Con ilustraciones de Matilde Vidal y una contratapa a cargo de Vinka Jackson, psicóloga especializada en el tema, Sonia Almada habla en La niña deshilachada (Bianca Ediciones) acerca de aquello sobre lo que suele guardarse un opresivo silencio generado por el miedo, los prejuicios sociales y, muchas veces, por la complicidad implícita de los adultos.
Almada, psicóloga con más de 30 años de experiencia en este terreno, busca a través de este libro que los adultos presten atención a la vida de los niños, que estén atentos a los signos y síntomas que manifiestan y que tomen conciencia de la importancia de la recuperación de una experiencia tan traumática que puede llevar a un adulto que la sufrió de chico incluso a intentar el suicidio.
-Vos tenés una larga trayectoria como psicóloga en el campo del abuso infantil. ¿Qué crees que puede aportar la literatura en un tema tan difícil y espinoso como ése?
– Con La niña deshilachada tenía dos objetivos. El primero era desanimalizar la pedofilia, la pederastia. En las obras de literatura infanto-juvenil ha sido un gran paso hablar del tema. Pero siempre aparecen los abusadores siniestros como monstruos del más allá, lobos o diferentes tipos de animales. Con 30 años de experiencia en atender pacientes que padecieron abuso sexual en la infancia y niños que lo están padeciendo o lo han padecido, queda muy claro que no se trata de monstruos. Un pederasta es un hombre, un varón, en general heterosexual y, en el 90 por ciento de los casos, del entorno cercano de la víctima. El segundo objetivo era poder mostrar para los niños, los papás y los educadores cuáles son las secuelas de un abuso. Uno las puede ver en signos y síntomas. A la niña deshilacha le van pasando diferentes cosas en su cuerpito. Se trata de signos y síntomas que tendrían que ser un alerta para el mundo de los adultos que, por desconocimiento no lo son. Hay también un tercer punto que tiene que ver con la recuperación. El crimen de violencia sexual contra la infancia necesita reparación, lo que tiene que ver con un recorrido por la Justicia, pero sobre todo, con la recuperación a nivel psicológico que lleva bastante tiempo. En el cuento aparece el lugar de la recuperación donde la niña puede elaborar un trauma tan atroz para poder retomar vuelo.
-¿Cuándo hablás de desanimalizar a los abusadores lo decís en el mismo sentido en que se dice que un torturador no es alguien que tiene signos evidentes de serlo. Es decir que su costado de torturador no se manifiesta como una monstruosidad explícita?
-Sí, totalmente. Las cifras que da Unicef dicen que una de cada 5 mujeres y uno de cada 13 varones fue abusado sexualmente en la infancia. Si hacés las cuentas, ves que los pederastas no son personas con rasgos físicos especiales como decía Lombroso, y ni siquiera son personalidades especiales. Por supuesto que tienen una erótica, un deseo perverso. Les gustan los cuerpos de los niños y eso es indiscutible. Pero en esto también hay una dimensión ética, porque una cosa es que alguien tenga retorcido su deseo y le interesen los niños, que le guste una persona que no puede dar su consentimiento. Otra cosa es pasar a la acción, tocar, abusar, violar el cuerpo de un niño . Los pederastas piden bajar la edad del consentimiento en todo el mundo, no solo en Argentina. No hay pederasta que no sepa que está haciendo un daño por más que los disfracen con expresiones como child lover u otras. Con eso engañan a la gente y a los chicos de los que abusan les dicen que se trata de un amor especial. Por eso no quiero utilizar la figura del lobo ni de ningún otro animal. El pederasta es un hombre que decide ejercer un daño que muchas veces es irreparable, es un daño continuo. Proviene en la inmensa mayoría de los casos del entorno cercano y tiene una relación afectiva con la víctima. Puede pertenecer al entorno intrafamiliar, pero también puede ser el cura, el profesor de la escuela… Pero siempre es alguien que tiene una ascendencia de autoridad. Es una situación de desigualdad de poder.
-¿Por qué en la mayoría de los casos el abuso condena al niño o a la niña al silencio?
-El silencio tiene dos ejes. Uno es el del silencio obligado porque el pederasta siempre extorsiona a la víctima, la amenaza con que si lo cuenta le va a pasar algo a ella, la van a encerrar en cárceles u orfanatos, o les va a pasar algo a su mamá, a su papá o a su hermanita o hermanito. Las historias que pueden armar son increíbles. Y esto te lo cuento porque además de tener 30 años de profesión, yo también soy una sobreviviente del abuso. En un segundo momento, cuando el niño o la niña comienzan a crecer, ya el cuerpo deja de interesarles porque no es un cuerpo infantil. Hay pederastas a los que les gustan bebés muy pequeños, púberes, adolescentes. Están divididos en gustos e intereses como también en géneros. Pasado el tiempo del abuso, las víctimas se quedan calladas porque para sobrevivir psíquicamente, ese recuerdo se sepulta de alguna manera. No se puede vivir recordando eso.
