Marcel Proust no solo es el autor de uno de los monumentos literarios más grandes del siglo XX, sino que, además, a casi 150 años de su nacimiento, que se cumplirán el 10 de julio, sigue dando sorpresas.
La editorial Gallimard publicará el próximo 18 de marzo Los setenta y cinco folios, textos juveniles inéditos.
Se trata de setenta y cinco relatos que permanecieron en la oscuridad, quizá debido a la censura que ejerció sobre ellos el propio autor en una época en que la homosexualidad no solo era considerada una desviación anormal de la sexualidad, sino que en muchos países constituía, además, un delito.
Estas setenta y cinco páginas permitirán ver en perspectiva la evolución de la escritura del autor de En busca del tiempo perdido. Los textos pertenecen al archivo de Bernard de Fallois quien fue también el encargado de hacer públicos Jean Santeuil y Contra Sainte-Beuve, en los años 50. Antes de fallecer en 1978, además, hizo explícito su deseo de poner a disposición de los investigadores de la obra proustiana todo el material de su archivo con el objetivo de que este no se dispersara y pudieran hacerse públicos.
La encargada de la recopilación de los textos que publicará Gallimard fue Nathalie Mauriac, bisnieta de Robert Proust, hermano del novelista. Por su parte, el prólogo estuvo a cargo de Jean-Yves Tadié, biógrafo y especialista en la obra de Proust. En él consigna todos los datos relacionados con Los setenta y cinco folios.
Según informan los especialistas que los leyeron antes de su publicación, en esos textos, escritos cuando Proust era muy joven, no se advierte aun el esplendor que más tarde tendría su prosa.
Como no podía ser de otro modo, la pandemia de coronavirus también se interpuso en los planes originales de la editorial Gallimard que presentaría la publicación al cumplirse en julio los 150 años del nacimiento del autor. En concordancia, la Biblioteca Nacional de París realizaría una mega exposición nacional referida al autor que se postergó para el año próximo, dada la limitación que hoy tienen todos los eventos públicos debido a la pandemia.
No es esta la primera vez que se editan textos proustianos desechados por el autor. En 2019 salió a la luz también otra serie de textos inéditos del escritor publicados como El remitente misterioso y otros relatos inéditos, que en su día habían sido descartados por el autor de su obra Los placeres y los días, aparecida en 1896.
Estos materiales fueron traducidos y prologados por el escritor argentino Alan Pauls, quien dijo en su prólogo, «Leemos a Proust porque es nuestro contemporáneo».
En esa oportunidad, Babelia, el suplemento cultural del diario El País, anunciaba la publicación con el título Proust sale del armario con ocho cuentos inéditos en una clara alusión a su sexualidad. “Los cuentos de El misterioso corresponsal… -decía en ese momento el diario mencionado- habrían podido encajar perfectamente en Los placeres y los días, libro publicado, con escaso eco, en 1896, 17 años antes del primer volumen de su monumental ciclo novelesco. ¿Por qué Proust no los incluyó? “Una razón es que quizá no estaba satisfecho de estos relatos y los dejó de lado”, dice Fraisse en la sede de Éditions de Fallois en París. “Otra razón es que la mitad de estos relatos ponen en juego su homosexualidad”, añade. Una tercera razón es “estética”: ya había textos que evocaban la homosexualidad en Los placeres y los días; añadir más lo habría desequilibrado.”
Con un título casi idéntico, Marcel Proust sale del armario, tituló el diario español La Vanguardia cuando el mismo título se publicó en España a través de Lumen.
El diario consignaba, además: “En 1921, André Gide anota en su diario, tras visitar a Marcel Proust, que el autor de En busca del tiempo perdido le ha dicho, acerca de ciertas experiencias biográficas, que `se puede contar todo… pero con la condición de no decir jamás ‘yo’”. Y el hedonista y exhibicionista Gide apostilla: “Ese no es mi problema”. Pero sí era el problema de Proust, que vivía su homosexualidad como `una maldición` y necesitaba camuflar en la ficción algunos temillas personales.”
La actitud de Proust resulta comprensible no solo por los prejuicios propios de la época, sino también porque pertenecía a una familia adinerada de la alta sociedad parisina, un círculo minúsculo en el que los chismes estaban a la orden del día. Es probable que el confinamiento a que se condenó el propio Proust, alejándose del mundo para trabajar en una habitación totalmente forrada de corcho para no escuchar los ruidos del mundo exterior, no solo tuvieran que ver con un deseo de encontrar el silencio necesario para escribir y un refugio para su asma y su crónico mal estado de salud, sino también con la necesidad de mantenerse a distancia de comentarios malignos y mezquinos que pudieran influir negativamente en él y, en consecuencia, en su obra.
No deberían sorprender sus escritos póstumos en relación con la homosexualiad, ya que el tema aparece de manera más que clara en En busca del tiempo perdido. En este sentido Robert de Saint-Loup es un personaje paradigmático.
Proust no obvió jamás el tema y se sintió aun más libre en relación con él luego de la muerte de sus padres. Sin embargo, en pleno siglo XXI parece que aun sorprende y da tela para cortar la publicación de textos inéditos que aludan a su sexualidad. Circulan, además, una serie de anécdotas que es difícil saber si son apócrifas o verdaderas.
Una de ellas tiene que ver con Oscar Wilde, quien en una oportunidad habría visitado a Proust y este se habría negado a atenderlo por la condición sexual de Wilde, a quien su homosexualidad le costó la cárcel, experiencia que precipitó su muerte. Se dijo que Proust no había querido quedar “pegado” a su figura, una actitud que la historia no puede corroborar. También circula otra versión de un encuentro y es que Wilde fue invitado a la casa de Proust a cenar de donde habría salido bastante contrariado, en primer lugar porque cenaron en presencia de sus padres y, en segundo lugar, porque no le habría gustado la decoración.
La publicación de Los setenta y cinco folios es sin duda, un hecho para celebrar, ya que permiten vislumbrar de qué forma evolucionó la escritura de uno de los mayores escritores del siglo XX, más allá de los temas que trate. Si toda discriminación es abominable, lo es aún más la discriminación retrospectiva capaz de transformar la aparición de un texto inédito de uno de los mayores escritores del siglo XX en un medio para conocer más de su vida íntima y no de su literatura.