Hace apenas unos días, exactamente el 4 de junio, moría en Marruecos el escritor español Juan Goytisolo, miembro de una familia notable en el ámbito de la cultura que arrastraba la prematura muerte de la madre por la explosión de una bomba durante la Guerra Civil, una experiencia trágica que signó sus vidas de manera definitiva. Los hermanos Goytisolo eran tres: José Agustín (el autor del famoso poema Palabras para Julia), Juan y Luis.
Publicada por Galaxia Gutenberg acaba aparecer la Autobiografía de Juan, un libro que incluye las memorias ya publicadas del autor Coto vedado y En los reinos de taifa– junto a seis artículos inéditos. En una sociedad marcada a fuego por la experiencia del franquismo, Goytisolo tuvo la valentía y la honestidad de revelar su costado homosexual. En 1955 había conocido a quien sería su esposa, Monique Lange, en las oficinas parisinas de Gallimard. Cuando Monique murió en 1966, le dedicó un escrito, Ella que forma parte de su autobiografía. En sus memorias, el autor consigna la paradoja a que lo enfrentó la vida: Me hallé en la situación antinómica de vivir una intensa relación afectiva con Monique y descubrir una felicidad física ignorada hasta entonces con un albañil marroquí inmigrado en Francia.
Aunque dijo que no se consideraba un perseguido, sus libros fueron prohibidos en España. Coto vedado y En los reinos de taifa constituyeron un escándalo en el mundillo literario, pero hoy se celebran como clásicos del a literatura española. Su obra reúne fundamentalmente novelas, pero también cuentos, libros de viaje, ensayos y poemas. Su novela Señas de identidad fue considerada como un punto de inflexión en su obra, ya que allí se libera del realismo como posición estética para atreverse a la experimentación y a ampliar las fronteras de la escritura.
En 2014 fue galardonado con el Premio Cervantes, un signo de que los tiempos habían cambiado y de que la literatura española reconocía de manera definitiva a quien en algún momento del pasado había sido condenado por atreverse a desafiar las normas impuestas por la hipocresía. Sin embargo, el discurso que pronunció en esas circunstancias no fue complaciente con la institución que se lo otorgaba en nombre de una sociedad que lo reconocía. Goytisolo mantuvo su naturaleza implacable hasta el final de su vida. «Llevo en mí la conciencia de la derrota como un pendón de victoria», escribe Fernando Pessoa, y coincido enteramente con él, dijo en ocasión del premio. Ser objeto de halagos por la institución literaria me lleva a dudar de mí mismo, ser persona non grata a ojos de ella me reconforta en mi conducta y labor. Desde la altura de la edad, siento la aceptación del reconocimiento como un golpe de espada en el agua, como una inútil celebración. Mi condición de hombre libre conquistada a duras penas invita a la modestia. La mirada desde la periferia al centro es más lúcida que a la inversa y al evocar la lista de mis maestros condenados al exilio y silencio por los centinelas del canon nacionalcatólico no puedo menos que rememorar con melancolía la verdad de sus críticas y ejemplar honradez. La luz brota del subsuelo cuando menos se la espera.
En 2014 es probable que haya sentido que la muerte estaba cerca. Así lo atestigua un documento en el que pedía que su vida no fuera alargada artificialmente. Desaparecida la libido y con ella la escritura, compruebo que ya he dicho lo que tenía que decir, dejó escrito en su testamento.