Sebastián Scolnik trabaja en la Biblioteca Nacional desde hace más de 25 años. Cuando, un tanto cansado, estaba decidido a buscar nuevos horizontes, asumió Horacio González como director y se dedicó a sembrar entusiasmos. Así se generó, entre otras cosas, una editorial prolífica que publicó cientos de libros formando un catálogo riquísimo. Hoy, es Juan Sasturain quien toma la posta y le agrega su propia impronta. A pesar de las dificultades económicas y los conflictos con el papel, bajo su gestión la editorial de la Biblioteca Nacional sigue publicando títulos que son verdaderas joyas y que hablan de la importancia de contar con una editorial estatal que no se maneje con los criterios del mercado.
En esta nota, Scolnik cuenta que se está publicando y cómo es hacer libros con una lógica distinta que no responde a los cánones instituidos.
-¿Cuál es actualmente del plan editorial de la Biblioteca Nacional?
–Habría que remontarse a la tarea que hicimos durante la gestión de Horacio González. Allí nació el criterio de la editorial de la Biblioteca Nacional. Ese criterio tiene que ver con el rescate del pensamiento argentino, de la escritura, de las sensibilidades críticas argentinas que no necesariamente estaban integradas a un canon de lecturas de nombres reconocidos. Se trataba de pasar el cedazo por las diversas vetas de la cultura argentina para indagar aquellas zonas menos frecuentadas o en aquellos pensamientos que no habían tenido el reconocimiento que merecían o que el país necesitaba. En la revisita a estos autores no había necesariamente un criterio de reparación, aunque en parte sí, sino que había una curiosidad, un deseo de poner en circulación debates, pensamientos que no estaban bajo la cálida acogida de la actualidad. El horizonte que guiaba la política editorial era el pluralismo, no por una concesión a un pluralismo de época, sino por la convicción de que en esa pluralidad surgía también un desafío para el presente. En 2015 y 2019 la actividad editorial de la Biblioteca fue interrumpida. A partir de 2019, cuando asumió Juan Sasturain, le propone a Horacio integrarse como editor honorario de la Biblioteca, situación que Horacio agradece y lleva adelante. Con él hemos trabajado muchos años juntos y teníamos la mejor perspectiva de trabajo.
-Es decir que trabajaste con él ya desde su propia gestión.
–Sí, trabajo en la Biblioteca desde hace veinticinco años y cuando ya estaba desanimado de este trabajo y con ganas de buscar otras perspectivas, llegó Horacio González con quien ya tenía una relación desde la Universidad de Buenos Aires y otras experiencias de mucho tiempo antes. Él quería volver a sacar La Revista, la de Paul Groussac , la de Borges. Yo le propuse hacer también una editorial y así fue como nos dimos manija y se armó esa iniciativa tan linda en la Biblioteca.
-¿Y cómo caracterizarías a esa editorial?
-Es una editorial que, a pesar de estar en los pliegues del Estado no habla las lenguas oficiales ni ceremoniosas. Siempre se manejó más bien como una editorial independiente dentro del Estado. Entonces sus lenguas, sus sensibilidades intelectuales y estéticas no están guiadas ni por el criterio de mercado ni por una estatalidad rígida ni ceremoniosa. Cuando empezó la gestión de Juan Sasturain comenzamos a hacer algunas cosas con Horacio. Al poco tiempo vino la pandemia, nuevamente se interrumpió todo y fue muy difícil recomponer el trabajo editorial porque los años en que se interrumpió esta tarea no pasaron en vano. Hubo gente que se fue, los procedimientos administrativos cambiaron. Pero todo se reconfiguró y a pesar de la crisis del papel y de todos los problemas del mundo editorial, con Juan el trabajo prosiguió.
-¿Y hubo cambios?
-Juan le agregó su propia impronta. Las historietas, el humor gráfico y los policiales adquirieron una relevancia que antes no tenían en este grado y se retomó la idea de que la Biblioteca Nacional es el lugar donde tienen que editarse los escritores y escritoras argentinos. Moderadamente y no al nivel de aquellos años por las dificultades económicas ostensibles, fueron saliendo publicaciones lindas, cuidadas y económicas que van por un catálogo heterogéneo y cuyos criterios de selección tienen que ver con problemas, perspectivas y zonas del pensamiento que la Biblioteca recoge como se lanza una botella al mar a ver qué pasa. No quiero practicar el deporte nacional que es quejarse de todo, pero lo cierto es que antes era más fácil hacer libros que ahora por muchas cosas: la cuestión del papel, los problemas económicos, son muchos los inconvenientes que hacen que el ritmo de salida de los libros sea más lento de lo que uno desearía.
-¿Qué publicaron o están por publicaren materia de historietas?
-Se publicó Las aventuras del Negro Raúl, que es una curiosa historieta que toma un personaje de la vida nocturna de Buenos Aires, precisamente el Negro Raúl que, dicho en el lenguaje de hoy, Raúl era un afrodescendiente de la noche porteña. Es una historieta bastante incorrecta que puesta en circulación con las consideraciones del pensamiento políticamente correcto actual reprobaría todos los rubros. Pero tiene el interés de que fue una de las primeras historieta que habló una lengua propia que no era heredera ni del mundo anglosajón, ni del mundo hispánico, sino que tuvo su propio temperamento lingüístico. Actualmente estamos trabajando –vamos a ver si llegamos para la Feria del Libro- en el Medicinal Brutoski Ilustrado de Oski. También queremos sacar Don Pascual, que es otra experiencia editorial de los años 30. Este es el condimento que agrega Sasturain. La Biblioteca siempre publicó alguna historieta. Recuerdo, por ejemplo, Aventuras de un matrimonio sin bautizar que creo que es considerada la primera historieta argentina, pero ahora ese género tiene un vigor nuevo. También vamos a retomar la colección de Los raros con un libro que se llama Inverosimilitudes bacterianas o revelaciones microbianas de Silverio Domínguez. Es una burla, un delirio muy cómico acerca de las perspectivas bacteriológicas del higienismo de principios del siglo XX.
