argentina no se limita a las décadas del ’30 y ’40, sino que llega hasta los ’70. Entonces la muestra, de manera inteligente, termina en los años en que se produce el golpe en Chile, haciendo que ambas líneas confluyan.
-¿Cuánto tiene que ver ese carácter político que usted menciona con el hecho de que los tres se dedicaran al muralismo?
-Conceptualmente no es casual que estos artistas muy comprometidos políticamente a partir de la revolución mexicana eligieran el muralismo. Porque es un medio cuyas características se vinculan con la aspiración de los valores revolucionarios, que incluían la idea de hacer un arte de denuncia, un arte popular en el sentido de que no quedaran encerrados en un museo, donde quizá los visitase sólo una élite. Hacer un mural en un edificio público implica sacar el arte a la calle e interpelar a toda la sociedad, porque no hay forma de no verlo. Además el medio realista que los tres eligen para sus obras, también es una posición política, porque para comprenderlo no hay que hacer un doctorado en historia del arte, sino que es un lenguaje transparente con un mensaje directo.
-¿Ese caracter político representó una dificultad extra?
-Para nada, porque ese es uno de los grandes valores de estos autores. De hecho la muestra de los 70 en Chile no fue programada de casualidad, sino que se trataba de un apoyo explícito del gobierno mexicano al gobierno de Allende. Porque aquel fue un golpe anunciado y sería pecar de ingenuo decir «¡Uy, qué desgracia, el golpe cayó justo dos días antes de la inauguración», como si se tratara de un meteorito. Se trató de una acción política de México para salir a dar apoyo a Allende ante una amenaza real y concreta de un golpe que finalmente ocurrió. La muestra era parte de una política cultural exterior de aquel gobierno mexicano. De hecho antes de Chile había pasado por Moscú, por Checoslovaquia. Se trataba de una forma de apoyo político a gobiernos socialistas, que es lo que proponían estos tres artistas a través de sus pinturas, a través del arte mural. Porque el muralismo trataba, y creo que lo consiguió, de llegar a las masas, de poner en escena un ideario político y una denuncia social.
-¿Cómo se lee ese carácter político desde la actualidad?
-A mí me interesa un museo de Bellas Artes que interpele a la contemporaneidad, que proponga no ver las cosas como quien ve un vestigio de otra época. Creo que presentar las obras de estos artistas en pleno 2016 y en la Argentina tiene implicancias y análisis que es oportuno hacer, porque lo que hacen es reactivar aquellos postulados originales en otros contextos. Y esa es la única forma de mantener vivo el arte e impedir que se transforme en una pieza de museo aislada y descontextualizada, sólo admirada por su belleza, que es una especie de atributo antiguo para el arte contemporáneo. Me interesa que veamos el arte desde la contemporaneidad. «
En agenda
Las muestras Orozco-Rivera-Siqueiros: La exposición pendiente y La conexión sur se exhiben hasta el 7 de agosto en el Museo Nacional de Bellas Artes, Av. del Libertador 1473.
Se las puede visitar de martes a viernes, de 11:30 a 19:30, y sábados y domingos, de 9:30 a 19:30, con entrada libre y gratuita.