Sobre rieles, una muestra de fotografías sobre el oficio ferroviario y las transformaciones de las estaciones a lo largo del último tiempo a cargo de Julián Casella, se expone en la Galería Leku, con Rodrigo Alonso como curador, quien define a la obra como el abordaje de un mundo subalterno que nos ubica «en un lugar incierto, tenso y por momentos contradictorio». Trabajadores soldando vías, ferroviarios que conversan durante su jornada laboral, las vías recuperadas de un pueblo por el que ya no pasa más el tren son parte de la obra de Casella, trabajador ferroviario y fotógrafo, que se puede visitar hasta el 2 de diciembre en la galería ubicada en Arenales 1239.
Para Alonso, curador de la muestra compuesta íntegramente por tomas en blanco y negro, la mirada de Casella «no oculta las zozobras de una profesión que se debate entre el renacimiento y el olvido», y destaca que su proyecto documental de retrato de momentos de antropología ferroviaria «busca poner de manifiesto la nobleza de una actividad resiliente, que se sabe condenada por la historia y el destino de un país».
-Télam: ¿Cómo surgió la idea de realizar esta serie sobre el mundo de los ferrocarriles argentinos?
-Julián Casella: En el país hay muchos oficios y muchas cuestiones que tienen un carácter folclórico y, a pesar del vaciamiento de la red ferroviaria, me parece que el ferroviario es un sujeto histórico dentro de la Argentina porque en nuestro ADN está grabada la cuestión del ferrocarril. Además al estar trabajando allí, vi la necesidad de realzar al trabajador ferroviario, que a pesar de ciertas condiciones de trabajo siempre están tratando de solucionar problemas.
-T: ¿Qué es lo que buscabas contar de ese mundo?
-JC: Lo que quiero mostrar es quiénes están sobre los rieles: los pasajeros pero también los ferroviarios, que son quienes siguen haciendo correr los rieles. Además quería destacar una reminiscencia del oficio, del obrerismo. La fotografía contemporánea ha perdido mucho ese contenido político. Hay obras contemporáneas que muestran concepto pero no muestran realidad. Graciela Iturbide, que es una fotógrafa mexicana, dice que es imposible fotografiar de verdad si uno no establece esa cercanía y esa relación.
– T: ¿Cuándo empezaste a trabajar en el ferrocarril?
-JC: Hace tres años. Estoy en la llamada torre de control de Retiro que vendría a ser esta torre de marfil en la que estoy día a día y ese entorno es el que me ha inspirado para hacer este trabajo. Mi trabajo es de operador de emergencia, trabajo seis días en la semana, de 6 a 14. Venía estudiando fotografía pero una vez inmerso en este mundo y metido en la historia ferroviaria, decidí llevar adelante este proyecto que es meterse en la historia argentina, porque la agenda ferroviaria es la agenda de la historia del país. Tuve un paso por sociología que me ayudó a establecer una visión ligada a la lucha de los trabajadores en la historia que me interesa retratar en cualquier ámbito. El hecho de estar trabajando ahí me dio la herramienta, la posibilidad, el acceso y la relación con este mundo.
-T: ¿De qué período son las fotos?
-JC: Fueron hechas entre 2015 y parte de este año. Me tomé el primer año que trabajé ahí para conocer, aunque todavía sigo conociendo, porque creo que es un proceso de años. Incluso esta mirada sigue siendo un poco desde afuera pero me parece que ese lazo está creciendo. Elijo una impronta heroica porque mi idea es que es un trabajo muy heroico.
-T: ¿Qué objetivos te motivaron a llevar adelante la muestra?
-JC: Me gustaría generar conciencia de lo que es la red ferroviaria, los pueblos olvidados, para poder seguir desarrollando este proyecto de la antropología ferroviaria en carácter de salvar el tiempo y recuperar esa memoria. Creo que tampoco hay demasiada conciencia del archivo que hay sobre los ferrocarriles.
-T: ¿Cómo definirías al trabajador ferroviario?
-JC: Apasionado, nostálgico y trabajador. Entre los ´90 y el 2001 han despedido casi al 20 o 30 por ciento de los trabajadores ferroviarios del país. Hay gente que ha dado su vida porque por ejemplo hay tipos que van todos los domingos a restaurar máquinas antiguas sin cobrar un peso. Hay otro grupo que se llama «Amigos del Ferrocarril Belgrano» que van a lugares de la provincia en los que están las vías muertas a desmalezar y arreglar las vías sin que nadie les dé un peso. Ellos tienen la visión de que el día de mañana si ellos lo dejan como está, van a asfaltar y van a terminar poniendo un emprendimiento.
-T: ¿Y cómo describirías el mundo ferroviario?
-JC: Es un submundo. Son 500 los pueblos que desaparecieron y ahí había trabajadores que entraban a través del ferrocarril a los puertos, a los molinos, era un entramado, una red social. No es lo mismo la cabeza del motorman de la línea eléctrica, que el que tipo que se va a Rosario o el de carga que pasa gran parte del tiempo en soledad. Después están los trabajadores de vías, los señaleros que nadie los ve, son invisibles. Hay mucho que contar para que la gente recuerde lo que fueron los ferrocarriles y lo que pueden llegar a ser.