“Corría el año 1868 y, a los 16 años, Juan S. Müller llegaba a la Argentina desde el Norte de Noruega para ver a su padre, el capitán de navío Pedro Müller, instalado en el Delta del Paraná desde hacía una década, dueño de un aserradero”, cuentan los organizadores de la muestra que se expone en el sala de exhibiciones de CIFHA del barrio de La Boca, 1101 Foto Espacio. “Desde entonces -continúan-, Juan permaneció en Buenos Aires y en el Tigre. Los Müller fueron pioneros en el desarrollo productivo de la zona y a Juan se lo llegó a conocer bajo el apodo de “Patriarca del Delta”. Entre sus múltiples actividades, Juan S. fue el primer fotógrafo en registrar las actividades productivas y familiares en el Delta del Paraná y llegó a integrar la Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados (SFAA), la institución fotográfica local más importante de siglo XIX y principios del XX, fundada el 29 de abril de 1889.”
La labor fotográfica de este pionero fue continuada por su hijo Adolfo, nacido en 1911.
En la inauguración se presentó también el libro Retratos anfibios, que documenta la investigación de la historiadora Mariana Rosales, realizada especialmente para CIFHA, y reproduce 65 fotografías del Fondo Juan S. Müller, editada por los curadores de la muestra.
Respecto de la muestra dice Alfredo Srur: “Lo que estamos mostrando es lo que se preservó –por lo menos lo que conocemos hasta ahora- de un fondo que no sabemos cuál era originalmente. Como sucede con la ciencia, en este caso todo puede ser refutable. Nosotros hacemos una interpretación de su obra en base a nuestros conocimientos e intereses, pero quizá dentro de diez años alguien descubra otra parte del fondo de Juan S. Müller del que se pueda decir lo opuesto de lo que decimos hoy respecto de este pionero en el Delta. Pero no fue solo un pionero de la fotografía, sino que fue uno de los primeros pobladores del Delta y este hecho sí está comprobado de manera fehaciente. El padre vino desde Noruega y fue uno de los primeros pobladores de ese espacio a mediados del siglo XIX. Juan vino desde Noruega en su adolescencia y se empezó a dedicar a la fotografía, según lo que tenemos entendido, acá. La Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados a la que perteneció Juan fue creada por Francisco Ayerza. Reunía a las familias más pudientes de la Argentina que se dedicaban a la fotografía que no tenían la necesidad de vivir de la ella, pero se la tomaban de una forma bastante parecida a la de un profesional.”
“En 1880 –agrega-, los fotógrafos que querían hacer fotografía de una manera seria, utilizaban negativos de gran formato. Antes de la era digital, el negativo común era el de 35 mm, que es de 3,6 x 2,4 cm. El fotógrafo profesional o el aficionado que aspiraba a trabajar con la calidad de un profesional, trabajaban con negativos que oscilaban entre los 18 x 24 cm y los 24 x 30 cm. Entonces eran negativos que contenían una inmensa cantidad de información. Se puede establecer una analogía entre esos negativos que estaban hechos con sales de plata y lo que es hoy el pixel. Cuanto más grande era el negativo, tenía mayor cantidad de sales de plata y, en consecuencia, más información. Gran parte de los negativos de Müller eran de 18 x 24.”
“La muestra está compuesta –añade- por copias analógicas, sin intervención digital, hechas directamente de los negativos restaurados. Pero, además, nosotros digitalizamos esas placas de vidrio en alta resolución, lo que nos da muchísima información gráfica de esos negativos. Eso nos permite ver los detalles de la ropa, personas que no se podían ver a simple vista. Es decir, son de altísima resolución. El libro fue impreso desde esas imágenes. Utilizamos un doble procedimiento: uno digital para poder capturar la imagen con mucha información, incluso más de la que puede haber visto Müller cuando sacó la foto, y uno analógico sin intervención digital. Lo que hacemos en la CIFHA es tratar de de rescatar y preservar estos archivos, reinterpretarlos, darlos a conocer y difundirlos, pero, al mismo tiempo, tratamos de proteger los archivos de nuestros fotógrafas y fotógrafos contemporáneos porque hay cierta gente con roles de poder que no tiene ni idea del valor y las posibilidades que puede tener este tipo de material. Desde la Asociación de Reporteros Gráficos yo formé parte también del rescate del Archivo 23, la revista que fundó Lanata y que había sido tirado al lado de una caldera.”
“Todo el trabajo sobre el archivo demandó dos años –informa- y lo hicimos con el apoyo de Mecenazgo y Fundación Santander.” El trabajo incluye restauración, conservación, catalogación, digitalización, descripción archivística e investigación histórica.
