“Es un mediodía quieto y soleado de fines del mes de enero y la ciudad parece detenida. Llego a la casa de mi hermana para un almuerzo familiar. Podría ser un encuentro más, un encuentro entre hermanos en un día cualquiera. Pero no lo es. Es la primera vez que vamos a volver a vernos después del entierro de mi madre. De nuestra madre”. Así comienza La voz de la madre (Emecé Ediciones), el último libro de Silvia Arazi, una historia en que la voz de la narradora parece fusionarse con la de la autora en un juego que oscila entre la realidad de lo más íntimo y la ficción que trasciende la intimidad para narrar un dolor que nos incluye a todos: la pérdida de un ser querido.
El relato está escandido por fotos familiares en las que es reconocible la figura de Arazi, quien, además de ser escritora, es poeta, cantante y ha tenido como actriz una presencia en las pantallas, lo que confirma la veracidad de estas fotos que, a la vez, paradójicamente, podrían ser tomadas como un recurso de ficción.
Recuerdos de infancia, astillas del pasado, observaciones como “en nuestra familia nadie hablaba de amor”, indicios de una tensa relación con el padre y hasta una receta de cocina son los retazos a través de los que se va construyendo de manera caleidoscópica “la novela familiar”. “La escritura –dice en el comienzo del capítulo que se llama “Raquel”, el segundo nombre de la autora que es algo así como otra parte de su identidad- puede conducirnos a zonas que estaban veladas en nuestra conciencia. Quizá porque nos permite reconstruir los pedazos de un mundo fragmentado y restituir con palabras el sentido de algo que no logramos ver.”
Quizá, como parece demostrarlo La voz de la madre, la literatura sea una forma de perseguir, de tratar de asediar el sentido siempre escurridizo de lo inexplicable, de lo que, por definición, no tiene sentido, de lo que es, como lo dice un conocido tango, “una herida absurda”: la irreparable pérdida de lo que amamos.
La voz materna, según Silvia Arazi
-¿Qué fue lo que te impulsó a escribir este libro?
-Para mí el infierno no es el otro, sino su ausencia. Aunque siempre son misteriosas las razones que me llevan a escribir un libro, creo que en este caso fue un modo de ponerle voz a la ausencia de mi madre.
-Solo cinco capítulos están escritos en tercera persona. Son los que hablan de “la hija”. El título, por su parte, también está en tercera y se refiere, precisamente, a “la madre”. El resto está escrito en primera persona y es posible identificar en ellos algunos datos de tu vida. ¿Por qué tomaste esta decisión?
-El título estuvo desde un principio, y no habla de la voz de una madre en particular, sino de todas, ya que la voz de la madre es una voz esencial, que nos marca para siempre. En cuanto a la narración, más allá de que los hechos son verídicos, trabajé el texto con herramientas de ficción. En algunos momentos necesité usar la tercera persona para distanciar el relato. Podría decir, sin faltar a la verdad, que la narradora soy yo y no soy yo. Por otra parte, si un texto literario funciona, el yo se convierte de inmediato en un nosotros.
-Las fotos, para quienes te conocen, son un testimonio real. Si te leyera alguien que no te conociera, podría pensar que son fraguadas. ¿Se trata de un juego entre la realidad y la ficción?
-Ese juego que está en la médula misma de la literatura. Toda ficción tiene algo de realidad y viceversa. Incluso la memoria es ficción. Ella suprime, elige, oculta, deforma, edita.
-¿Qué significó para vos escribir este libro sobre tu madre, los vínculos familiares, los recuerdos?
-Puedo decir que escribir este libro me desveló y me reveló más que ningún otro.
-¿Es para vos la literatura una forma posible de recuperar mundos perdidos?
-La literatura es para mí una forma de soñar y de reflexionar, también un modo de inmortalizar instantes, palabras, pequeños gestos, voces amadas. Hacer que mi madre viviera en un libro fue una manera de capturar el tiempo, y también un vano intento de detener la muerte.
–Aunque en la contratapa se dice que es una novela, es también un diario de duelo, un libro personal e íntimo en el que autora y narradora parecen fusionarse. Creo que se trata de un género híbrido. ¿Cómo lo ves vos?
-Los géneros y las etiquetas, afortunadamente, se están diluyendo, no solo en la vida, sino también en la literatura. Puedo decir que La voz de la madre es una novela, un diario de duelo, y una canción de amor.
-Si bien hay una unidad temática y de escritura, cada capítulo podría ser leído como un universo en sí mismo. ¿Es algo que te propusiste o que salió naturalmente así?
-Me propuse que así lo fuera. Me gustó que fuera un libro en el cual cada capítulo pudiera funcionar como unidad, como relato.
-¿Con qué idea te sentaste a escribir y cómo se fue transformando a medida que escribías?
-La escritura tiene un saber que excede nuestra conciencia y suele mostrarnos cosas que no podemos, no sabemos, o no queremos ver. Comencé evocando la figura de mi madre, pero al ir ahondando en su recuerdo y en la historia familiar, aparecieron preguntas, enigmas, zonas en penumbra.
-¿Sos de las escritores que planifican o de los que se dejan guiar por las palabras?
-Suelo tener un esquema previo de la historia, que casi siempre se modifica con el trabajo. Creo mucho en la voz de la escritura. Hay que saber detenerse y escuchar lo que tiene para decir.
–En el capítulo que se llama “Raquel” decís que “la escritura puede conducirnos hasta zonas que parecían veladas en nuestra conciencia”. ¿Qué fue lo que descubriste de vos misma a través de la escritura de este libro?
-A medida que avanzaba en la escritura la idea cristalizada que yo tenía de la vida de mis padres se modificó. También la de mí misma. Por primera vez decidí apropiarme de mi segundo nombre, Raquel, lo cual es también una forma de acercarme a mi padre.
-¿Qué significa para vos la voz dado que, además de ser escritora te dedicás al canto?
-Siempre me interesó la voz humana, no solo por su belleza y sus posibilidades de comunicación, sino por su misterio. Creo que es un puente entre la materia y el espíritu. Un lenguaje secreto que revela nuestras emociones y pensamientos más que las palabras.
-¿Qué supuso para vos dejar a la vista de los lectores parte de tu intimidad?
-Me exigió coraje y honestidad. Me sentí muy vulnerable, pero no me arrepiento. Hay riesgo, pero también hay belleza en escribir a corazón abierto.