-¿Y de qué forma se expresa lo que no se puede decir?
-Empiezan a aparecer entonces síntomas y signos que en realidad, nunca se fueron. Estas expresiones pueden ser de distintas dimensiones, pero hipotecan la vida de una persona que ha sido víctima de un crimen sexual en la infancia o la adolescencia. Yo tengo pacientes de 80 años o más que cuentan por primera vez que han padecido violencia sexual. Los pacientes hablan cómo y cuándo pueden. Eso para nosotros, los psicoanalistas, es una regla. También hay otro tipo de silencio que es el que se produce cuando los niños intentan revelar el crimen del que fueron o son víctimas y no los escuchan o no les creen. Puede ser que la persona adulta a la que se lo cuentan esté padeciendo violencia de género o de fragilidad emocional y no puede atender ese llamado, no lo comprenda o no lo puede creer porque la palabra de los niños en realidad está devaluada, muchas veces no se les cree. A pesar del avance bastante importante que hay gracias a los feminismos, vas a los juzgados y es algo aterrador ver cómo se devalúa la palabra de niños y niñas. Ese silencio está apoyado por toda una red social que naturaliza la violencia sexual y que calla. El niño lo cuenta siempre, de una u otra manera. A veces con la palabra, otras con signos y síntomas o con determinados comportamientos, pero no todos los adultos están preparados para leer eso.
-Vos usaste una palabra muy fuerte para definir a la víctima de un abuso: sobreviviente. No puedo dejar de unirlo con el adjetivo deshilachada del título. ¿Qué es lo que pasa psíquicamente como consecuencia del abuso?
-Hace muchos años, una autora, Irene Intebi, lo describió como “un disparo en la cabeza”. Es la mejor descripción que he escuchado hasta ahora. Me gusta agregar a eso que el trabajo de los psicólogos y las personas que ayudan a las víctimas es sacar las esquirlas de la detonación. Hay niños, bebés, que literalmente mueren por una violación. El disparo al que se refería esta autora es de orden simbólico. Las esquirlas ocupan toda la cabeza y la vida se hipoteca hasta que el trauma llega a ser elaborado. La niña deshilachada tiene que ver con esto, con que se deshilacha entera y se rehace, pero alguna hilacha se le escapa. Nada vuelve a ser como antes de que te robaran la inocencia. La ONU dice que la violencia sexual es un delito de tortura. Desde la asociación civil Aralma (Almada es fundadora de esa organización) y otras organizaciones del país presentamos un proyecto de ley que se llama Derecho al tiempo. Las formas de abuso sexual son muchas, no solo que te allanen el cuerpo, sino también que muestren pornografía, el abuso sexual a través de Internet. Hay muchas formas de violencia sexual. Cuando el niño la vive, sabe que le está pasando algo terrible, horroroso, pero no sabe colegirlo en relación con la sexualidad adulta. Luego se da cuenta de que algo muy malo le pasó, después, a veces, lo cuenta, a veces le creen y otras no, hasta que da con alguien que lo puede ayudar y logra develar este crimen. Pasa mucho tiempo para que pueda metabolizarlo e intentar sanar. Sabe que fue víctima de un crimen por parte de alguien que debía cuidarlo, la mamá, el papá, el tío, la monja, el cura, el profesor…El pederasta es alguien por el que siente afecto y que, de pronto, lo flagela de esta manera. Después, hay mucho tiempo para denunciar. Nosotros exigimos que se respete el tiempo de las víctimas para poder hace todo este trabajo que es imprescindible. Lo que pide nuestro proyecto de Ley son tres cosas. La primera es que los delitos sexuales padecidos en la infancia y adolescencia no prescriban jamás. La segunda es que la forma en que se menciona en Argentina ese delito deje de ser “abuso sexual infantil” porque abuso significa mal uso o uso indebido de un objeto y los niños son sujetos. Y, por supuesto, el abuso de infantil no tiene nada dado que es perpetrado por un adulto. Nosotros elegimos nombrarlo como violencia sexual contra las infancias. El tercer punto de este proyecto de ley propone crear en Argentina una Comisión de la Verdad y la Reparación contra este crimen, que se lo investigue como se hizo con los crímenes de lesa humanidad. Este crimen que afecta a millones de personas nunca encontró respuestas por parte del Estado.