El fondo Müller que custodia la CIFHA tiene, no solo negativos, sino fotografías ya reveladas. La institución, además, descubrió dentro de ese archivo parte del estatuto de una de nueva asociación de fotografía que no se conocía hasta ahora que es la Asociación Fotográfica Niepce, que es el nombre del verdadero inventor de la fotografía. La primera que se conserva en el mundo fue tomada por él en 1826, trece años antes que el primer daguerrotipo.
“En 1829 –dice Srur- Niepce y Daguerre firman un contrato de colaborador. Niepce es el que le enseña a Daguerre cómo fijar las imágenes de la cámara oscura, lo que se logró recién en el siglo XIX aunque la cámara oscura es muy anterior. Una de las copias de ese contrato está en Argentina en la Facultad de Agronomía.”
CIFHA se fundó hace diez años y desde entonces se dedica, sobre todo, a proteger negativos. Fue en un momento cercano a la fundación que se integra a ella el Fondo Müller. “Andrea Cuarterolo, una de las grandes investigadoras del cine mudo argentino –cuenta Srur- me presenta a Eduardo Yedlin, que vivía en el Tigre y que había hecho un documental sobre Müller. Una vez, cruzando por la mansión Sans Souci donde había vivido Müller, ubicada sobre el río Carapachay, el portero que custodiaba la casa que estaba vacía, le había entregado varias cajas con negativos de vidrio que estaban abandonadas en la vivienda y por perderse para siempre. Eduardo dona ese material a CIFHA.”
Y agrega: “Más tarde le comento este hecho a un fotoperiodista amigo, Enrique García Medina. Él me cuenta que una vez, en los 90, paseando con amigos por el lugar donde estaba esa mansión, vieron una pila de basura en la que había negativos de vidrio, los rescataron y él se lo entregó a un compañero que vivía en el Delta y al que no veía desde hacía años. Nos tomamos una lancha y fuimos a ver a esa persona para preguntarle si aún los tenía y los quería donar. Así recuperamos otra parte del Fondo que se había dividido. Luego, en un anticuario vi negativos de vidrio de Müller más albúminas que son copias cuyo aglutinante es la clara de huevo, hechas por él en el siglo XIX. También logré rescatar esa parte. Es decir que la colección que hoy tenemos proviene de tres lugares distintos.”
La Sociedad Fotográfica Argentina de Aficionados de la que formó parte el fotógrafo, hacía exposiciones con material de sus socios, pero las fotografías expuestas no llevaban firma. “Toda la investigación nos permitió comprobar que en el Archivo General de la Nación hay fotos de Müller –informa Srur- que no aparecen con su nombre, pero de las que nosotros tenemos los negativos. Descubrimos que hasta en el Instituto Iberoamericano de Alemania hay álbumes de él.”
“Quìzá sea producto del azar –dice- pero nunca he visto otro caso como el de Müller porque hacía fotografía en una situación territorial muy complicada. No estaba en una ciudad, sino en una isla agreste, salvaje del Delta, lo que influía sobre su manera de fotografiar y le daba una estética particular. A esto se suma que fotografiaba su propio hábitat: las primeras casas que se hicieron en el Delta, su grupo de amigos, los trabajos que hacía con los pobladores del lugar, con las comunidades autóctonas, con las afrodescendientes. Había una mezcla de culturas y de razas en un lugar salvaje que él fotografiaba como propio. Además, era un aficionado, no es que tenía el dominio de la técnica de un gran maestro profesional. Tenía algunas limitaciones, aunque sí había avanzado mucho en el campo fotográfico. No era fácil fotografiar en ese espacio y menos en gran formato, pero él dio un testimonio extraordinario desde lo estético y desde lo documental. Sus fotos son muy personales sin que quizá se lo haya propuesto de una manera muy consciente. En ese momento fundacional del Delta y de la fotografía, según lo que interpreto, él tenía la pulsión de fotografiar y logra una producción de imágenes extraordinaria. En la muestra pueden verse unas 25 o 30 obras. Hicimos un políptico de varias imágenes vintage y el resto son ampliaciones sin intervención digital desde los negativos analógicos. Ahí se puede apreciar la potencia de sus imágenes. En el libro hay unas 60 reproducciones de su obra donde es posible percibir más su estética tan particular, que para mí es algo casi único.”
La muestra Retratos anfibios. Juan Müller y las primeras fotografías del Delta se puede visitar en la sala de exposiciones de la Fundación del CIFHA, Gral. Daniel Cerri 1101, La Boca, hasta el 3 de noviembre, los miércoles de 13 a 17 y los sábados de 14 a 18. La visita es libre y gratuita. La visita debe acordarse previamente a través de fundació[email protected]