“No soy líder de la lucha contra Ortega, soy un novelista que está clamando contra la injusticia que está ocurriendo en su país. Mi generación está presa, son gente muy preparada, aspira a mejorar su país, y los persigue Ortega, que fue nuestro compañero contra un dictador y él mismo es ahora un dictador.” Con estas palabras, el escritor nicaragüense Sergio Ramírez, Premio Cervantes 2017, se autodefinía y definía la situación de Nicaragua ante el diario El país de España el 28 de junio de este año.
Quien apoyara la lucha sandinista y llegara a ser vicepresidente de su país bajo el liderazgo de Daniel Ortega, hoy es perseguido por ese mismo gobierno que desbarató los sueños revolucionarios de quienes lo apoyaron. Apenas tres días antes, la escritora Gioconda Belli, quien participara activamente de la frustrada Revolución Sandinista que a fines de los 70 terminara con la dictadura de Anastasio Somoza, hacía declaraciones en el mismo sentido: “Este no es un gobierno de izquierda –le decía a La Marea– es un gobierno corrupto.”
Ramírez, quien se exilió en Costa Rica y volvió a Nicaragua de manera clandestina, hizo sus declaraciones a El país desde un lugar fuera de su tierra natal que prefirió no revelar. “La dictadura de Ortega –explicaba- ha transformado mucho la idea romántica que teníamos de la revolución. Yo sigo conservando mi patrimonio sentimental, muy íntimo, de lo que hicimos. Son tiempos dolidos, porque han ocurrido dos cosas: los que defendimos la idea original del sandinismo hemos quedado a la defensiva, porque la gente tiende cada vez más a identificar sandinismo con Daniel Ortega, y eso se vuelve una mala palabra, así que hay una ola de repudio a Ortega e injustamente al sandinismo.”
Hace unas horas el escritor volvió a ser noticia no por un nuevo libro ni por un nuevo premio, sino por una nueva acusación del Gobierno de su país hacia él. El miércoles, el Ministerio Público de Nicaragua lo acusó de «realizar actos que fomentan o incitan al odio y la violencia», ordenó su detención y el allanamiento de su casa en Managua. Tres meses antes había sido citado por la fiscalía para que respondiera a una acusación de lavado de dinero contra la Fundación Violeta de Chamorro. En el sitio oficial del Ministerio Público de Nicaragua puede leerse: “(…) se presentó acusación contra Sergio Ramírez por realizar actos que fomentan e incitan al odio y la violencia, también por haber recibido a través de la Fundación Luisa Mercado, dinero de la Fundación Violeta de Chamorro (…) fondos que en su mayoría iban destinados a financiar uno de los principales programas de la Fundación Violeta de Chamorro, “Programa Medios para Nicaragua” pero que en la práctica fueron destinados a otros fines que no eran los de la Fundación (…) El Ministerio Público solicitó orden de detención y allanamiento.”
La respuesta de Ramírez, que no está en territorio de Nicaragua, no se hizo esperar. Ayer hizo una declaración pública a través de un video que difundió a través de su cuenta de Twitter.
Dijo que no es la primera vez que es acusado injustamente. “En el año de 1977-precisó-, la familia Somoza (que gobernaron Nicaragua de 1939 a 1979) me acusó por medio de su propia Fiscalía y ante sus propios jueces de delitos parecidos a los de ahora: terrorismo, asociación ilícita para delinquir y atentar contra el orden y la paz, cuando yo luchaba contra esa dictadura, igual que lucho ahora contra esta”.
“Las dictaduras carecen de imaginación, repiten sus mentiras, su saña, sus odios y sus caprichos. Son los mismos delirios y el mismo empecinamiento ciego por el poder y la misma mediocridad de quienes teniendo en su puño los instrumentos represivos y habiéndose despojado de todos los escrúpulos, creen también que son dueños de la dignidad, de la conciencia y la libertad de los demás. Como anuncian que van a allanar mi casa, lo que van a hallar es una casa llena de libros. Los libros de un escritor. Los libros de toda mi vida. Soy un escritor comprometido con la democracia y con la libertad, y no cejaré en este empeño desde donde me encuentre. Mi obra literaria de años es la obra de un hombre libre. Las únicas armas que poseo son las palabras, y nunca me impondrán el silencio.”
Ramírez, de 79 años, había hecho un llamamiento a la “solidaridad internacional” ante la ola de arrestos a opositores que se estaba produciendo en su país. Ahora, quien en 1998 recibiera el Premio Alfaguara, se encuentra en la misma situación que denunciaba ante el mundo.