-La Biblioteca publicó también en tiempos de pandemia.
-Sí. Horacio tuvo la ocurrencia de hacer un número digital de la revista La Biblioteca sobre la pandemia que se llamó El virus. Analizaba diversos tópicos. Por un lado, el tema de las pestes y, por otro, el de qué hacer en una situación tan extraordinaria de la humanidad en la cual el horizonte era muy incierto y la cuestión se dirimía entre el control higiénico de la población ante un virus que se desconocía y el tema de la libertad, los problemas éticos y filosóficos que se desprendían de las tensiones de entonces. Es un volumen hecho en tiempo real, por lo que recoge la angustia del momento. Ahora lo editamos en papel y queremos ver si hacemos alguna presentación en marzo, cuando se cumplen tres años de la pandemia. Horacio, que fue quien propuso ese volumen para el que escribió un formidable artículo sobre La peste de Camus, murió precisamente por haber contraído el virus.
-¿Y qué pasa con los rescates de autores? Por ejemplo, conozco los dos volúmenes que realizó la Biblioteca de la poesía de Luis Luchi, el poeta de Parque Chas.
-Ese libro fue una iniciativa de Lilian Garrido que es una persona magnífica, casi una militante de Luchi. Ella propuso un viejo proyecto que tenía que era publicar su obra completa. El proyecto fracasó varias veces por las razones por las que en este país fracasan las cosas de modo recurrente. Varias editoriales se interesaron y ninguna pudo afrontar el tema. Finalmente, nosotros materializamos la propuesta. Hacer libros con Lilian es un placer porque compiló y entregó con una gran prolijidad los textos ordenados cronológicamente. Además, tiene un conocimiento de la obra de Luchi que es total, absoluto. Así como es una militante de la obra de Luchi, también es una militante del concepto de Luchi de la República independiente de Parque Chas (risas). Por suerte, todas las líneas convergieron para poder sacar los dos volúmenes que son realmente impactantes y que tienen una escritura poética fuera de lo común. Son poemas largos y densos, no son poemas livianitos de ocasión. Es importante rescatar la obra de un personaje como Luchi, muy desconocido fuera de ciertos círculos y que cursó el exilio en Barcelona con la banda de Alberto Szpunberg. Fue una publicación que nos trajo lindas experiencias porque lo presentamos con su familia en Parque Chas y también en la Biblioteca. Te diría que con Sasturain la poesía también tiene un lugar mayor en las publicaciones.
-¿Cuál es la importancia de una editorial estatal? Te lo pregunto porque creo que ninguna editorial comercial publicaría lo que se publica la Biblioteca Nacional.
-Sí, Esa es una de las marcas mayores de la necesidad de una editora pública. Por otro lado, cuando el mercado edita y rescata –y realmente hay muy buenas iniciativas que uno agradece y grandes editores en el área privada-, me da la impresión de que lo hace con una cultura vintage muy canonizante. Una editora pública, en este caso encarnada por nosotros, por la gestión de Juan y antes por la de Horacio, tiene su corazoncito, sus preferencias, pero tiene también una especie de austeridad en las decisiones que no siempre están guiadas por lo que a uno le gusta. Esto permite una pluralidad a la que el trabajo editorial no siempre adhiere, lo me parece lógico y razonable. Al mismo tiempo, creo que hay escritores argentinos a los que, si no los rescata la Biblioteca Nacional, no los rescata nadie. Por ejemplo, nosotros editamos la obra completa de León Rozitchner, un filósofo muy complejo, que era muy cascarrabias (risas) y que no lo terminaba de asumir la izquierda porque era muy crítico de la izquierda, ni el peronismo porque era muy crítico del peronismo. Tampoco lo asumía la iglesia católica por su libro La cosa y la cruz, una crítica demoledora a los fundamentos teológicos del catolicismo. Además, no lo asumía la academia porque tiene una lengua absolutamente arbitraria. Pero la Biblioteca editó veintiún volúmenes y este año tenemos la expectativa de editar el último. Muchos de esos tomos se han agotado. Creo que más del setenta por ciento de su obra no se conocía. Esta es una linda historia de la continuidad, porque sus obras comienzan a editarse en la gestión de Horacio y se terminan de editar durante la gestión de Juan.
-¿Dónde se pueden conseguir los libros editados por la Biblioteca? ¿Cuáles son sus precios respecto de los de una editorial privada?
-Se pueden conseguir tanto en la Biblioteca Nacional como en una vasta red de librerías a las que llegan a través de la distribuidora La Periférica. Esa red comprende la ciudad y la provincia de Buenos Aires, Mar del Plata, Rosario, Mendoza. No puedo decir que la Biblioteca se autofinancia porque también dona libros a otras bibliotecas y a distintas instituciones culturales, pero recupera buena parte de lo invertido, aunque hoy esa ecuación se disparó bastante por los problemas con el papel. El precio de los libros está por debajo del de los libros de editoriales comerciales y tienen una edición muy cuidada. La Biblioteca tiene una función histórica que es la formación de nuevos lectores. Interviene en la vida cultural argentina con buenos títulos, de buena calidad en cuanto a la edición, con autores, pensamientos o zonas de la escritura que no necesariamente son revisitadas por las editoriales privadas. Son épocas difíciles e inciertas–Borges decía que todas lo son para quienes las viven- pero nosotros seguimos con nuestro empeño editorial y con la apuesta de que un libro recrea las conversaciones, los compromisos, la amistad y, de esta forma, también recrea el mundo.